Sigo sin pertenecer

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«Tiene que ser una broma»

¿Un jet privado? ¿Es en serio?, ¿no podíamos viajar como la gente común y corriente?

— Yo... creí que iríamos en...

— ¿Algún problema? — me interrumpe, alzando las cejas.

— No... da igual — «Con tal de que lleguemos lo antes posible», me faltó agregar.

— Genial — Sonrió y me dejó subir primero.

El jet para solo nosotros tres era bastante amplio; las paredes blancas y todos los muebles eran de un color café oscuro, el resto increíblemente lujoso por donde lo vieras. Demoramos un poco en despegar, mi padre en el asiento del frente se me quedó mirando serio, con una arruga en la frente.

— ¿Cómo estuvo la fiesta de ayer, James? — preguntó dejando a un lado su computadora y haciéndose un té, seguro que para distraerme.

— Bien — Fue mi respuesta.

En realidad, la fiesta había sido un asco, me pasé la noche entera imaginando lo que sería de mi vida al día siguiente y lo que estaría dejando atrás. Es más, lo último que recuerdo de ella antes de emborracharme fue haber estado bailando con una rubia que ni conocía.

Como sea, al único que culpé fue a mi queridísimo padre, por reaparecer.

— Hijo, ¿seguro no quieres nada para comer? Puedo decirle a Andrews que prepare algo en la cocina — Me ofreció como si el hombre vestido de pingüino no estuviera a dos metros y negué con la cabeza.

No me gustaba la palabra «hijo» saliendo de su boca, no se lo merecía.

Se hizo silencio hasta que la señal de abrocharse los cinturones volvió a encenderse. El piloto nos habló y lo único que logré entender por medio del parlante era que estábamos a punto de aterrizar.

Volvieron los nervios...

— Sabes, viajar era el pasatiempo favorito de tu madre — soltó de repente, sonriendo como si un recuerdo viejo le volviese a la mente —. Le encantaba sentarse al lado de la ventanilla, siempre la dejaba abierta para ver el paisaje desde lo alto...

Era la primera vez que le oía hablar de mi madre, ¿qué mosca le había picado?

— ¿Antes de que nos abandonaras? — Eso había sido un golpe bajo, lo sé, pero disfruté tanto ver cómo dejaba de verme para agachar la cabeza y con una expresión de dolor replicar:

— Hijo, yo sé que...

— Para ti soy James — aclaré, su cara fue todo un poema, lo que me animó a continuar —, y ni te molestes en explicar lo que pasó ese día. No quiero escucharlo.

Abrió la boca y la volvió a cerrar, se limitó a asentir y leer algo en su móvil. En otra realidad quizás me hubiera disculpado por ser tan rudo, pero él no era más que un desconocido para mí, con quien muy pronto me vería forzado a vivir bajo el mismo techo.

Luego de unos minutos el avión comenzó a descender, haciendo ruidos molestos y movimientos bruscos. Ajusté mi cinturón y con fuerza me sujeté al asiento, como si mi vida dependiera de ello. Sentí como de a poco íbamos tocando el suelo y me hizo gracia ver a Vincent luchando contra sus nervios también.

Algo de mi madre que no tenía idea era su gusto por los aviones, a diferencia de ya sabemos quién sé por qué los odio tanto.

[...]

— En serio, yo las subo — le dije por enésima vez a Andrews, que se mostraba igual de incómodo que yo con que dejara mis maletas dentro de la casa.

Tú decidesWhere stories live. Discover now