Capítulo 3

338 72 88
                                    

Nunca fui una persona muy apegada a la naturaleza.
Vivía en una burbuja la mayoría de tiempo, no tenía amigos, pues no iba a la escuela.
No salía a otro lugar que no fueran boutiques, cada fin de semana que mi madre recordaba de que tenía una hija.

Todo lo hacían por mí, si no había quienes masticaran mi comida es solo porqué mi madre es lo suficientemente quisquillosa con las bacterias y gérmenes como para no permitirlo.

Se me hace difícil no sentirme mal al pensar en ello, pues aunque me gustaa mi vida, realmente no sé hacer cosas tan básicas como cocinar.
Y es frustrante el querer ser útil, pero solo poder apartarme para no ser un estorbo
Por lo tanto, ayudar a prender la fogata, o ayudar a preparar lo que vamos a comer, es una tarea casi imposible para mí. Por lo que prefiero montar mi carpa y no dejar en evidencia lo inexperta que puedo ser.

Aunque nunca había armado una tienda de campaña, mi memoria fotográfica me ayudó mucho a hacerlo, solo tuve que leer las instrucciones una vez para saber cómo funciona todo.

Convivir con los chicos es mucho más entretenido de lo que quisiera admitir, tenemos un montón de grupos esparcidos por el bosque, según la Superiora Teresa, saber resolver bien un problema de matemáticas o aprender a analizar un texto no eran relevantes cuando del mundo exterior se trataba.

Claramente lo dice porque todos acá tenemos una educación avanzada. Y porqué sin excepción alguna, todos podemos conseguir lo que quisiéramos con una sola llamada. Por eso, algo tan absurdo como pasar una noche fuera de un colchón de plumas es un martirio.

Pero eso me hizo amar a la superiora. En un día aquí, había vivido más de lo que en toda mi vida, al menos que recordara.
Nunca creí desear estas experiencias, estoy viviendo lo no sabía que necesitaba vivir, pero al hacerlo, no puedo entender como no lo hice antes.
Todo es muy sencillo, solo había que cumplir unos simples pasos.

1- Montar una fogata.

2- Montar el campamento.

3- Sobrevivir la noche.

Aunque no todo es color de rosa, no me quejo, solo intento familiarizarme con el desconocido pero reconfortante entorno que me rodea.
El aire fresco, el olor a naturaleza, los paisajes.

Sin embargo el caso de los chicos es totalmente distinto.

Mientras que yo he montado mi carpa y dos más, ellos no paran de quejarse, por los insectos, la humedad, y porqué al parecer nadie se preocupó en traer almohadas.
Por dios.

Annie, por otro lado, montaba la fogata como una experta.

Mujeres al poder.

—Maldita sea, Arthur. Tienes que golpear la condenada estaca que sostengo, no mi mano.— Suelto exasperada, tras alejar mi mano en último momento de sus intenciones de quebrármela con la piedra.
Me hubiese machacado la mano, y yo le habría machacado el pen...
—Tan machotes que se ven y ya se están muriendo.- Dice Asher, el si estaba haciendo las cosas bien. Estaba acostumbrado, si bien su padre y nuestra madre tienen mucho dinero, el no es tan dependiente a las comodidades que este nos proporcionaba. Es distinto a mi, no tuvo que recuperarse de ningún accidente, por lo tanto vivió libre los dos años que yo estuve como Rapunzel.

—Y eso que no llevamos ni dos horas fuera— Se burla Annie.

—No me digan cosas feas, mal agradecidos, yo traje malvaviscos para asar en la fogata- Presume Abiel, sosteniendo las bolsas de dulces e inclinándose, como si estuviera recibiendo una ovación.

-Eso no es nada comparado a lo que yo pude traer- Dijo Alexander poniendo a la vista, tres botellas de vodka.

Demasiado alcohol. Somos siete chicos, no siete alcohólicos.

Conexiones OscurasWhere stories live. Discover now