Capítulo 8

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Talía no sabía a ciencia cierta qué contarme sobre Áureo. Solo se dejaba llevar por lo que los demás decían de él. Si todos mencionaban lo mismo, entonces tenía que ser cierto, o al menos eso afirmaba.

Yo no podía contradecirla porque incluso en la capital las personas se dejaban llevar por los chismes sin comprobar qué cosas eran ciertas y cuáles no. La gente está acostumbrada a escuchar rumores, pero muy pocos hablan de lo perjudiciales que son. Sobre todo para los que están metidos en ellos.

—¿Tú sabías que el hijo de Don Lupe es jotillo? —bajó la voz, como si me contara un secreto importante.

No me gustaba aquella palabra, pero fingí que me daba igual. Me incliné un poco más hacia ella para escucharla mejor, ya que el tema parecía confidencial y ninguno de nuestros familiares tenía que oírlo.

Para contestar a su pregunta, arqueé las cejas y asentí muy ligeramente antes de mencionar que Joel y sus amigos lo comentaron en algún momento. Yo no me sabía la historia completa, solo la parte del bullying que a diario veía.

—Pero ¿cómo sabes? —Fui directo para hacerla hablar.

—En la escuela me dijeron —contestó con confianza—. Todos lo saben.

Áureo solía ser parte del grupo de amigos de Joel desde que iban en secundaria. Chicos que se dedicaban a perder el tiempo, a divertirse y a causar problemas en el pueblo y la escuela. Aquello me sorprendió bastante.

En ese entonces no eran cuatro problemáticos, sino cinco. La reducción a tres, sin incluirme, tenía mucho que ver con el incidente que mi prima me contó...

El semestre previo a mi llegada un chico llamado Hugo dejó el pueblo y se mudó a la capital para vivir con una supuesta tía suya. Era el quinto sujeto del grupo de amigos de Joel.

Hugo no era tan problemático como Joel y sus dos asistentes, pero tampoco tan tranquilo como Áureo. Hugo era un balance entre dejarse llevar por cosas indebidas, y razonar cuando las consecuencias podían rebasarles. Justo lo que necesitaba Joel, justo lo que necesitaba Áureo.

La noticia de su partida sorprendió mucho a los alumnos que lo conocían. Pero los motivos me resultaron todavía más sorprendentes.

—Áureo acosaba a Hugo porque le gustaba —comentó de repente—. Por eso Hugo se mudó.

Enarqué las cejas, me quedé callado solo por un momento, analizando sus palabras. Aquello no sonaba bien, pero tampoco en serio. Talía me observó, quizás satisfecha por conseguir llamar mi atención con aquel chisme. Era la primera vez que nos poníamos a platicar solo nosotros dos, pues teníamos ya un entorno en común.

—¿Y cómo se enteraron? —Lo que me contó no me fue suficiente para calmar mi curiosidad.

Ella solo alzó los hombros, mirando hacia la ventana detrás de mí.

—Quién sabe —A ella ese tema no parecía interesarle mucho—. A mí me lo contaron mis amigas.

Tuve que conformarme con eso, aunque no supiera cuánta verdad hubiera en sus palabras, pues si bien los rumores siempre tenían algún porcentaje de veracidad, otra parte también podía ser falsa, una malinterpretación, una forma de exagerar las cosas.

Después de que aquel incidente viera la luz, tan solo dos días antes de la mudanza de Hugo, Joel quiso tomar acción por su cuenta, pues la situación lo molestó demasiado. Nadie supo jamás qué fue lo que sucedió exactamente. Solo vieron a Áureo llegar golpeado a la escuela al día siguiente. Y más tarde el tiempo también probó que su buena relación estaba extinta.

El aroma a lavanda [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora