Capítulo diecisiete.

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―Prefiero mil veces vivir en esa burbuja que lidiar con una vida de mierda como la tuya.

Los puños se formaron instintivamente a mis costados y respiré el aire frío, calándome las fosas nasales.

―Dominic... ―la voz de Megan llegó a mi percepción pero yo aún no podía quitar la mirada de Josh. Quería destrozarlo aquí mismo.

―Hey, Meg ¿Cómo estás? ―habló él, con esa falsa sonrisa que aparentaba amabilidad y apreté la mandíbula.

―Bien, gracias ―respondió con voz neutra y pude desvíar la vista. Me miró, sonriendo cálidamente y mi respiración se atascó por un segundo―. ¿Puedes venir conmigo un momento, por favor?

Sabía que lo hacía para que la confrontación no se extendiera hasta que se creara una pelea en medio de la playa. Aún seguía lastimado, pero todavía tenía golpes para compartir.

―Claro ―no quería involucrarla en una discusión y mucho menos ponerla en riesgo.

Josh frunció el ceño, demostrando su enojo. En eso, Jay regresó con botellas de cerveza y las colocó en el capo del auto.

―¿Qué tal, Josh? ¿Un trago? ―ofreció sabiamente mientras yo me alejaba en compañía de Megan.

Jay tenía esa capacidad de ser sociable con todos, incluso con la persona que más odiaba. Me olvidé por completo de ambos y caminé entre la gente. Ella se mantuvo a mi lado y permanecimos en silencio. Recorrimos varios metros, aislándonos completamente de la fiesta. 

Llegamos a un espacio tranquilo en donde éramos iluminados por la luz que proyectaba la luna y ahora el sonido de las olas era aún más fuerte que la música. 

―Por poco y pierdes la compostura ―comentó ella cuando nos detuvimos cerca del oceáno oscuro.

―Lo sé ―en otra ocasión, una en donde Megan no estuviera, si lo hubiera agarrado a golpes. Josh sabía cómo sacarme de mis casillas y lo odiaba por eso. Pero había algo en lo que tenía razón. Mi vida era una mierda comparada con la suya. Y por más que intentara ofenderlo, él siempre tendría varias salidas para callarme la boca. 

―Oye, tranquilo ―Megan tocó mi mano que seguía formada en un puño y me paralicé momentáneamente―. ¿No te hiciste mucho daño?

Pasó la yema de sus dedos sobre la venda que estaba en mis nudillos y contuve la respiración. Pasé saliva, y dejé pasar unos segundos para lograr articular una maldita palabra.

―No, no es nada grave ―en esta manera, ella estaba tan cerca de mí que su cabello rozaba contra mi pecho debido al ligero viento que nos acompañaba.

La miré mientras observaba mi mano con atención, preguntándose si estaba siendo sincero. Cuando levantó la vista y sus ojos se conectaron con los míos, supe que no me controlaría. Menos aún cuando bajé la mirada. Sus labios estaban entreabiertos, tentándome a tomar el riesgo. 

Maldita sea.

Odiaba los centímetros que me separaban de ella. En pocas palabras, no podía más. La mano libre subió hasta su mejilla y con el pulgar, acaricié su lisa piel. Podía sentir su cuerpo estremecerse un poco por el repentino toque. Pero no podía conformarme.

―Eres hermosa ―susurré con sinceridad, apreciando el brillo esmeralda de sus ojos y el color rosado natural de sus labios que parecían haber sido hechos como obra de arte.

Dejó salir un suspiro y cuando iba a responder, la besé. El mundo a mi alrededor desapareció y mi mente se quedó en blanco, concentrándose solamente en este momento. Se sobresaltó por un instante y pensé que se retractaría, de hecho, estaba preparándome para recibir una bofetada o algo parecido. Pero cuando me correspondió, me di cuenta que había deseado besarla todo este tiempo. 

Sus labios se sincronizaron con los míos mientras ellas rodeaba tímidamente sus brazos en mi cuello. Eso fue suficiente para que mi piel se encendiera y sin importarme el dolor que sentía en la mano lastimada, la sujeté de la cintura y la atraje hacia a mí. La distancia de nuestros cuerpos se cerró, su pecho firme chocando con el mío.

Mi lengua se deslizó dentro de su boca, sin pedir permiso. El deseo me embriagaba, causando que me perdiera en su calor. Solté un gruñido cuando jadeó y continué besándola con determinación, saboreando la sensación de su lengua. Sus labios eran cálidos y suaves, mejor de lo que me había imaginado. Quería fundirme en su boca hasta desaparecer. 

La textura de sus labios era tan tersa que podía quedarme horas y horas probándola. Me gustaría congelar el tiempo y disfrutar un poco más de su dulzura que me alucinaba de una manera excitante. Pero desgraciadamente, tuve que separarme antes de que termináramos sin aliento.

El silencio entre los dos surgió, siendo opacado por el sonido lejano de la fiesta. Hasta que escuché gritos a unos metros de nosotros y no tuve que mirar sobre mi hombro para saber de quienes se trataban.

―¡Finalmente! ―reconocí la voz de Jay y Derek. Apostaría lo que fuera que estaban chocando sus puños con alegría.

Me pregunté si besarla había sido lo correcto. Las cosas se volvían claras y tenía temor de haber echado todo a perder. Sin embargo, ella sonrió. Diablos, realmente estaba sonriendo. Eso debía ser algo bueno.

Heridas Ocultas ✅ | editando |Where stories live. Discover now