Capítulo 2

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Londres, 29 de septiembre del 2007

El ambiente se sentía tenso. Nadie lo podía negar. Viola me veía atenta a lo que fuera a decir o hacer, mientras que Víctor apreciaba las facciones tensas del príncipe inglés.

—¿Ustedes ya se conocían de antes? —preguntó mi amiga para romper el hielo.

—No.

—Sí.

Respondimos al mismo tiempo.

Intenté relajarme para no perder la cordura, pero el alcohol y la cólera que tenía no me ayudaban en lo absoluto.

—Quiero decir, nos topamos abajo en la pista, eso es todo —afirmé mientras observaba su ropa. Ya no tenía la mancha en su camisa: tenía puesta una nueva. ¡Qué rápido se cambió! ¿Tendría algún repuesto aquí en este bar?

—En efecto, ya nos cruzamos abajo —habló esta vez el príncipe, cierto, aún no sé su nombre— Sin embargo, no nos hemos presentado formalmente —extendió su mano hacia mí— Soy Su Alteza Real El Príncipe Erick.

Me demoré varios segundos en corresponder el gesto. Pese a que su título rimbombante no me intimidó en lo más mínimo, lo que mataba de él era su porte: era tan alto como Víctor y su cuerpo debajo de la camisa parecía estar en forma; su cabello castaño dorado estaba más corto de los lados, pero un poco más crecido por encima, le quedaba bien. Sus facciones eran suaves y delicadas, pero la barba un tanto crecida lo hacía ver varonil. Ni que decir de su marcada mandíbula que con la sola tensión de su rostro resalta haciéndolo lucir muy atractivo. Pero sin lugar a duda, lo que llamaba jodidamente mi atención eran sus penetrantes ojos verdes. Tenía unas pinceladas amarillas y brillaban como si fuesen esmeraldas recién pulidas. Su mirada fuerte e hipnotizante complementaba su atractiva anatomía.

Después de perderme un par de segundos en su cuerpo, recapacité en su mano extendida hacia mí. La tomé y de inmediato, y para mi desconcierto, una corriente eléctrica nació de su tacto y recorrió mi cuerpo entero, como si hubiera introducido mi dedo en el tomacorriente. Puedo asegurar que a él también lo invadió la misma sensación: sentí un ligero temblor en su apretón.

Tenía que presentarme ya: no quería seguir sosteniendo su mirada y mucho menos su mano.

—Mucho gusto, Su Alteza Real —decir aquello me costó bastante— Soy Luis Ángel Inchausti —traté de sonar lo más normal y calmado posible, pero por la cara de Viola parece que fracasé. Luego de la introducción, lo solté. La tranquilidad volvió a mi cuerpo.

—Por favor, llámame Erick —indicó soltando una sonrisa de comercial de pasta de dientes. ¡Dios! ¡qué hermosa sonrisa!— Eso de Su Alteza Real es solo para situaciones formales. Y a juzgar por el lugar, no creo que amerite llamarme por mi título. Pero sí te sientes incómodo, puedes decirme señor. Aunque claro está que así se deben referir a mí luego de Su Alteza Real —terminó de explicar el protocolo de saludos sin perder la sonrisa.

Suspiré levemente y sonreí lo más cortés que mi hipocresía me lo permitía.

—Está bien, Erick.

—Ya ves, no era tan difícil después de todo —tomó un sorbo de su trago sin perderme de vista. Luego se giró hacia su amigo— El lugar quedó perfecto, Víctor. Sabía que podía contar contigo para solucionar el tema de la fiesta —le agradeció al moreno dándole una palmadita en la espalda.

—Me alegro de que te haya gustado. Sabes que siempre puedes contar conmigo, amigo mío.

—Lo sé —contestó mientras volvía su atención hacia mí, de nuevo— Cuéntame, Luis Ángel. ¿A qué te dedicas? —preguntó mientras me analizaba con su mirada, como si esperara a que cometiera el más mínimo error para sacármelo en cara.

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⏰ Última actualización: Oct 23, 2023 ⏰

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