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Banana Fish © Akimi Yoshida.

Personajes: Eiji Okumura y Ash Lynx.

Género: Drama:

Resumen: La vida terrenal de Eiji Okumura ha terminado. Alguien lo espera al otro lado de la puerta para darle la bienvenida, servirle de guía, y tener una conversación postergada durante treinta y dos años.                   

                    NEW YORK TIMES

5 de septiembre de 2019.
El comunicado lo ha hecho oficial: el aclamado fotógrafo neoyorquino nacido Japón, Eiji Okumura, ha dejado de existir a la edad de cincuenta y tres años en el Hospital Monte Sinaí rodeado de su familia y amigos.
Su esposa, Riley Okumura, y su hija Lyanna, agradecen el apoyo recibido en estos días y han decidido que el cuerpo de Okumura sea cremado y sus cenizas esparcidas en el mismo lugar donde fueron esparcidas las de Ash Lynx en 1987.

• Secuela de "Ocho años con sus meses y días".

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Comía sano y hacía una estricta rutina de ejercicios todos los días. No obstante, no fue suficiente. Había heredado la enfermedad hepática de su padre, y aunque dio lo mejor de sí, no hubo forma de hacerse para atrás con algo que estaba marcado a fuego en su ADN.

Si tan solo hubiera tenido tiempo de ver crecer un poco más a Lyanna. Era injusto.

Pero, en comparación con su padre, tuvo una buena vida y fue feliz. La agonía no duró más que un par de semanas y pudo despedirse de sus chicas.

Cerró los ojos, sonrió y se dejó llevar.

—*—

La sensación era similar a la que tenía después de un viaje largo, como si despertara con los efectos del jet lag.

Se miró las manos y no vio las arrugas que había empezado a tener después de cincuenta y tres años de vida, y tampoco sentía que llevara puestas las gafas, ni siquiera las lentillas que solía usar cuando era joven. ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaban Riley y Lyanna?

—¿Entonces estoy muerto?  —murmuró para sí.

—¡Muy buena deducción, hermanito mayor, pero tardaste demasiado! —exclamó una voz alegre y ácida muy cerca de él.

Una voz que jamás había podido olvidar.

Aunque llevaba treinta y dos años sin escucharla.

Dio un giro sobre sí mismo y ahí estaba Ash Lynx tal cual lo recordaba: los converses rojos, los vaqueros rasgados, la remera blanca sin manchas de sangre ni polvo, el pelo desordenado, sus ojos brillantes y una sonrisa tranquila. Se le llenaron los ojos de lágrimas.

Pies en cementoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora