10.

468 47 20
                                    

Mi reflejo era un ángel. Me miraba fijamente, sonriendo, con las manos lacias, al igual que yo.

Comenzaron a bajarme lágrimas por las mejillas, que dificultaban la permanencia de mis ojos abiertos.

Con pasos ruidosos y patosos el Doctor irrumpió en la habitación.

-Amy, recuerda que los ángeles están alterando nuestra mente y controlan esta situación. En la realidad que conocemos estamos en un estado parecido al de hipnosis. Si dejamos de mirarles aquí, moriremos realmente. - dijo sin perder tiempo, mirando a su también petrificado reflejo.

-Doctor, tengo miedo. Salgamos de aquí -comencé a sollozar- ¡por favor!

"Ven aquí, Pond" dijo abrazándome, dejándome descansar los ojos.

-¿Qué hemos de hacer, Doctor? -balbuceé entre sus brazos.

-Tengo una idea.

Dicho ésto, me soltó y dio varios pasos al frente, sin dejar de mirar al angel que le devolvía la mirada al otro lado del espejo.

-Creo que sólo hace falta romper la barrera entre las dos realidades. Y adivina dónde está- dijo alejandose de nuevo - Mirales un rato, Amy, ahora vengo.

Le hice caso sin rechistar. Sabía que lo iba a conseguir, siempre lo hacía.

El ángel del Doctor desapareció antes que pudiese darme cuenta, mientras observava el mío.

En pocos segundos el Doctor entró en la habitación con una silla.

-Será mejor que te apartes, Pond. -dijo levantando la silla por encima de su cintura con ambas manos.

Entonces lo entendí. Esos ángeles no eran nuestros reflejos modificados, eran los ángeles que nos mantenian en estado de hipnosis en la vida real. Al estar delante nuestro, podían controlar la situación. El Doctor iba a romper esta barrera, que vendría a ser la hipnosis causada, así volveríamos al mundo real.

Con un movimiento rápido y un golpe brusco, el espejo de rompió en mil pedazos, mostrando trozos de piedra reflejados en los pequeños cristales.

Como si el Sol estuviese entrando en la habitación, un destello de luz nos engulló y caímos al suelo helado.

-¡En guardia, Amy!- gritó el Doctor, desorientado, intentando señalar a los ángeles sin éxito.

-Doctor...han desaparecido.- dije con dificultad, frotandome los ojos.

Miró incrédulo el paisaje nevado y el espacio vacío delante nuestro.

-Parece que les hemos dado una lección.- dijo el Doctor sonriendo -¡Lo hemos logrado, Pond!

Me abrazó levantándome del suelo, mientras ambos reíamos.

-¿Cómo volvemos a casa?- pregunté -la Tardis está enterrada, si mal no recuerdo.- dije mirando mis manos levemente cortadas al cavar.

-Pequeña Amy...¿crees de verdad que un poco de nieve detendrá todo el tiempo y el espacio?

Sonrió ampliamente y un sonido muy familiar resonó detrás de mi.

Allí estaba, de un azul radiante, con sus ventanas claras a pesar de la extrema humedad.

-¿Un último viaje a casa, Amy Pond?

Me tendió la mano y juntos entramos en la cabina, que desapareció entre el cielo repleto de dulces copos de nieve, camino a casa.

One Last TimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora