12: Duelo

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La noche parecía cruelmente larga para Jimin. Sólo en su dormitorio, comprendió toda la gravedad de la situación y se asustó.

Había obrado con perfecto derecho. Desafiado, amenazado y ultrajado en su propia casa por su implacable enemiga, no pudo contenerse y la echó. Pero lo que era un asunto personal se convirtió en el tema de todo mundo, y obligado su marido a defenderlo, el choque con Chanyeol era inevitable.

Creía estar viendo la sonrisa de Chanyeol cuando dijo «comprendido», y eso le estremecía. Sabía cuan peligroso adversario era, y comprendió que si no podía evitarse el combate, Yoongi estaba en grave peligro. Al terminar la fiesta había visto a Namjoon y a Jungkook dialogando con Jiyeon y Jung. Después, preguntó a su hermano y al barón, quienes le contestaron evasivamente, asegurándole con inseguro acento que las gestiones prometían un arreglo.

Jimin se preguntaba qué arreglo podía haber entre aquellos dos hombres que se odiaban. El duque había fijado claramente los términos del problema: o excusarse o la responsabilidad, es decir, una reparación. Ni por un momento pensó que su marido diese explicaciones; por consiguiente, el duelo era inevitable.

Jimin pertenecía a una raza valerosa, a cuyos antesesores jamás hizo palidecer el choque de las armas, y no temía a la muerte para sí mismo, pero la temía por Yoongi. La superstición intervino, y creyó que su casamiento con Min estaba marcado de negro por el destino. Las imágenes más espantosas pasaron ante sus ojos. Vió a Yoongi tendido inanimado sobre el césped manchado de sangre, y al duque de pie con la pistola humeante en la mano, que se reía perversamente.
¿Por qué habían de elegir la pistola? ¿Por qué habían de batirse con un arma tan peligrosa?

Pensativo y abrumado, empezó a andar por la habitación, sin poderse quitar del pensamiento el lúgubre temor de la muerte de su marido, y se sorprendió al oírse hablar en voz alta, diciendo: «Causo la desgracia de los que se me acercan». El sonido de su voz en el silencio de la estancia le asustó. Se sentó en una butaca e intentó leer, pero sentía el resonar de una campana fúnebre en sus oídos, que le perseguía insesantemente.

Entonces quiso saber lo que hacía Yoongi. De puntillas, llegó hasta la puerta de la habitación de su marido, esperó, sin que viese ni oyese nada. Creyó que dormía, y esta idea lo tranquilizó un poco. Volvió a su estancia y pasó el resto de la noche medio despierto, dominado por una agitación que nada podía calmar.

Yoongi no estaba en su cuarto ni dormía. Encerrado en el despacho, debajo precisamente de la habitación de Jimin, no ignoraba que las consecuencias de su encuentro con el duque podían ser graves. Los cuatro testigos habían conferenciado aquella misma noche, y como la cuestión era sencilla dentro de su importancia, el acuerdo fue inmediato.

A pesar de las desoladas súplicas del señor Jung, que a toda costa quería evitar el duelo, se convino en que tendría lugar a las ocho de la mañana, en el límite de los bosques de Pont-Avesnes y de la Varenne, en la encrucijada de los Estanques. El arma elegida por Chanyeol fue la pistola. La distancia, treinta pasos y disparando a voluntad. Yoongi admitió sin repugnancia estas condiciones. Aunque poco práctico con la pistola, era un notable tirador de escopeta, y seguro de su puntería, imaginaba con feroz alegría que al arriesgarse a recibir la muerte estaba casi cierto de causarla.

Yoongi se entregó a una profunda meditación. Examinó con lealtad su conducta, atormentándole la idea de haber sido tal vez demasiado duro con Jimin. En aquella hora suprema le inspiraba una gran compasión el alma turbada del rubio. El altivo esposo que tan duramente le rechazó un día, ahora era humilde, cariñoso y abnegado, gracias a la dura prueba que le había hecho sufrir. Tenía, pues, derecho a creer que, de vivir, Jimin se dedicaría en cuerpo y alma a su cariño, y de morir, lo recordaría eternamente.

AMOR Y ORGULLO || YoonminWhere stories live. Discover now