Capítulo veintitrés

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— Ya imaginarás el resto —agrego luego de un largo tiempo—. Lo perdí todo ese día, Daniel. Incluso la posibilidad de rehacer mi vida, de volver a concebir. Recibí múltiples traumatismos: una herida de bala en mi brazo, tres costillas fracturadas, hemorragias internas debido a complicaciones del aborto... Es por eso que no necesito protección anticonceptiva: jamás podré volver a quedar embarazada.

— Amy, lo siento mucho —reitera—. Enloquecí, no por el supuesto embarazo —señala las pruebas encima de la mesa—; sino porque pensé que me habías mentido.

— Lo lamento, Daniel. No estaba lista para contarte —admito con la cabeza baja.

Coloca sus dedos sobre mi mentón para levantarlo—. Mírame, Amy. No tienes nada que lamentar, o temer. Has vivido amargas experiencias, has sufrido y has sabido sobreponerte a todo eso. Eres una superviviente, la persona más fuerte que he conocido jamás.

— No lo soy —niego—. Ni de cerca. Creéme.

Y es totalmente cierto. Millones de veces quise morir. Deseé irme con mi hermana y mi bebé. Pero perdí hasta el derecho de quitarme la vida: habría arrastrado a mis padres conmigo. Me convertí en su ancla, en su único motivo para sobrevivir.

— Lo eres para mí —rebate—. No dudes en contarme cualquier suceso de tu vida, Amanda; ya  sea pasado o presente. Jamás te juzgaré y siempre intentaré darte el apoyo que necesites. Pero no me ocultes nada más, por favor. No más secretos entre nosotros.

— No más secretos. Lo prometo —adjudico.

Nos quedamos abrazados en silencio. Disfrutando de las caricias del otro.

— ¿Lograste cocinar algo en condiciones? —pregunta después de un largo período.

— Ufff… Ni me lo recuerdes —respondo—. No pienso tocar un fogón en lo que me resta de vida.
Suelta una estruendosa carcajada. Eso me indica que el momento de depresión ha pasado. Debo seguir adelante.

— ¿Por qué no te das un baño en lo que pido algo de cenar? —sugiere.

— ¿Es tu forma más sutil de decir que estoy sucia? —bromeo.

— Cariño, hueles a humo y a comida rostizada —se justifica.

— Tranquilo —finjo enfado—. Llevaré mi aroma embriagador a la ducha.

— ¿Necesitas ayuda con el jabón?

— No, gracias —contesto—. Yo solita puedo hacerlo. Mejor encárgate de tener la comida en las manos cuando salga del baño.

— ¿Algún platillo en especial? —inquiere.

— Cualquier cosa estará bien.

— ¿Cualquier cosa? —cuestiona de un modo muy sugerente, con una voz demasiado seductora.

— Puedes guardar tu sonrisa derretidora de glaciares y tu mirada pervertida —advierto—. Necesito deshacerme de mi olor a humo y comida quemada y tengo un hambre voraz.

— ¿Tal vez para el postre? —insinúa mientras camino hacia la habitación.

— Me lo pensaré —grito ya alejada de él.

12 de octubre de 2018

Aún me parece increíble. Violeta ha superado mis expectativas. Después de dos meses continúa en el primer puesto de ventas. Me he llevado una buena suma de dinero por ello. Ahora estoy firmando un contrato nuevamente. Otro de mis libros saldrá a la luz: El derecho de amar. Una novela escrita en mis años de juventud, cuando aún estudiaba en la universidad.

— ¿Están seguros de esto? —dudo—. Violeta apenas lleva una semana en el mercado. No creo que sea buena idea publicar otro libro en diciembre.

— ¿Bromeas? —trina mi editora—. Has arrasado con las ventas en todas las librerías. Ya hemos traducido el libro al español y ha sido todo un éxito en los países hispanos, sobre todo en Latinoamérica. Estamos trabajando en la traducción en otros idiomas. Tus fans y seguidores no hacen más que crecer. ¿Has revisado la web de la editorial? —asiento levemente. Aún me parece increíble—. Te has convertido en todo un fenómeno. Tus lectores piden más historias. Y eso es precisamente lo que pretendemos darles.

— Debes confiar en ti misma, Amy —me aconseja Eloy—. La audiencia te ama. Eres toda una escritora y con este nuevo libro, lograrás consolidar tu carrera.

— No lo sé —admito—. No estoy muy segura. Envié este manuscrito a tantas editoriales… —proclamo—, y en todas fue rechazado.

— No tengo ni idea del porqué —replica Emma.

— Yo sí —interviene mi jefe—. Aunque las historias de Amy entran dentro del género romántico, aborda de una forma muy sutil temas sociales y políticos. Es una forma muy inteligente de plantar la semilla de la duda. Algo que crearía demasiadas discordias en su país y podría llegar a ser contraproducente. Pero nunca dudes de la calidad de tus escritos, Amy. Tus historias hubieran revolucionado Venezuela.

— Aún puedes hacerlo —agrega la señora Tales—. Debes arriesgarte —exige—. Nosotros estamos dispuestos ha hacerlo. ¿Lo estás tú?

Me reta con su pregunta. Esto es lo que me pidió mi hermana antes de morir.

<< Nunca dejes de luchar por tus ideales, Amy. Promételo >>, esas fueron sus palabras.

Y lo prometí.

Tomo el lapicero dorado con las insignias de GPC y estampo mi firma al lado de mi nombre.

— Muy bien. Reto aceptado —asumo—. ¿Ahora qué sigue?

Seduciendo a mi JefeWhere stories live. Discover now