Día 1: primer día de otoño

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A pesar de que la nieve había desaparecido aún hacía frío, por eso Pip se puso la chaqueta y la bufanda antes de salir al patio de su casa a barrer las hojas del otoño y es que al parecer South Park solo tenía estaciones cuando a los escritores se le pegaba la gana y está era una de esas ocasiones.

Pip llevaba juntando un pequeño montículo de hojas cuando estas estallaron. El niño cayó de espaldas tras soltar un grito y comenzó a toser producto del humo, los ojos le picaban, pero aún así alzó la vista.

–¡Damien! – grito sorprendido al ver a su amigo entre las hojas chamuscadas y el humo.

–¿Pip? – con sus ojos rojos el anticristo le dedico una mirada curiosa– ¿Qué haces en el suelo?

Pip frunció el ceño, pero al instante camio su expresión.

–Bueno...–dijo mientras se ponía de pie– no esperaba que te aparecieras de improvisto.

–El infierno me aburría–miró a su alrededor sin mucho interés –¿qué haces aquí?

–Esta es mi casa.

Damien rodó los ojos.

–¿Qué haces en el patio? ¿podemos jugar a incendiar tus muñecos? –sus ojos brillaron con emoción–. Prometo no quemar todos.

Pip tomó su rastrillo.

–Lo siento, Damien–suspiró con pesar–. Mis padres adoptivos me mandaron a limpiar el patio.

Cuando volteo a ver al anticristo este andaba saltando sobre hojas secas.

–Hey, Pip, esto es divertido.

Damien se veía feliz, bueno, todo lo feliz que puede estar un demonio anticristo, con una sonrisa como si acabará de hacer una travesura se asomaba en su rostro.

–Oh, entonces...– Pip tenía una idea– puedes esperarme aquí. Cuando termine podemos jugar a los muñecos quemados.

Damien le sonrío.

–¿Me dejaras quemar todos?

–Solo no quemes el césped como esa vez.

–Trato.

Damien siguió saltando alrededor, mientras Pip barría las hojas. Comenzó a juntar una cantidad decente de hojas y cuando tuvo las suficientes fue por una bolsa de basura. Al volver encontró a Damien revoloteando sobre sus hojas.

–Es más divertido saltar sobre estos, Pip.

El pequeño inglés hizo una mueca.

–Oh, Damien, yo iba a meter esas hojas en la bolsa.

El anticristo siguió saltando encima sin escucharlo.

–Damien, estimado...–trato de nuevo, pero el otro no daba señales de escucharlo–. Yo iba a...

Se mordió los labios y suspiró rendido. Sabia que Damien se estaba divirtiendo y le gustaba ver a su amigo feliz, así que decidió dejarlo e ir a barrer en otra parte del patio.

Otra vez junto una enorme pila de hojas y estaba a punto de meterlas en la bolsa cuando Damien saltó encima de ellas. Las hojas volaron por todo el lugar mientras el anticristo reía revolcándose en el césped.

–Pip tienes que hacerlo, es muy divertido.

El inglés quedó estático en lo que su cerebro procesaba lo que acababa de ocurrir.

–¿Acaso tú...?

Damien lo ignoró y siguió dando vueltas entre las hojas.

No, no esto no podía ser posible. Pip tomó aire y respiro unas tres veces contando desde el diez hasta el uno en su mente.

–Bien–se dijo y por tercera vez tomó su rastrillo y lo llevó a otra parte del patio.

Esta vez trabajo lo más rápido que pudo, sudaba y la ropa que antes le pareció abrigadora ahora le parecía un estorbo. Pero al fin terminó, solo había tardado unos minutos. Cuando extendió la bolsa sentía el corazón al mil por hora, Damien estaba al otro lado del patio aun entretenido, eso era bueno.

había metido unas cuantas en la bolsa cuando las hojas volaron de nuevo. Damien había decidió lanzarse desde el extremo opuesto, habilidades propias del anticristo.

Pip emitió un gruñido mientras veía a su amigo danzar entre las hojas otoñales.

–¡No! –gritó llamando la atención–¡No puedes hacerme esto por tercera vez!

Damien sorprendido y confundido.

–¿Qué?

Pip tomó su rastrillo y lo tiró al suelo levantando más hojas en el proceso.

–¡No puedes arruinar otro montículo! –se le acercó y le puso un dedo en el pecho señalándolo– ¡Te lo prohíbo, tú, cabeza de...tú...Thorn! ¡Damien!

El ambiente se tornó incomodo hasta el punto de ser insoportable, Pip podía oír su respiración agitada y la mirada extrañada de Damien sobre el patio no hacia más que generar tensión

–Oh...–dijo finalmente el anticristo–. Necesitas meter las hojas en la bolsa ¿cierto?

–¡Sí! –gritó Pip, pero de inmediato bajo el volumen de su voz–, sí...lo siento, no debí gritar, eso solo que...

–Está bien–Damien le movió la mano quitándole importancia. Entonces se remango la camiseta negra que traía hasta dejar descubiertos sus antebrazos, levantó ambas manos, sus ojos concentrados, y las hojas se alzaron por cuenta propia– ¿Esa es la bolsa? –preguntó señalando con su cabeza, Pip asintió alzando la bolsa en cuestión, unos segundos después cada hoja entro por si sola. Damien llenó al menos cuatro bolsas más antes de despegar todo el lugar–Listo–dijo al terminar y le sonreía a Pip.

El inglés no supo que decir.

–¿Podemos quemar muñecos ahora? –preguntó Damien con inocencia.

Pip volvió a asentir como un robot.

Damien entró a casa de Pip, ya conocía el camino hasta su habitación.

–Y sabes...–le dijo al inglés antes de subir las escaleras hasta la alcoba del otro niño–. La próxima vez solo debes pedir mi ayuda.

Pip se sintió idiota y comenzó a reír.

–Créeme que lo haré.

Luego de eso, Pip metió las bolsas dentro y espero a que Damien bajará con los muñecos, pensó que esta vez dejaría al anticristo quemar solo un poco el césped.


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La imagen que use para la portada no me pertenece, es de la maravillosa artista konovi.


Gracias por leer. 

FANTOBER 2020 - DIPWhere stories live. Discover now