Prólogo

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— ¡Apúrate! - ordenó la hermana mayor, recogiendo las prendas que encontraba en el mueble

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— ¡Apúrate! - ordenó la hermana mayor, recogiendo las prendas que encontraba en el mueble.

— ¿Me puedes decir que está sucediendo? - le preguntó Beth, la hermana menor.

— ¿Confías en mí? - le preguntó tomándola de los hombros.

— Sí. - le dijo segura mirándola con ternura.

Era más su madre que su hermana.

— Nos tenemos que ir, te lo explicaré pronto. - le dijo y siguió guardando sus cosas.

Ya tenían las valijas, eran más de lo que pensaba, tenía que llevarse las cosas de su madre. Él no se quedaría con sus cosas.

Las hermanas salieron afuera, ahí las esperaba Thomas, un amigo de la hermana mayor.

— ¿Están listas? - preguntó con una sonrisa triste.

— Si. - dijo Beth pero su hermana negó con la cabeza.

— Ya vengo, estén preparados. Salgo y nos vamos rápido. - les ordenó y volvió a entrar a la casa.

Un nudo se le formó en la garganta, la madre había elegido esa casa.

Se apresuró en entrar a la oficina, que le pertenecía al padre, vio los papeles arriba de la mesa.

Certificados de casamiento.

— Te confundiste en pensar que podías con nosotras. - dijo segura y procedió a sacar el encendedor.

Tomó los papeles y comenzó a prenderlo fuego, viendo cómo la llama se agrandaba cada vez más.

La soltó encima de la mesa, comenzó aprenderse todo lo que se podía de fuego.

Antes de irse vio un marco, se acercó y saco la foto, no merecía tener ni un recuerdo de su madre.

Con una sonrisa salió de la casa, subiéndose rápido al carro y avanzaron por las calles.

— ¿Y a dónde irán? - preguntó Thomas, mirando a la mayor.

— A Battleford. - dijo segura.

— ¿Tan lejos? - preguntó Thomas viendo cómo Beth igual estaba sorprendida.

— En el bar conocí a una pareja que vive ahí, nos van a aceptar unos meses hasta que nos podamos adaptar bien. - explico.

— Será una aventura. - dijo Beth sonriendo.

Nadie habló hasta llegar a la parada de tren.

Thomas abrazo a las dos hermanas y les dejo algo de plata, acción que la hermana mayor no se lo acepto.

— Tenemos, cuídate. - le dijo con una mini sonrisa.

— Ustedes igual, las voy a extrañar. - les confesó.

La manzana prohibida - Gilbert BlytheWhere stories live. Discover now