Intenté incorporarme y entonces me percaté de que me apretaba contra su duro pecho. unos abdominales bien sincerados se sienten con demasiada lucidez aun debajo de su camiseta limón.

Me sonroje

Él se quitó de encima y gracias a dios no me desmaye. La persona que iba a ocasionar que estire la pata no tuvo la decencia de frenar y preguntar si me encuentro bien.

Alain era mi salvador, me daba vergüenza y me hubiera dado aún más a verme desfallecido.

Soy la tonta chica desmayadisa

— ¿Te encuentras bien? — volvió a preguntar.

— Si no te preocupes — Mi propia voz me resultaba extraña

Las pulsaciones de mi corazón eran tan rápidas que hacían que la sangre tupiera mis oídos y excitaban a que se hinchasen hasta el nivel de prohibirme una clara comunicación. Palme mis brazos para quitar la tierra del concreto, minúsculas piedras se habían clavado en mi piel. Ambos nos cubrimos del agua debajo de un árbol frondoso a un lado de la escarpa.

— Creo que te has dado unas buenas raspadas — agarró mi brazo con delicadeza

Hice una mueca.

— ¡Ay! —exclamé, ardía al sólo mover mi extremidad, mi heridas estaban punzando y se sentían calientes.

— ¿te duele?

—un poco

—necesitamos ir a un doctor

—No es necesario— me negué.

—te las desinfectare entonces

—No es necesario— repetí nuevamente

Su rostro se endureció

— No me pasa nada — intente mino rizar.

— ¡Pensé que te iban a matar! El o La imbécil conducía con demasiada velocidad, no es cualquier cosa

— y no paso, no te preocupes.

— por suerte

No me había dado cuenta que el señor del taxi por tal susto que le di se había bajado del carro con semblante preocupado. Un susto como ver ser arrollada a una persona por una camioneta no es muy bonito que digamos.

Es un buen hombre

— Señorita me da gusto que se sienta bien— se unió una tercera voz a nosotros.

— Lo siento por causar tanta preocupación — repetí—Estoy perfectamente bien —repetí con un suspiro mientras lanzaba una rápida mirada de no te preocupes demás a Alain

— La llevare a su ca...

Alain impidió

— No es necesario — sonrió y sacó un billete de diez dólares para extenderlo al hombre— no va necesitar su servicio yo la lleve a su casa

El señor agarro el dinero

— Quédese con el cambio— concluyo.

Secretos Obscuros ©Where stories live. Discover now