Capítulo 6

13 0 0
                                    

Capítulo 6
All too well.

Taylor Swift sonaba en sus earpods, cuando alguien más le arrancó el pequeño auricular del oído. Explotando esa burbuja que se había creado entre la música y ella.
—...¿Acaso me estás escuchando? —se quejó Edén, frenando frente al semáforo en rojo.
Ella lo miró de soslayo y resopló con hastío, dejandose caer sobre el respaldar del asiento de copiloto. Las luces del semáforo cambiaron a color verde.
—Avanza, estamos en verde.
Edén dejó salir el aire por la nariz con rabia contenida, y puso el coche en marcha nuevamente.
—Lo que hiciste hoy en el almuerzo no estuvo bien. —comenzó a decir.— Fue inmaduro y ahora todos van a pensar que no puedo controlar a mi propia novia…
Artemis no quiso aguantar las ganas de gritarle, sin embargo se obligó a reprimir sus impulsos. Aunque no le dejó pasar aquel comentario.
—¿Controlar? De qué carajos me hablas, Edén.—suspiro exasperada.— Ya estoy grandesita como para que alguien me controle.
—Entonces no actúes como una niña y compórtate.
—¿Comportarme? ¿Es que acaso te estás escuchando?
Edén apretó la mandíbula, y Artemis vio como el músculo de su quijada sobresalía. El no dijo nada, al menos no hasta que se estacionaron frente a su casa.
—Que te comportes como mi novia, joder. —susurro con voz gélida.
—Entonces tu comportarte como mi novio y no andes invitando a dos chicas cualquiera a nuestra mesa. —le respondió, sin dejarse amedrentar por la mirada filosa que Edén le dedicaba en esos momentos.
—Querida…
—No me llames querida, no soy tu querida. 
Edén negó y una sonrisa lobuna surco por sus labios.
—Te equivocas, querida. Tu eres mía.
Artemis respiraba agitada, cuando lo vio acercarse lentamente, acorralandola  contra el asiento. La tomó de la barbilla y la obligó a mirarlo, sus ojos lucían oscuros, de un azul nocturno, aunque en aquel cielo no había estrellas.
La beso sin darle tiempo a responder, reclamando sus labios con lujuria. Artemis le  correspondió segundos más tarde. Aún algo descolocada.
— Ya…—murmuró, pero Edén no cedía. Sus labios bajaron por su cuello, buscando más espacio libre por su piel.—Eden. Detente.
No lo hizo, la siguió besando con mayor ímpetu.
—Ya basta.—grito de una vez, empujándolo lejos.
El parecía un animal, salvaje, peligroso e impulsivo. Tardó varios segundos en salir de su estado, cuando finalmente reaccionó. Sacudió la cabeza, desconcertado.
—Artemis…perdona, no se que…perdoname, rojita.
Él la vio bajar del coche, cerrando la puerta con fuerza, caminando hacia las puertas de su casa. No se volteó a verlo.
—¡Maldición!—escupió con bronca, golpeando el panel del coche.
Bajo del coche y quiso seguirla, pero el portón ya se había cerrado. Ambos quedaron separados por las rejas de su mansión.
—Artemis. Hablemos, cariño.
Ella se devolvió sobre sus pasos, pero dejó el portón cerrado.
—Será mejor que te vayas. —le habló con frialdad.
Edén se lamentó y se maldijo así mismo, apenas noto como el labio inferior de ella sangraba. Había actuado como un jodido bruto y le había mordido el labio sin darse cuenta.
—Perdoname.—masculló, sosteniéndose entre las rejas. —No quise…jamás te haría daño.
Artemis parpadeo y lo fulminó con sus ojos ámbar.
—Hablamos luego, mejor vete a casa. —dijo, con la voz temblorosa.
Él apretó los labios, pero se mantuvo callado. Se giró sobre sí y se adentro al coche, acelerando y desapareciendo unas calles más abajo.
Artemis se aguanto las ganas de llorar, contuvo las lágrimas que amenazaban con resbalarse por sus mejillas. Una de ellas se le escapó y ella la apartó con brusquedad, antes de adentrarse a su casa, en donde fue recibida por Ana, la ama de llaves.
—Artemis…—murmuró con voz suave, al notar sus ojos empañados por las lágrimas.—Hija, ¿Quieres comer?
La pelirroja se tragó las lágrimas y le dijo que no tenía hambre, mientras iba subiendo las escaleras de camino a su habitación, dando un portazo.

Una semana había pasado. Su madre estaba de viaje por Milán y sus días se habían reducido a ir al instituto por la mañana y por las tardes, hacer la tarea, ir a las sesiones de foto como modelo, hacer su rutina de ejercicios o reunirse con sus amigas.
En cuanto a Edén, ella se había dedicado a ignorar todos sus mensajes, evitando cruzarse con él por los pasillos de la escuela, o evadiendolo cada vez que aparecía buscándola. Sus amigas la habían ayudado a hacerlo también.
No quería hablarle.
Era viernes  por la tarde, cuando el mensaje de Atenea apareció en la pantalla de su móvil, iluminando la oscuridad en la que se encontraba sumida su habitación.
Atenea:
¿Te gustaría salir hoy por la noche?
Las chicas irán.
Artemis estuvo tentada a declinar, pero para su mala suerte, su amiga era demasiado insistente en cuanto a fiestas se trataba.
Atenea:
Ni se te ocurra decirme que no.
Iremos a Alexandria, el club de mi hermano.
Ponte bonita ;)

LEGACY ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora