23: Necesito evadirme

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Un par de semanas han pasado desde el asunto del beso y parece que por fin las cosas están volviendo a la normalidad para todo el mundo. Hace unos días Bruce tramitó la orden y volvió a su casa. Con ese papel, y algo de suerte, no tendré que lidiar con Alexander de nuevo. Amy por fin se decidió a cambiarse a psicología ―estaba estudiando cálculo y lo odiaba― y parece mucho más relajada, aunque aún no está segura de cómo decírselo a su madre. Rosalie y Damian parecen ir más en serio que nunca (si es que eso es posible). Las clases van bien. Y ni Jake ni yo hemos vuelto a mencionar lo que pasó.

De hecho, las cosas están bastante bien entre nosotros últimamente. Volvimos a lo de antes. Burlarnos de películas malas en la tele, ir al cine, salir de fiesta de vez en cuando, ir a desayunar los domingos en la mañana (aunque yo sienta que necesito dormir unas diez horas más); lo de siempre. Y todo es cómodo y natural; como siempre.

El único problema es la fecha.

Esa triste fecha que sigue acercándose en el horizonte, y que inevitablemente me hace sentir peor mientras me doy cuenta de cuán próxima es.

Las pesadillas volvieron desde que el mes inició. Y ha sido absolutamente incómodo porque no sé cómo explicárselo a Jake. Él aún no ha mencionado nada sobre eso, pero es obvio que debe darse cuenta de que de vez en cuando se escucha un grito en la habitación de al lado. Sólo espero que todo esto cese pronto, pero tampoco estoy segura de que vaya a ser así.

De todas formas estoy tratando de no alterarme demasiado.

―Llegué ―grita Jake desde la entrada del apartamento, haciéndome levantar la mirada del libro al que no estaba haciéndole caso de todos modos.

Lo dejo sobre la mesa y me levanto cuando el entra en la sala cargado con las bolsas de papel del supermercado. Lo sigo hasta la cocina y él deja todo sobre la barra.

―No sabía que irías de compras ―le digo apoyándome en uno de los taburetes

―No lo planeé ―contesta comenzando a vaciar el contenido sobre la mesa―, estaba cerca y aproveché para traer algunas cosas que hacía falta. Tienes suerte, te traje algo ―introduce la mano en una bolsa y saca un paquete grande de gomas de ositos. Me lo tiende―. Te gustan ¿no?

Una sonrisa gigante, similar a la de los niños la mañana de navidad, aparece en mi rostro.

¿Ven lo difícil que es ser indiferente con alguien así?

Él siempre tiene estos detalles tan... Mejor ni siquiera lo pienses, Susan Anderson

―Me encantan, gracias ―abro la bolsa y comienzo a comer los osos en orden. Primero todos los verdes, luego todos los rojos, luego amarrillos y naranjas, y por último los azules. Una costumbre que adquirí de niña. Jake continúa guardando las cosas―. ¿Necesitas ayuda? ―pregunto deleitándome con el sabor de un osito verde.

―No hace falta, mejor vuelve a tu libro. Sino vas a aplazar esa prueba ―suelto un gruñido que lo hace reír, pero en vez de discutir vuelvo al sofá y me tiendo a leer.

Él tiene razón, me van aplazar en la prueba de literatura si no termino este libro. Y aunque me fascina leer, y normalmente estoy abierta a la poesía; algo pasa con mi cabeza en estos momentos que no me permite concentrarme en esta recopilación de poemas de Emily Dickinson. Tal vez esto tenga que ver con el hecho de que tengo demasiadas cosas en que pensar como para que sea fácil olvidarme de ellas. Tal vez tenga que ver con que la mujer usa frases como "Cuántas veces estos cansados pies han podido tropezar, Sólo mi amordazada boca puede decirlo..." o "Morir sin morir, Y vivir sin la vida, Es el más arduo milagro Propuesto por la fe."

Razones por las que no debería amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora