Su mano se detiene en mi brazo.

−Pero objetivamente hablando, sería lo mejor.

−Puedes morir en el proceso por una hemorragia o quedar con daños irreparables, Lucy. Me niego a perderte, como perdí a mi madre. Y tampoco tendría corazón para matar a un hijo nuestro, ninguno de los dos sería capaz.

−Lo sé, ninguno de los dos podría hacerlo. Entonces ¿lo mantendremos oculto? ¿Por cuánto? ¿Por catorce años? ¿Y si el parecido de nuestro hijo contigo es tan grande que...?

−No pienses en eso ahora. Lo mantendremos en secreto el tiempo que sea necesario. Ya pensaremos en algo. Escucha con atención, cariño –le pido–; existen posibilidades de que me asciendan y de ser así, tendría algo más libertad, tal vez hasta podría verte más seguido, o por más tiempo cada día. Podemos hacerlo funcionar.

−Desearía que fuera una falsa alarma.

−Tal vez lo sea y ni siquiera debamos considerar medidas extremas. Voy a prepararte un té, incluso aunque te niegues a comer, deberías tomar algo.

−No deberías estar cuidando de mí, no debería preocuparte de este modo.

−¿Y que supone que hacen los novios, si no es cuidarse mutuamente cuando se sienten mal? Tú harías exactamente lo mismo por mí.

Lucy sonríe débilmente.

−¿Qué hice para merecerte?

−No apuntes tan alto. Estar conmigo es como una maldición dadas las circunstancias.

−Pero te amo. No me importa si eres o conveniente para mí, aparte en este momento yo soy peor para ti.

−No hables así de ti misma. ¿Está bien? Ambos somos responsables de esto y si se confirma, asumiré las consecuencias de mis actos.

Me pongo de pie, dejándola sola. Esto ya es lo suficientemente difícil de por sí, como para que sigamos discutiendo sobre quien es el más culpable de los dos. Cuando vuelvo a su lado con té de hierbas, miel y azúcar, ella se sienta con la espalda bien apoyada en el respaldo y me coloco a su lado y bebo de mi propia taza.

−El tuyo está más dulce.

Supongo que necesita algo que la active. Ella lleva la taza a su nariz y sonríe.

−Está caliente.

−Deja que se entibie un poco.

−No, está perfecto, tengo frío.

No está frío dentro, pero Lucy no ha comido casi nada en días y eso me preocupa, toco su brazo y su piel está helada, incluso a pesar de que mantiene la manta doblada pegada a su cuerpo.

−Lucy, esta noche vas a comer, quieras o no. No importa que luego vomites la comida, debes alimentarte.

De hecho, ella está más pálida de lo que la vi bajo los rayos del sol en la pradera, sin la luz brillante y natural del exterior, parece tener piel de tiza blanca. La última vez que como ahora fue para los Juegos del Hambre cuando aún estaba en el zoológico y no comía casi nada.

−¿Y si no? –contesta con voz débil.

−Si no, te daré de comer yo mismo. Me estás preocupando demasiado.

Ella se limita a beber su té en silencio por los siguientes minutos.

−Lo intentaré −dice con desgana para que no le siga reclamando por ello. Lo dejo pasar solo porque no se siente bien y no quiero que vuelva a llorar.

−Me quedaré contigo hoy y mañana. Me debo reportar antes del mediodía, pero puedo venir en la tarde un rato.

−¿Entonces no te irás por mucho tiempo?

−Solo por unas horas. Volveré para acompañarte.

Ella sonríe y deja la taza ya vacía en la mesa baja. Se aferra a mi brazo y entrelaza nuestros dedos, apoyando su cuerpo a mi costado.

−Me sentiría peor si no te tuviera a mi lado –admite.

−¿Te sentiste muy sola estas semanas?

−Mucho, pero no quise decirte nada para no arruinarte el día. Tú también tienes tus propios problemas y compromisos. Aparte, no creí que fuera esto la última vez que te vi, o más bien, no le di importancia.

Se refiere a ese día que estuvimos juntos en el subsuelo y me dijo que había bajado a descansar porque se sintió mal. Pensé que no era grave considerando lo que pasó en esas horas, razón por la que ni siquiera se lo mencioné a Sejanus. Ella omitió el hecho que le venía pasando seguido.

