22 de octubre de 1902.
Acabando un día agotador de trabajo, suspiró cansado de todo y todos. Echó a andar el carro, pues sólo quería llegar a su casa y dormirse en el sofá, que su esposa no lo molestara, pero es difícil.
Su esposa lo único que hace es hinchar las bolas con el temita de la vecina, que por cierto está a la siga de Jeon. Pues Jiseok es una mujer que es muy territorial cuando se trata de su marido, el hombre más guapo de la zona es quien le había puesto el anillo en dedo. Obligado, pero lo hizo. Con ninguna intención de amarla, lo hizo de todas formas.
Ella era de la familia Kang de considerable estatus económico, no era una persona inteligente, no terminó la escuela, por puro consentimiento de sus padres. Era hermosa, eso estaba claro, de eso habían pruebas y cero dudas. Cabello castaño, perfil perfecto, ojos gatunos y grandes, de profundo azul, figura corporal envidiable, piel suave y de tono medio.
En esos años, eras inteligente o hermosa, mejor si eras la mezcla de ello.
La familia Jeon era de las mismas, con la excepción de que Gguk era brillante, terminó la escuela y fue a la universidad, saliendo titulado y el primero en calificaciones como un médico cirujano.
Había una relación amistosa entre las dos familias. Jiseok y Jeongguk se conocían desde que tenían memoria, fueron amigos, a sus 14 y 16 se odiaron, y cuando el azabache tenía 25 fue cuando su padre lo obligó a casarse con ella. Por los nietos más que la felicidad de su hijo.
—¡Estoy harta de ti! ¡Ojalá no te hubiera conocido!— dijo furiosa.— ¡Infiel de mierda! ¡Maldito desgraciado!— le tiró un plato, que con éxito esquivó, estrellándose con la pared, los pedacitos chocaron contra las baldosas del suelo.— ¡Infeliz, hijo de perra!
—¿Podrías calmarte y explicarme porqué estás tan enojada conmigo? ¡Acabo de llegar y ya me estás gritando!— exclamó Jeon.
—¡Dile a la perra del frente que te explique!
—Oye, no.— dijo pasándose las manos por la cara.— ¿Podemos hablar como personas, o tanto trabajo te cuesta, Jiseok?
—Está bien. Hablemos.— dijo estirando su falda verde, y haciendo resonar sus tacones en las baldosas del piso.
Los dos se sentaron en los sillones separados, era su forma de hacer entender que era un tema serio.
—Y bien, ¿Por qué me tiraste un plato?
—Yo debería hacer las preguntas en ésta ocasión, Jeon.— demandó.— ¿Por qué mierda le hablas a otras mujeres, si me tienes a mí?
—Ella sólo me estaba preguntando algo... no hay porqué tener tantos celos a unas palabras sin importancia.
—Oh. Si no tiene importancia, podrías decirme que te dijo, ¿no?
—Sólo me preguntó si el mercado estaba abierto, que debía ir a comprar azúcar y harina.
—¿Y por qué le sonreíste?
—Porque me deseó buenas noches.— dijo con tono de obviedad.— uno debe ser amable con la gente.
—Ya verás, Jeon Jeongguk. Te haré mierda.— dijo parándose bruscamente, con todas las intenciones de ir a la habitación matrimonial que de vez en cuando compartía con su esposo.
—¿Y tu razón es...?— inquirió.
—¡Sólo cállate, o yo haré que no vuelvas a ver la luz del día!— advirtió.— ¡Conozco tu asqueroso secreto!
—Si me matas, te condenas a ti misma.— dijo poniéndose de pie.— piénsalo dos veces antes de hacer algo, recuerda que soy hombre y tengo muchas más fuerzas que tú, con tus brazos delgaduchos no puedes ni abrir una lata.— agregó grave, caminando hacia ella, colocándose muy cerca.
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L⃨e⃨g⃨e⃨n⃨d⃨s⃨ o⃨f⃨ a⃨ c⃨o⃨f⃨f⃨i⃨n⃨ • K⃨V⃨
Fanfiction[PAUSADA POR BLOQUEO CREATIVO] Creyó que era sólo una leyenda absurda como cualquier otra, pues su amigo la hacía ver así, 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘦𝘲𝘶𝘪𝘷𝘰𝘤𝘢𝘥𝘰. Aquel 30 de octubre decidió ir al tan nombrado lugar, tomó el hilo rojo, su peluche de cone...
