Capítulo 8

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— ¡Julieta! - grito Gilbert para seguirla pero la mano de Bash lo paro.

— No nos podemos separar, vamos juntos. - dijo mirando ahora a las dos mujercitas.

Las amigas de Mary le dieron una botella de agua a Beth, otro abrigo y la dejaron que se vaya con el resto.

— Ten cuidado pequeña. - dijo una de las mujeres.

— Gracias. - agradeció Beth.

Anne le pidió permiso para abrazarla de costado, y así fueron avanzando por las calles.

— ¿Creés que ha ido a buscarlo? - pregunto con duda Bash.

Gilbert lo miro con la ceja alzada. — Está claro que sí.

— ¿Pero a dónde? - pregunto mirando a todas partes.

Pero un grito les llamo la atención a los cuatro, provenía del bar de Pedro.

Pero un grito les llamo la atención a los cuatro, provenía del bar de Pedro

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Pedro vio con duda cuando Julieta entro a su bar.

Julieta avanzó como el diablo buscando almas que poner a trabajar, y ahí lo encontró.

Se sentó en frente de él con una sonrisa extraña.

— ¿Así que lo has pensado? - pregunto el señor que se le había insinuado antes.

— Lindo reloj. - dijo viéndolo que sobresalía de su abrigo azul.

Él la miro raro. — ¿Ah okey? - dijo dudoso y tomo de su bebida. — ¿Lo quieres? Por una noche es todo tuyo. - le dijo sonriendo de lado.

— ¿Que sociedad no? - pregunto mirando a los presentes. — Creen que su género puede hacer y deshacer. - sonrió negando con la cabeza. — Pobre infeliz quien lo piense, y más quien cree ser poderoso.

La mayoría la veía con duda, más el tipo que tenía en frente.

— Que una mujer pase por delante tuyo, no te da el derecho de nada. Menos una niña. - dijo viéndolo a los ojos. — 13 años tiene la niña que les has dejado un moretón. - dijo seria.

Vio como se estaba por levantar pero su auto reflejo fue más rápido y lo paro.

El hombre soltó un gritó al ver como dos cuchillos, aterrizaron en las mangas de su abrigo.

— Siéntate, no he terminado. - dijo seria viendo cómo se terminaba sentando y la miraba con odio.

— Oh cambia esa cara, yo no te hice nada. - dijo con simpleza y agrego. — Yo no fui quien te toco sin tu permiso, o te ha golpeado solo por ver la realidad. - le dijo moviendo el cuchillo.

— ¿Vas a dejar que una puta venga a ensuciar tu bar? - pregunto gritando al dueño.

— Yo te lo advertí. - dijo Pedro, y siguió con sus bebidas.

— ¿He oído mal? ¿Me has llamado puta? - dijo sonriendo.

Él permaneció en silencio.

— De todas formas puta no es un insulto, pero no estás preparado para esta conversación. - dijo Julieta con una ceja alzada.

— ¡Lo entiendo! Yo no tuve la culpa de que estuviera sola en la calle. - dijo alterado.

Julieta asistió y vio como Pedro la miraba, se levantó del asiento y caminó hasta él.

— Una. - le dijo tomando una cerveza y dejándole unas monedas.

Él le devolvió otras monedas como el cambio.— Haz lo que tengas que hacer, no te preocupes por la limpieza. - le dijo serio y miro mal al hombre atrás que exigía que le saque los cuchillos.

— Vale. - tomó otro trago y se acercó para sacar de golpe los cuchillos. — No me preocuparé, porque no volverás a tocar a ninguna. - dijo para clavarlos en el medio de sus manos.

Sangre salió salpicada por todos lados, mientras él gritaba.

— Que os quede claro que la víctima nunca tiene la culpa de cómo estaba vestida, ni dónde estaba, ni la mierda con la que lo quieran excusar. - dijo Julieta en voz alta mirando fijamente al hombre. — A la mujer no se le toca sin su permiso.

Escucho como Pedro de nuevo aplaudía y salió con la frente en alto del bar.

Encontrándose con cuatro personas que la miraron con orgullo y miedo a la vez.

— Volvamos a casa. - dijo pasando de largo.

Gilbert llegó a su lado y le agarro la mano, mientras le dejaba un beso.

— ¿Estas bien? - le pregunto. 

Ella asintió.

— Ya veo que no necesita que mate algún dragón por usted. - dijo mientras seguían caminando.

Julieta lo miró sonriendo y suspiró. — ¿Lo ha visto? - le pregunto en tono bajo.

— Sí, pero no te sientas mal. Sabe que lo hiciste por protegerla. - le dijo en otro tono bajo.

— En la ciudad siempre hay algún carro. - aviso Bash que iba atrás con las pequeñas.

Se dirigieron en silencio mientras llegaban al lugar, encontrándose efectivamente con un carro.

Gilbert se iba a sentar a un lado de Julieta, pero la mano de Beth lo paro.

— ¿Puedo sentarme con ella? - pregunto en tono bajo.

Gilbert le sonrió y asintió, dejándola pasar.

Beth se acomodó al lado de Julieta, al instante la mayor rodeo el cuerpo de ella.

— Me lo hubieras dicho hoy a la mañana. - dijo Julieta rompiendo el silencio.

— ¿Lo podemos hablar en casa? - pregunto en un tono bajo.

— No, te debe dar vergüenza no sé... Mentirle a tu hermana, por ejemplo. - le contesto.

— Perdón. - dijo en otro tono.

— No es un pecado hablar del período. - volvió a hablar Julieta.

— Marilla dice que es producto de Dios pero no todos deben saberlo. - le dijo Anne.

— A ustedes igual les estoy hablando. - dijo mirando a Gilbert y Bash. — Cuando tengan hijas, tendrán que darle una charla y ayudarlas.

Gilbert se puso colorado, mientras Bash la veía sonriendo.

— Si cuando tengan hijos. - dijo Bash mirando a su amigo.

— ¿Señor usted tiene hijas? - le pregunto Julieta al que conducía.

El señor se rió. — Sí, y fue terrible cuando les llegó el temeroso, llamado período. Hubieras escuchado a mis hijas gritar, sin saber que hacer, pidiéndole perdón a Dios.

— ¿Ves? Es normal hablar del período. - le dijo a su hermana menor.

— ¿Mamá te ayudo? - pregunto en un tono bajo.

Julieta hizo una mueca. — Ella ya no estaba cuando me bajo por primera vez. - le contesto.

— Bueno... ¿Quién tiene hambre? - pregunto Bash.

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25/12/2020

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Luana, cambio y fuera.-.

La manzana prohibida - Gilbert BlytheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora