ii. Neumático de la suerte.

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Capítulo dos: Neumático de la suerte.

Capítulo dos: Neumático de la suerte

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—La gasolina de su auto y el helado son cincuenta y cinco dólares en total—me indica el chico detrás de la caja mientras pone mi helado en una bolsa.

—Quédate con el cambio—le entrego seis billetes de diez dólares que saco rápidamente de mi bolso de mano y recibo la bolsa.

Salgo rápidamente de la tienda, una oportunidad como esta no se presenta dos veces en la vida. Me acerco sigilosamente hacia el BMW y noto que Eros se encuentra hablando por teléfono. Aprovecho para observar que está vestido con una camisa azul, la cual lleva arremangada hasta los codos de manera desprolija y desabrochada en los primeros dos botones, unos jeans desgastados algo ceñidos pero no demasiado, y unas Adidas All Star un poco sucias.

Gracias a que lleva su camisa recogida puedo observar con detenimiento los tatuajes de su antebrazo. Mientras más me acerco veo que es excesivamente alto y grande. Su espalda es más ancha de lo que se ve a lo lejos, y a través de su ropa pueden persibirse cada uno de sus trabajados músculos. Como está mirando hacia otro lado no puedo ver su rostro. Aunque lo conozco muy bien.

—¿Cómo que una grúa no vendrá a ayudarme?—cuestiona enfadado. —¡Sé que es una jodida rueda pinchada, Gaia! Pero no sé cambiarla—maldice por lo bajo con la respuesta de la persona con la que habla por teléfono. —¿¡Media hora!?—hace una pausa. —Veré si el empleado de aquí me da una mano, luego te aviso.

Diciendo eso, veo que aparta el aparato de su oreja y se voltea para apoyar su rostro contra el techo de su auto. Apenas alcanzo a verlo por cinco segundos, lo suficiente para decir que es un dios griego. Su cabello rubio está rapado en los costados y un poco más largo en la parte superior. Tiene una barba completa media, que es aquella que se forma alrededor de los labios y también en las mejillas, en su caso es una muy prolija y cuidada barba.

La jugada perfecta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora