Mint me estaba esperando en la habitación, sosteniendo en su boca el celular traído desde la cocina.

-Mint... ¿Qué haces con eso?

Ella lo dejó en la cama y me quedó mirando intentando decir algo que pudiera comprender.

A pesar de las babas, lo agarré  curioso para haber que le había hecho traerlo hasta aquí. Y es que sólo encendí la pantalla y comprendí que Mint tan solo reaccionó al llamado de un nuevo mensaje en el buzón de entrada, el cual tan solo al abrirlo, me empezó a intrigar más.

El número desconocido permanecía allí de vuelta, con otro mensaje nuevo, con la misma palabra en este.

«Por favor ayúdame».

Comprendí que aunque parecía algo falso, debía averiguar.

Encendí la computadora y en redes sociales intenté encontrar el número. Nadie registrado en ellas.

Ninguna solución a mis preguntas, y no supe nada más que volverle a contestar.

« ¿Cómo te ayudo? ».

El teléfono pasó dos horas más o menos hasta que volvió a sonar. El mensaje era diferente, algo más... Largo por así decirlo.

«Un hombre llamado John, alto, pelo negro con tatuaje de un sol en el brazo intenta venderme a Londres, por favor, ayúdame , no tengo a más nadie ».

-Lo supuse... si me estás escribiendo a mí.

«¿Porque yo?»

« Fue el primer número que pude apuntar de una agenda telefónica».

No tenía absolutamente sentido para mí. Mi nombre es Sheran Gost, y que yo sepa la guía telefónica no empieza con letras así, ni tampoco debería estar en una de New Orleans.

Pretendí creer que era una simple farsa, que el que estaba detrás de aquello, solo quería engañarme. Pero decidí dedicarme a buscar un tal Jhon en donde sea que pudiera buscarlo. Luego, llamaría a la policía y ellos sabrían que hacer para que ninguna otra persona cayera en las manos de estos farsantes.

Habían 5 Jonh 's en New Orleans, pero solo uno tenía un tatuaje de un sol en el brazo. No parecía ser una persona mala, hasta que aparecieron antecedentes y algunas visitas en prisión.

- Bien, Jhon Fisher, te tengo.

Tuve amigos mucho antes de que me alejara del mundo. En ese momento pensé en Kevin Collins, el cual trabajaba en la estación de policía justo en New Orleans.

-¿Sí?

- Kevin! - expresé en tono alegre- Soy Sheran Gost. ¿Te acuerdas de mí?

- ¿Sheran? Demonios, hace tiempo que no sé de ti amigo, ¿Qué tal estás?

- Bien amigo - aclaré la garganta después de sentarme en la cama mirando a Mint- ¿Tú? ¿Qué tal estás?

- Estoy bien, por supuesto. Dime, ¿A qué se debe la llamada?

- Verás Kevin, necesito un favor.

- Si, claro. ¿Qué necesitas?

- ¿ Tú conoces a un tal Jonh ... Fisher? - observé la computadora-.

- ¿De aquí?

-Si.

- Carajo, no sabía que conocías a Fisher. -lo sentí suspirar- estuvo encerrado medio año por trabajar en el mercado negro, se encarga de secuestrar mujeres jóvenes hasta niñas, para venderlas por prostitución, o vender sus órganos.

-¿ Dices que solo tubo medio año en la cárcel?

- La última, sí. Resulta que estuvo 5 años en 2008, pero volvió a salir con orden judicial de que no saliera de esta zona, no fue encarcelado por más tiempo  porque no había suficientes pruebas para dejarlo en la cárcel, no después de que los demandantes retiraran la denuncia.

-¿Entonces... Cuánto tiempo tiene que seguir allí?

- Unos tres años más con seguridad.

-¿No ha habido ninguna alerta? Cómo es que sí trabajaba en el mercado negro no saben que sigue con eso... ¿No han buscado más pruebas?

- No hay pruebas en contra de John, Sheran. Ese hombre sabe ocultarlas bien.

- Entiendo.

Hubo un silencio que pareció durar horas.

- Oye, hace tiempo que no nos vemos, y de repente dejas saber de tu existencia demostrando una curiosidad por un sospechoso. ¿Ocurre algo Sheran?

- No, nada Kevin, gracias por tu ayuda. -colgué-.

Ahora sí que la duda me intrigaba. Leí de vuelta el mensaje, y pensé en lo que Kevin Collins dijo sobre el tal John.

- ¿Mint, opinas que debemos aportar nuestra ayuda a un desconocido el cual se ha metido con un secuestrador de personas?

Su ladrido grave se mantuvo presente en la habitación. Parecía asentir, pero mi mente envuelta en inseguridad no paraba de preguntarme lo que debía de hacer.

Me estiré, mirando hacia el techo, suspirando.

Eran épocas navideñas, las cuales siempre tenía planes de pasar en mi casa sin ninguna preocupación.

Pero solo el hecho de que una persona ocurría a mi por un intento de salvación daba pequeños tirones en mi interior. ¿Si de verdad necesita de alguien? ¿Y ese alguien tan solo puedo ser yo? ¿Cómo se sentiría al ver que la única ayuda que podía tener nunca estaría disponible ante él o ella?

En su lugar, ¿Cómo me sentiría yo?

Si mi vida dependiera de alguien, definitivamente tendría que creer en los milagros.

A Christmas Miracle •Where stories live. Discover now