¿Cómo?
No entendía nada.

Las personas morían a diario, pero cada uno de los casos tenían una razón, y la mayoría de ellas era enfermedades o asesinatos. La idea de que fuera la última me ponía los nervios de punta, porque yo nunca supe que él estuviera enfermo además de la enfermedad que compartíamos, pero esa no era mortal, por lo que mi mente comenzó a procesar miles de opciones.

Pero como siempre, nada de lo que podía creer que pasó fue así.

—¿Cómo?

Fue lo único que pude articularle a mi hermano que aún seguía hasta más ido que yo.

—Se… se… —apenas pude percibir cuando mi hermano trago duro.

—¿Se queeee? Marcus —me exaspere.

—Suicidó.

Justo ahí, justo ahí mi mundo se vino abajo, esa brecha que yo había olvidado y que no me había preocupado en sanar termino por abrirse más, y mi corazón comenzó a cada tanto saltar los latidos de lo ya dañado que había quedado, las heridas sanadas de un golpe comenzaron a escocer sin yo poder evitarlo.

Parecía un chiste de mal gusto, justo cuando alguien me había sanado, cuando mi corazón por más preocupado que estaba, se encontraba mucho mejor que antes, pero olvide una herida, y el destino, la realidad o lo que sea me había dado una cachetada.

—No, no, no, no, no —comencé a jalarme los cabellos con desespero —Eso no puede ser —Caminaba de un lado a otro

—Camila —mi hermano intento tocarme.

—¡NO! —grité —Y una mierda, eso no puede ser cierto, ¡NO! —estaba temblando.

Entonces cuando menos lo pensé la puerta de abrió, mi madre estaba en la entrada viendo la escena frente a ella muy sorprendida, y justo detrás de ella estaba él.

¿Que hace aquí? Me pregunté frunciendo el ceño confundida pero no le di la importancia que en realidad en ese momento no tenía.

—¿Qué pasa?

—Mamá —dijimos Marcus y yo al unísono.

Marcus tenía la vista pérdida, y yo ya no pude controlar las lágrimas y mis mejillas se humedecieron, lo que puso a mi madre un poco más alerta.

—¿Alguien me va a decir que es lo que pasa?

—Papá —fue lo único que dijo Marcus, justo como lo había hecho conmigo.

—Dime que no, dime qué no Marcus Lewis —repitió mi madre un poco desesperada.

Me confundí como nunca, pero de inmediato todo tuvo sentido. Ella lo sabía, los dos estaban al tanto de lo que pasaba, siempre supieron de él, y suponía que para mi madre sacar tal conclusión significaba que sabían más de lo que yo creí en ese momento.

—No puedo decir eso mamá —se acercó a ella y la abrazó..

—NOOOOO —el alarido que dio mi madre hizo estremecer a quien aún se permanecía detrás de ella con los ojos demasiado abiertos.

Caí de rodillas, nunca creí que algo así pasaría, los recuerdos que tengo de él son de una persona fuerte, implacable e invencible.

¿Cómo podía una personas así acabar con su vida?

No pude retener más los sollozos que escaparon de mi boca, la mitad de mi vida no estuvo, y tuve un concepto muy mal de él, y solo de pensar que nunca intenté saber de él, como estaba, porque se había marchado sin pensar en mí, en Marcus o en mi madre, me hacían sentir miserable.

Esa Camila que quedó despues de que se marchó que anhelaba saber de su papá, del papi con quien quería hablar, sentarse en sus piernas, abrazarlo y llenarlo de besos, que le diera todos los consejos que un padre le daría a su hija, y que la mirara mal cuando hiciera algo no debido, ya no estaba, esa Camila se esfumó cuando creció y se dió cuenta de porque él nunca estaba o preguntaba por ella.

Pero eso nunca quitó ese vacío de mi corazón, ese que poco a poco fui empujando al fondo, y tapando la brecha que dejó en el con cualquier otra cosa, y a pesar de todo yo no podía dejar de anhelar a un padre en mi vida,no obstante, el hecho de que no hubiera movido ni un dedo para que de sus labios saliera una explicación, un lo siento o por lo menos un rechazo,solo lograba que yo misma me viera como un ser… un ser capaz de sentir amor de hija hacia la persona que le dio la vida.

Y el que estuviera muerto me partía el alma, la Camila qué quería a su padre siempre con ella salió a flote y exploté, lloré, lloré en silencio, no me creía digna de llorar por una persona a la que nunca me importó darle una oportunidad.

Después de unos minutos en el piso, llorando tan callada por la cobardía de mi padre al acabar con su vida de tal manera, sentí unos brazos rodeándome, esos brazos que conocía muy bien, pero que hacía mucho no me rodeaban como lo estaban haciendo en ese momento.

Me tense, pero él no tenía la culpa, y la que alguna vez tuvo, ya le había quitado ese peso tan grande encima. El aroma que Daniel desprendía me recordó lo reconfortante que era estar entre sus brazos.

—Camila —escuché la voz de Marcus —Papá dejo ésto para ti —tendió en mi dirección un sobre blanco, que podía apreciar que decía algo por fuera, imaginaba que era mi nombre.

—¿Para mí? —dije intentando levantarme, pero Daniel al darse cuenta me ayudó, y aún no decía palabra alguna.

—Dice tu nombre —tomé el sobre y corroboré lo que mi hermano decía.

Mi corazón una vez más siguio saltandose latidos, mis ojos se llenaron otra vez de lágrimas y yo, yo me sentí una vez más tan miserable que me daba hasta pesar leer la carta, saber que siempre me tuvo presenten y yo solo decidí olvidarlo.

—Hija… —mi madre intento hablar conmigo y yo solo me di la vuelta comenzando a subir los escalones tan lentamente que me dolía cada paso que daba al saber que al llegar a mi habitación tendría que leer las palabras que Marco Lewis había dejado para mi.

Al llegar y hacer el esfuerzo de abrir la carta, y darme cuenta que eran varias hojas porque las letras debían ser lo suficientemente grandes para que pudiera leerlas solo me hizo llorar más, sabía que lo hacía para facilitarme la tarea, lo que me confirmaba que siempre me tuvo presente y que a pesar de lo que había hecho yo me sentía una mala hija, y más al darme cuenta que Marcus si tuvo las agallas y el corazón de buscarlo.

Querida hija…

Comencé y ya nunca más pude parar de llorar por él.

Comencé y ya nunca más pude parar de llorar por él

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Si No Veo Tus Ojos [Corrigiendo]Where stories live. Discover now