Capítulo 15.

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Allí me quedé, en una mano el corazón

Y en la otra excusas que ni tú entendías...












Su figura se perdió en la distancia, una distancia demasiado visible inclusive para alguien miope como yo. Estar con él castaño era lindo, me gusta su sonrisa, sus labios y en la forma que se curvan para sonreír, el atrayente color de sus ojos, gusto de verlo hablar y apreciar sus gestos. Solo me gusta, en ningún momento le juré amor o insinué algo mas, mi único objetivo era expresar las emociones y sentimientos que provoca en mí, después de todo; gustar, querer y amar son términos muy diferentes.

Recosté mi cuerpo en la banqueta detallando el cielo, la tonalidad naranja poco a poco está desapareciendo, dando paso a la tenue oscuridad de la noche, es algo lógico, pues son las seis y media. Apreté mis ojos, suspiré, los volví abrir con la vista fija en el mismo punto. Estoy decepcionado del castaño. No esperé en ningún momento él se fuese de esa manera tan abrupta, no tuvo ni la decencia de rechazar mis sentimientos de una forma un poco más apropiada, ¿Qué es eso de irse corriendo? Ante cualquier situación siempre debemos dar la cara, no huír, no le estoy juzgando, sus razones debe tener, pero eso no quita que sus acciones no me hayan lastimado. Ese pequeño castaño, me subió al pico de la montaña más alta para dejarme caer sin protección al vacío, desarmando un poco de mi en el acto.

Por otro lado me dejó solo, no conozco demasiado de Exomon, mucho menos voy a conocer este pueblo, lo más lamentable del caso es... No conozco el camino, ¿Por qué? ¡Porque se me ocurrió la grandiosa idea de dormir! Bueno, puedo ver el GPS, pero debo buscar algún taxi o un medio para regresar a casa.

Apreté mis puños golpeando el duro hierro, mi debilidad siempre serán mis emociones, la tristeza y la decepción están rebasando mi calma. Volví a empuñar mis manos contra la fría superficie, justo cuando hice el impacto un fuerte trueno resonó por todo el lugar, un ventarrón azotaba mi cuerpo de igual manera lo hacía con los árboles, meneaba sus ramas con bravura, sus pobres hojitas parecían apunto de ser desprendidas violentamente. Mi suerte es igual de dulce como las aguas del mar muerto, puesto que; una fortísima lluvia empezó a caer, quizás el cielo está igual de triste que yo, y decidió llorar por mí.

Al escuchar la lluvia caer, un pequeño recuerdo guardado en el baúl de los recuerdos, apareció ante mis ojos como un recordatorio. No debería estar aquí tan tranquilo, debía buscar un refugio. Al final del día terminaré con un buen resfriado.

«Benjamín, levanta tu culo operado del prado. ¿Qué no ves la lluvia? Ojalá te parta un rayo por idiota. Condenado chamaco ¿Te crees inmortal? Levántate, porque de lo contrario juro darte cómo rata en esquinita»

Esas hermosas palabras dichas por la boca de mi alocada tía, logran sacarme carcajadas involuntarias. Sin darme cuenta ya estaba caminando, mis pies parecían tener vida propia. El recuerdo de la tía Aurora, dándome una reprimenda por estar acostado bajo la lluvia, hicieron eco en mi subconsciente, obligando a mi cuerpo obedecer a su mandato. Detuve mi andar por el simple hecho de no poder ver donde pisaba, al final sí fue una buena idea traer lentillas, las gafas ya se estuvieran resbalando más de lo normal.

En ocasiones hacemos cosas que sabemos están mal, o no deberíamos, conocemos sus consecuencias pero de igual forma las realizamos. Por eso, sintiéndome la persona más díscola del mundo, me lancé al suelo, mi espalda sintió varios pinchazos del pasto y de las pequeñas piedritas incrustarse en ella, ignoré ese detalle concentrando mis sentidos en la lluvia. La brisa a calmado su intensidad, por el contrario el agua sigue callendo escandalosa, el inconfundible petricor deleita mis fosas nasales, ese pequeño hecho logra hacerme el interrogante de; ¿Cuándo fue la última vez que llovió? La tierra debe estar demasiado reseca para sentir ese olor después de haber caído bastante agua.

Tierra de brujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora