❄️Capítulo 6

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Me froto los ojos

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Me froto los ojos.

Estoy segura de que la vista me anda fallando, haciendo que vea cosas desagradables y ni idea por cuánto tiempo he seguido haciendo lo mismo, pero continúo hasta que comienza a arderme. Levanto los párpados, volviendo a enfocarme en él y..., respiro profundamente. Acabo de recordar que soy malísima cuando lanzo promesas, creyendo que la otra persona no tomará enserio mis palabras. Como la vez, que le rompí los anteojos, por mera casualidad, a Milagros, prometiéndole que le compraría otro. Mi madre no se inmutó en disculparse con la suya y creyendo que ahí había acabado todo, no contamos de que mi mejor amiga seguiría mencionándolo por casi un mes.

A las finales, tuvimos que comprarle uno nuevo.

— ¿Qué haces aquí?

—Quería verte. —responde con tanta seriedad que me hace ponerle mala cara— ¿No me crees?

—No es el día de hacer bromas pesadas, tonto.

Él sonríe bajo.

Los nervios me atacan cuando presiento que mi madre aparecerá pronto. Sin perder más tiempo, le pido que se marche y como el imbécil que es, me da la contraria al invadir la tienda. Santiago chequea los pasteles a través de la vitrina y ruego mentalmente que elija uno para que se largue de una buena vez.

—Quiero ese. —señala uno de chocolate— El más grande de todos.

—Eres un puerco.

Opto por sacar el pastel y corto una tajada. Cuando estoy a punto de empaquetarlo, él me detiene y el plato desaparece de mis manos. Me quedo perpleja al verlo saborearlo y este se percata de mi expresión.

— ¿Deseas, nube? —extiende su mano, mostrándome la cuchara de plástico el cual lleva un pedazo del postre— Apúrate que voy a devorármelo todo. —lo noto ansioso— Está demasiado rico.

—Necesito que te vayas, ahora. —niega con la cabeza— Esto no es lo que te prometí.

—Dijiste que me harías probar uno.

—Mencioné que te invitaría algún día... —sigue insistiendo en que lo pruebe y se lo meto en la boca— ¡No hoy!

— ¿De verdad?

Y encima, habla con la boca llena.

Me importa un bledo al demostrarle mi poca educación cuando lo empujo con todo y plato hacia afuera, y está claro que la suerte no está conmigo al escuchar los pasos de mi madre.

—Cariño, los alfajores ya están...

Su melódica voz se pierde al fijarse en el idiota popular a quién no le importa esbozar una sonrisa con los labios manchados de chocolate. Es extraño que yo quiera reír en un momento así. — ¿Y este chico guapísimo?

— ¿Guapísimo? —resoplo— ¿No ves que se parece a Shrek?

—Los hijos de las vecinas son muy feos, así que no creo que viva por aquí. —deja la bandeja, ignorándome para luego acercarse a él— ¿Eres algún compañero nuevo de Cielo?

"Al caer la nieve" (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora