—Está bien —accedí.

Vi que Camile caminó por el pasillo hacia la habitación por un abrigo y alguna chaqueta para mí. Samantha se quedó en la sala junto a mí y yo cogí el móvil para marcarle a Nate, él tardó un poco hasta que finalmente me contestó.

¿Hola?

—Nate —dije y Samantha de inmediato levantó su mirada para chocar con la mía —¿Puedes estar en veinte minutos en el departamento de Emma?

Primero necesito que hablemos.

—Ya lo sé todo —contesté tajante —¿Puedes o no? Necesito aclarar esta mierda ahora y con ambos.

De acuerdo —comentó no muy convencido de que esa era una buena idea —, ahí estaré.

—Y no le digas a Emma que vamos.

¿Estás bien?

Respiré hondo ante su pregunta ¿Qué esperaba que le dijera?

—Nos vemos allá —colgué.

Camile me facilitó una chaqueta, me la coloqué y saqué las llaves de la camioneta, la cual se encontraba en el estacionamiento del edificio de Camile desde el día en que había decidido irme a Portland con ella. Los tres bajamos en el ascensor en completo silencio, mi cabeza estaba jugándome una mala pasada, sólo podía imaginar estupideces y sentía que apenas Emma o Nate hablaran iba a estallar e iba a mandar todo a la mierda sin siquiera escucharlos.

—¿Quieres que conduzca yo? —oí la voz de Camile.

—No, estoy bien —contesté para calmarla, pero la verdad es que no me encontraba bien, pero esperaba que conducir me relajara un poco.

Samantha se metió al asiento trasero y Camile de copiloto, la vi enganchar su cinturón de seguridad y apenas tuve puesto el mío pisé el acelerador para dirigirme al departamento que ahora sólo le pertenecía a Emma. No hablamos en todo el camino, pero cuando comenzamos a acercarnos al lugar, noté que Camile estaba jugando con sus dedos de manera nerviosa, me relamí los labios como por décima vez, pues sentía la garganta seca además de los labios.

—Todo estará bien ¿no? —oí la voz tímida de Camile.

Desvié mi mirada hacia la de ella por unos segundos.

—Espero que sí.

Aparqué el auto y respiré hondo antes de bajarme.

—¿Quieres que te acompañe? —me preguntó.

—Si —respondí con honestidad. Necesitaba que estuviese ahí sí sentía que todo iba a caerse encima de mi cabeza. Al menos ella era mi pilar, quien me mantenía con fuerza cuando sentía que me faltaba la respiración.

—Los esperaré aquí —comentó Samantha.

Camile y yo estuvimos de acuerdo, pues no queríamos que se formara otro conflicto entre Nate y Samantha por no haber esperado a que él me dijera la verdad. Ambos nos bajamos de la camioneta dejándole las llaves a su amiga por si necesitaba algo.

Le cogí la mano a Camile con fuerza mientras caminábamos hasta la recepción, saludé al conserje quien ya me conocía y no me detuvo en la entrada para hacerme preguntas, suponía que ya era alguien de confianza y que no necesitaba permiso para subir. Apenas marqué el número de piso sentí un revoltijo en el estómago que sólo lo había sentido cuando vi a mi madre en el burdel junto a Gareth Philips.

—Todo estará bien —oí la voz de Camile. La miré, ella apoyó sus manos en mi pecho y me sonrió con tranquilidad, besó suavemente mis labios y sentí que el oxígeno me llegó al cerebro.

El destino que no soñéWhere stories live. Discover now