—Wow, no puedo creer todo lo que has crecido— dijo un hombre parado al lado del cuerpo relajado de Daniela, quien inmediatamente se sobresaltó. 

La de ojos avellana, tomó una manta y se cubrió su cuerpo, para luego levantar la vista y encontrarse con Max.

—¿Qué quieres?— preguntó fastidiada.

—Solo quería pasar a saludar, desde que te fuiste a San Diego no te veo— el hombre se sentó al lado de Daniela, haciéndola sentir completamente incómoda.

—Ya saludaste, así que vete por donde viniste.

—Ay, Danielita, antes eras más amable, ¿qué fue lo que pasó?— el hombre fingió pensar y luego volvió a tomar la palabra —¡Ah! cierto que ahora eres una adicta— se burló el hombre.

Daniela, sin querer escucharlo más, comenzó a juntar todas sus cosas para irse de la playa. Una vez tuvo todo en sus manos, comenzó su camino de vuelta a la cabaña, dejando atrás a Max aún riéndose de ella.

Antes de poder abrir la puerta de la cabaña número 16, la puerta de la cabaña número 15 se abrió dejando a Poché a la vista, quien corrió hacia Daniela antes de que esta se metiera dentro.

—¡Daniela!— dijo Poché para llamar la atención de la castaña, ella se giró para ver que quería, aún seguía un poco conmocionada por lo que había sucedido en la playa con Max —Quería invitarte a bajar a la playa conmigo.

Daniela al escuchar playa, solo pudo recordar los hechos con Max.

—Se que acabas de volver de ahí, pero me gustaría que vengas conm…— María José no pudo terminar de hablar al ser interrumpida por Daniela.

—No, no estoy de ánimos— dijo metiéndose a la cabaña y cerrándole la puerta en la cara a Poché.

Sin entender mucho y un poco frustrada, Poché decidió ir sola a la playa, donde pasó todo el resto de la tarde hasta que fue la hora de prepararse para volver a la ciudad.

Como si de un deja-vu se tratase, Danuela fue la última en subir al bus aquella mañana, y como la primera vez, el único asiento disponible era uno que estaba al lado del que estaba ocupando la pelinegra. Lo único diferente, es que su relación ahora no estaba en cero, habían logrado hablar sin tratarse mal y eso era un gran avance, pero en la última conversación, la de ojos avellana era quien había sido grosera.

A paso lento llegó hasta el asiento ubicado en la parte de atrás, bajo la atenta mirada de Poché, Daniela buscó poner su bolso en el estante que estaba sobre los asientos, cuando lo logró, le dio una sonrisa nerviosa a María José, su mirada tan penetrante la ponía completamente nerviosa.

—¿Te molesta si me siento?— preguntó Daniela tratando de evitar desatar una tormenta. 

Poché respondió con un movimiento de cabeza, negando como respuesta a la pregunta de la castaña. La pelinegra buscó sus audífonos y procedió a ponérselos, pero antes de ponerle play a la playlist, Daniela habló.

—¿Estas molesta?— preguntó Daniela recibiendo otra vez como respuesta un movimiento de cabeza negativo.

—¿No me vas a hablar?— otra vez, la respuesta fue un movimiento de cabeza.

—No, no tengo ánimos— dijo Poché, utilizando las mismas palabras que Daniela había utilizado para negarse a la invitación de Poché. La castaña rió al darse cuenta que María José estaba molesta.

—¿Tanto te molestó que no vaya contigo a la playa?

—Te dije que no estoy molesta— respondió un poco exasperada.

—Uy ¿ya te ofendiste?

—¿Te ofendiste? Claro que no me ofendí— respondió aún más molesta mientras que Daniela seguía riendo.

—Claro que no, estás muy tranquila como para estar ofendida— siguió burlándose Daniela.

—Uy ya cállate ¿no?

—Está bien— dijo Daniela levantando sus manos como en señal de rendirse —¿Puedo hacerte una pregunta? —después de recibir un "si" como respuesta, Daniela continuó a hacer la pregunta —¿Por qué anoche me llamaste Cal?

Las manos de Daniela temblaban levemente, sus nervios no le permitieron ver que Poché se había puesto aún más nerviosa que ella.

—No lo sé, estaba drogada Daniela, no le puedes dar importancia a lo que dice alguien drogado— respondió fingiendo desinterés, algo que conformó a Daniela.

—¿Me dejas escuchar contigo?— dijo haciendo pucheros y tratando de cambiar el tema de conversación.

María José la miró por unos segundos, sintiendo que toda la molestia que tenía se disminuía al ver lo tierna que Daniela se veía haciendo pucheros. Fingiendo mala cara, Poché le entregó uno de los audífonos a Daniela, que lo tomó con alegría.

Gracias por leer.

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