Capítulo 22

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Timaeus



Conversamos de muchas cosas hasta que el llanto de mi amada sobrina nos anuncia que debemos parar. Yo entro en pánico, mi mente queda en blanco y se me ha ido todas las instrucciones que Phoebe nos dio antes de irse.

Observo a Maya levantarse, tomarla en brazos y comenzar a mecerla.

—¿Puedes calentar su biberón?

Asiento y voy hasta la cocina, abro la refrigeradora y ya no escucho a Bri llorar. Encuentro el biberón y vuelvo a quedarme en blanco ¿y ahora qué hago con esto? Debo calentarlo, ok. ¿En el microondas? ¿Cuánto tiempo? ¿Qué hago?

Regreso al salón cargando el biberón completamente confundido. Maya me mira interrogante.

—¿Qué hago con esto? —le pregunto.

Ella se aguanta la risa solo para no despertar a Bri. Respira profundamente para calmarse.

—¿Dónde queda la cocina?

La guío por la casa sintiéndome un completo fracaso, no hubiera podido afrontar esto yo solo. No sé cómo pensó Phoebe que eso sería una buena idea.

—Bueno no sé cómo lo harán aquí normalmente, pero por ahora necesito una olla pequeña con agua. —Me indica mientras sigue sosteniendo a Bri.

Yo sigo sus instrucciones mientras me indica que olla le serviría y hasta que punto poner de agua, no tengo idea para qué se supone que es eso, pero no estoy en posición de llevarle la contraria. Enciendola cocina y coloco la olla.

—Mira, vamos a calentar esto de la siguiente forma —me explica—. Cuando el agua llegue a punto de ebullición colocaremos el biberón durante unos dos minutos moviéndolo constantemente.

—Pero ¿el plástico no se va a derretir?

Ella me sonríe y creo que no he visto nada tan bonito, luego recuerdo que se está riendo de mí y ya no me parece tan gracioso.

—El material del que está hecho soporta el calor. Además, no estará por tanto tiempo así que no debes preocuparte. Igual hay que medir la temperatura del biberón no puede estar muy caliente o Bri podría quemarse.

—¿Hacías todo esto en St. James?

Asiente mientras sonríe.

—Ayudaba a Martha y a los voluntarios desde que tenía ocho o nueve años, claro que no me dejaban hacer mucho, pero había temporadas cuando muchos bebés llegaban y es todo un arte cuidarlos, pero ahora creo que fue bueno aprenderlo.

El agua hierbe y sigo sus instrucciones al pie de la letra, un minuto más tarde me pide que pruebe la leche y la miro como si me hubiese mentado la madre.

—¿Cómo hago eso?

Ríe por lo bajo y se acerca a mí.

—Tomas el biberón y dejas caer una gotita en el dorso de tu mano, si está a una temperatura agradable está listo, si está aún un poco frío le falta calentar un poco más y si está un poco caliente es mejor esperar a que se enfríe un poco antes de dársela.

—Esto es toda una ciencia.

Hago lo que me dice y aún se siente fría por lo que la regreso a la olla un momento más y repito el proceso. Está perfecto.

Me vuelvo muy orgulloso de mi mismo y me regala una sonrisa. Que me lleva al maldito cielo.

—Muy bien, tío. Ahora aliméntame —dice fingiendo una voz infantil.

SAGA LUX III | Los colores de TimaeusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora