"Sean" me llama. "¿Si?"

"¿Puedes buscar otro cambio de ropa?" Inmediatamente vuelvo tras mis pasos aún con el biberón en mano. Ingresando a la habitación donde duerme Dalia abro el closet, la nueva ropa que Ian le ha comprando se haya en este, muy organizada, por instinto abro primero las gavetas, ocho pares de ropa interior se encuentran en esta, tomando uno procuro dirigir mi atención a otra gaveta buscando ropa de dormir. Cuando la consigo y tengo el cambio de ropa, salgo de su cuarto.

Nuevamente en mi habitación me dirijo hacia la puerta del baño, tocándola nuevamente con los nudillos espero. La voz de Ian me indica que pase, tratando de ser lo más discreto posible, ingreso al baño.

Ian se encuentra siendo abrazado por Dalia. La jovencita está sentada en la encimera del lavamanos, permaneciendo aferrada a él parece no querer dejarlo ir.

"Voy a necesitar tu ayuda" pide viéndome desde el reflejo del espejo. Asintiendo espero que me indique que debo hacer.

"No ha querido soltarme" Dice "Voy a ponerla de pie para que puedas cambiarla"

Manteniéndome bajo del marco de la puerta, observo como Ian vuelve a levantar a Dalia, esta vez procura que sus pies caigan en el piso, ella permanece de pie aun aferrada a el como si fuera su único sustrato de vida, la leve música de piano se escucha cuando termino de acercarme.

Tomando la parte inferior de la pijama y la ropa interior que he sacado de su habitación, trato de ser lo más rápido  posible. Por un segundo permanezco quieto, debatiéndome cual será la mejor forma de quitarle la ropa mojada.

"Te cambiare rápidamente, linda" no puedo evitar hablarle. Siendo consciente que en este momento ella no me escucha. Mientras Ian la sostiene tomo las tiras del pantalón que ha mojado, despojándola de estos. Trato de hacer que el cambio de ropa sea lo más profesional, sin embargo, no puedo evitar observar un oscuro hematoma en su pantorrilla derecha.

Los acontecimientos y la vida de Dalia en general es incierta, tanto para Ian como para mi, no conocemos la razón por la cual estaba en la calle, a pesar de eso, ese gran hematoma es la base para que mi mente comience a generar un millón de hipótesis e ideas con respecto al por qué se encontraba en la situación en la que Ian la descubrió. Algunas hipótesis son más descabelladas que otras, pero por ahora es imposible descartar alguna.

IAN

Peligrosamente callada e ida, Dalia permanece en mis brazos. Sus ojos están quietos en un punto de la pared del baño mientras Sean la despoja de los pantalones mojados. Sus lágrimas se detuvieron hace unos pares de minutos atrás, sin embargo, temo el momento en el que comiencen a reaparecer.

Tomando un pequeño paño limpio, me estiro un poco, aun permaneciendo atrapado por los brazos de Dalia, sumerjo el paño en el chorro del lavamanos, luego de eso se lo doy a Sean quien rápidamente comienza a pasarlo por sus muslos internos limpiando los rastros de orín.

El pudor es algo inexistente en esta situación, ambos nos encontramos procurando la comodidad y el bienestar de Dalia, el estar empapada de este liquido no la permitiría recuperar comodidad.

SEAN

Permaneciendo completamente sumergido en mi tarea, procuro que la aparición del hematoma no me distraiga. A pesar de mantenerlo cien por ciento en mi mente procuro seguir ejecutando mi acción primordial, limpiarla y colocarle ropa seca.

Subiendo el pantalón de pijama veo como la larga camisa que llega puesta queda atrapada en el elástico de la pijama, elevando un poco su camisa trato de hacer que esta no continue atrapada por el pantalón.

En cierto momento la incertidumbre puede conmigo, el hematoma de su pantorrilla no me deja pensar con claridad, sintiendo la gran necesidad de desvelar la procedencia de ese morado y sí cualquier otro se encuentra disperso por su cuerpo para finalmente descartar las hipótesis más descabelladas que mi cerebro Ha generado con el paso de los minutos. Elevando un poco más su camisa dejo a la vista parte de su espalda baja. La parte preferida de los torturadores para lesionar a sus víctimas.

En el campo de batalla era tan común encontrar cicatrices en los soldados heridos que con el tiempo el nivel de impresión que ocasionaban estas en mí era bajo. Pero en lo que se suponía debía ser la suave piel de una adolescente nunca logré acostumbrarme.

En todas direcciones, rectas y firmes marcas se encontraban impresas en la piel de Dalia. Las hipótesis de menor peso se ven eliminadas ante tal descubrimiento. Permaneciendo quieto sigo observando su espalda baja. Las marcas que estoy viendo tienen una escalofriante similitud con las hechas por látigos.

[...]

Amarte, Dalia.Where stories live. Discover now