8.

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Recuerdos.

Win esperaba con paciencia a su novio, hoy era su aniversario de seis meses y querían hacer algo para demostrar cuánto se amaban en ese entonces.

Win llevaba un ramo de rosas y un peluche de un león en sus manos, sabía que su novio, Thak, amaba los leones, y las rosas eran por el hecho de que la primera vez que se conocieron fue porque el rubio había caído en un rosal del instituto y tenía la mano llena de espinas, y Thak fue a ayudarlo.
Y ahí todo comenzó.
A Win le gustaba llamarlo “Amor a primera espina” mientras que a Thak le gustaba decirle “Bonita casualidad”
Desde ese día, ambos chicos empezaron a hablar y se hicieron inseparables.
Poco a poco Win fue descubriendo sus sentimientos por el contrario, mientras que Thak había empezado a juntarse con las personas indebidas.

El día en el que Win juró que su amor por Thak era tan real como el amargor en la garganta cuando alguien vomita, ambos decidieron empezar a salir.
Ambos tenían secretos.
Uno cada uno.

Win amaba con todo su corazón y había arriesgado todo por Thak, mientras que el contrario lo único que quería era jugar un poco con el rubio y hacer ver a todo el mundo cómo era en realidad Win.

Volviendo al principio, había pasado ya media hora de esperar a su querido novio, y no aparecía.
Win siguió esperando, una hora pasaba, dos...
Así hasta que por fin, a las diez de la noche, a Thak se le ocurrió ir a ver si el rubio aún estaba ahí.

Y efectivamente, ahí estaba Win, que cuando lo vio sonrió con entusiasmo, al fin y al cabo, Thak había llegado, después de cinco horas y media, pero lo había hecho.

Pero la sonrisa de Win se desvaneció cuando Thak empezó a reír, y no aceptó sus regalos.
Para ese momento, Win ya estaba luchando por contener sus lágrimas.
A lo mejor su regalo había sido muy infantil para chicos de dieciséis años.
A lo mejor había hecho algo malo en algún momento y no lo sabía.
Win se culpaba al ver como su amor no era recíproco, el rubio intentaba verle la parte positiva a eso, o intentar sacar alguna excusa que no doliese tanto como dolía la verdad.
Pero en el fondo, sabía cuál era la verdad, y cuán dolorosa era, por eso no la aceptaba.

—¿Estás bien, Thak? —Preguntó el rubio con la mirada preocupada y llena de tristeza.
Thak lo único que hizo fue callar sus risas y mirarlo con frialdad.

—Mira, Win. Tu amor estúpido no me es significante, al principio sí me gustabas, pero después me di cuenta que eres un estúpido que cree que aún tenemos doce años con su comportamiento infantil. Déjame decirte que esta relación termina aquí, no quiero saber nada de ti. Dile a tus padres que esperen sentados a que aparezca, me voy.—Dijo el castaño, dando una última mirads al rubio que tenía la cabeza agachada y que poco a poco soltaba el ramo de rosas al suelo y tiraba con fuerza el león de peluche.

Desde ese día, todo cambió.
Thak se siguió juntando con sus “amigos los malotes” y Win volvía a estar solo, aunque no del todo, ya que su corazón roto lo acompañaba a todas partes y sus pensamientos negativos siempre estaban presente en él, pero igualmente intentaba ser ese rayito de luz y alegría para su familia.

En el instituto los rumores corrían como la espuma y ya la mayor parte del alumnado sabía qué había pasado con él. Al principio la idea no le agradaba ya que los amigos de Thak siempre le ponían la zancadilla o intentaban hacerle la vida imposible.
Pero después un pequeño grupo de chicos y chicas se acercó a él todo cambió, al principio desconfió en ellos, no quería volver a salir herido.

Anteriormente había perdido a su pareja que también era su mejor amigo,no quería que volviese a pasar.

Pero Win estaba equivocado, lo único que había perdido era a un idiota que no lo sabía valorar, y eso lo supo gracias al paciente y buen grupo que siempre estaban con él, tratando de alegrarlo.
Y con ese grupo siguió hasta su actual día a día, y gracias a ese grupo, conoció a quien hizo que su corazón volviese a confiar en el amor.
A su hermoso bebé, Team.

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Con tranquilidad Win paseaba por los pasillos de la universidad, sin darse cuenta de qué pasaba a su al rededor, hasta que una voz reconocida se hizo presente.
El rubio alzó la vista al frente, no muy lejos de él Team y un chico alto hablaban, Team no se veía muy cómodo.
Obviamente no iba a estar cómodo cuando un chaval se le había acercado con ganas de pelea, sabiendo que Team nunca haría eso, no en la universidad.
Win cuando se dio cuenta de que el pelinegro estaba pasando un mal rato con el chico, se acercó de forma peligrosa y se puso detrás de Team, mientras agarraba la cintura contraria y atraía al menor a su cuerpo.

—¿Te pasa algo, chaval?—Dijo con rabia el rubio, mirando al chico desconocido, que sonreía como un imbécil, a pesar de estar muriendo de miedo. Obvio que lo iba a estar con la mirada que estaba recibiendo por parte de Win, pues si las miradas matasen ya estaría a ochenta kilómetros bajo tierra.

—Y si me pasase, ¿a ti qué te importa, rubio oxigenado?—Contestó con más rabia el idiota cuyo nombre ninguno de los dos sabía,pero sí sabían que la había cagado contestando a Win de esa manera.

—Obviamente me importa, ¿Sabes por qué? Porque estás molestando a bebé. —Contestó con más rabia el rubio, soltando a Team que miraba a Win perplejo y acercándose al contrario, el cual sintiéndose tan humillado y amenazado se fue casi corriendo, como perro con el rabo entre las piernas.

Team se acercó a Win y le pegó un suave golpe en la nuca al mayor, que como buen dramático no dudó en exagerar, fingiendo estar dolido.
Team solo alcanzó a sonreír por lo idiota que podía llegar a ser el alto y se quedó mirándole con admiración e imaginando varias escenas con él,pero después volvió al mundo real cuando recordó el por qué lo había golpeado.

—Idiota, ni se te ocurra volver a meterte, podía yo solo con él. No hacía falta que me protegieras, y menos de esa forma tan bochornosa, estúpido.—Comentó el pelinegro, cruzándose de brazos.
Ganándose una sonrisa pícara por parte del mayor, que se acercó a él, posando sus grandes manos en las caderas de Team, y acercó sus rostros, sin quitar su sonrisa de él.

—¿Qué tan gracioso es? —Inquirió Team mirando a Win, que negó con la cabeza.

—Admite que te encanta cuando te defiendo y digo que eres de mi propiedad, niño tonto.—Sonrió el rubio, ganándose un leve sonrojo por parte del menor.

—Eres un idiota prepotente, ¿lo sabías?

—Pero amas a este idiota prepotente, mi amor.—Contestó Win.

—Cállate y bésame, imbécil.—Rió Team, y sin tener que decir más, el rubio junto sus labios, en un beso tierno, que fue profundizado por las manitas de Team enredándose en la cabellera de Win.

Y sin darse cuenta, ambos chicos habían dejado su orgullo de chicos “anti-relaciones” y habían empezado a comportarse como la pareja que pronto formarían.

it's my baby! ¡¡winteam!! Onde as histórias ganham vida. Descobre agora