−Lucy Gray –murmuro−, la próxima vez no me ocultes nada. Necesito saber cada pequeña cosa que te pase, porque no puedo estar contigo todo el tiempo para descubrirlo por mí mismo y cuidarte.

−¿Estás molesto?

−Un poco, más conmigo mismo que contigo... por ponerte en esta situación.

Palmeo mis piernas, coloco una almohada encima y ella entiende lo que le pido, así que se acuesta justo encima de la almohada y la tapo con una manta extra que encuentro en un estante al lado del sofá.

−¿Mejor? ¿Aún tienes frío?

Lucy me mira desde su posición.

−No tanto.

Sonrío.

−Bien, ahora duerme –le pido. 

Acaricio su rostro con una mano, apartando el cabello; y con la otra, sujeto su mano con firmeza. Luego de unos minutos de caricias y una breve charla, ella se duerme.

Me entretengo viendo la televisión a un volumen bajo para no despertarla. Como siempre, nada interesante. Uno diría que luego de cinco años algo en el Capitolio, habría cambiado, pero todo sigue igual. Ni siquiera en Los Juegos del Hambre se ha aportado ningún cambio significativo, al parecer los pocos progresos que hicimos con Lucy Gray y Sejanus quedaron estancados ahí. Los tres no existimos para el Capitolio, con Sejanus nunca fuimos mentones, ni Lucy fue tributo y vencedora. Sin embargo, la Doctora Volumnia Gaul, no quiso abandonar la idea de los mentores, las apuestas y patrocinios. En cuanto al trato que les dan a los tributos no estoy al tanto, tal vez ahora si los alimentan desde el primer día, al darse cuenta que unos tributos débiles por la falta de comida y agua no duran en la arena. Hago un repaso mental de los últimos Juegos del Hambre desde que ganó mi novia. Salvo un año, en los demás llegaron vivos a la arena todos. Sí, deben estarlos alimentando y puede que los hagan dormir en un mejor lugar... más higiénico y seguro.

La nueva cosecha será en breve, un mes como mucho y la historia se va a repetir. Lo mismo de cada año, más muertes y sangre, pero ya no hay ninguna Lucy Gray Baird para darle vida a los Juegos del Hambre. Ningún tributo ha logrado captar la atención o ganarse el amor de la gente con su sola presencia como lo hizo ella en su momento.

Bajo la mirada y se me forma una pequeña sonrisa al verla dormir. Al menos ambos sobrevivimos a ese infierno, ahora estamos lejos de doctoras dementes y decanos vengativos. Muchas cosas han cambiado desde entonces. Una vez que me resigné a mi destino en el Distrito Doce, fue más fácil aceptar todo lo demás. No sé para quien fue peor, si para Sejanus, o para mí, ya que nos afectó a niveles diferentes. Ser Agente de la Paz lo llevé mejor de lo que esperaba, a diferencia de Sejanus; pero yo seguía con un pie en el Capitolio, el único lugar que siempre consideré propio hasta hace unos años atrás, a diferencia de él, yo no conocía otra cosa; y me resultó complicado aceptar que nunca volvería allí, ni vería a mi familia. Tal vez, si no fuera por Lucy, quien ha sido un gran apoyo para mí en este tiempo, seguiría igual.

Mientras pienso en eso, alguien entra por la puerta sin avisar y al ver que es su prima siento alivio. Le hago señas para que no hable y ella asiente, simplemente se acerca a mí y me pasa una bolsa de papel marrón que guardaba en el bolsillo de su abrigo y baja la mirada para ver con cierta tristeza a su prima, antes de dejarnos solos nuevamente.

Sin hacer apenas ruido, me fijo que trajo unos recipientes para muestras de orina y pruebas de embarazo diferentes, como si huibiera agarrado todas las marcas que tenías disponibles en la farmacia solo para estar más seguros del resultado de las pruebas. Abro una de las cajas para leer el indicativo y leo que es preferible realizarlo a primera hora del día. Es definitivo, mañana sabremos la verdad. Podemos suspirar de alivio, o preocuparnos por como enfrentaremos esta situación en el futuro, dependiendo de unas simples rayitas en estas pruebas.

PÁJAROS CANTORES Y ROSAS (CoryoxLucy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora