Capítulo veintinueve.

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Había hecho una parada en una tienda de autoservicio. Tenía el propósito de llevarle a Megan algo que le gustara. Fui un desastre al momento de hacer mi elección. Incluso el encargado se dio cuenta de eso y tuve que soportar su mirada confundida mientras paseaba por los pasillos. Debió pensar que era un idiota.

Sin embargo, pude encontrar lo que necesitaba.

Me llevó poco tiempo llegar al departamento de Megan. Cuando me abrió la puerta, las manos me comenzaron a sudar detrás de la espalda.

—Hola, Dominic —dijo con una sonrisa.

—Hola. Creo que esto te pertenece. —Le entregué el suéter y tras una pausa, le di una rosa—. Y esto también.

Lo cogió con cierto atisbo de asombro. Me pregunté que tan patético era por haber comprado únicamente una. Era simple y común pero para mí era todo un desafío. Significaba lo mucho que me importaba. Era un detalle para demostrar lo agradecido que estaba por tenerla a mi lado.

—Gracias. —Hizo girar la rosa entre sus dedos mientras sus mejillas se teñían de un ligero tono rosa.

—Pensé que podíamos salir. Ya sabes, aprovechar que las clases fueron suspendidas.

—Me encantaría.

—A mi también —escuché una voz desde la sala.

Megan rió, sacudiendo la cabeza y me invitó a entrar.

—Iba a mencionar que fui por mi hermano al instituto y él está aquí.

Localicé a Chad sentado en el sofá. Esbozó una sonrisa y dejó su pequeño videojuego en la mesita de centro. Se veía diferente. Quiero decir, seguía luciendo como un chico de trece años pero pude percibir más confianza en su actitud. Además de que necesitaba un corte de cabello. El flequillo comenzaba a ocultarle los ojos.

—¡Dominic! —Se levantó con entusiasmo y me puse rígido cuando me dio un rápido abrazo.

Vaya, al parecer estaba feliz de verme.

—¿Cómo has estado? —pregunté cuando se alejó—. ¿Qué tal la escuela?

—Todavía me faltan unos proyectos por terminar, pero todo bien. —Se encogió de hombros y luego frunció el ceño cuando me miró con detenimiento—. ¿Te hiciste más tatuajes?

Bajé la vista a mis brazos y solté carcajada.

—Estás alucinando ahora, amigo. No me he tatuado desde hace semanas. —Me tomó un poco por sorpresa mis propias palabras. Comúnmente lo hacía para sentir algo de dolor.

—Supongo que mi cerebro aún sigue acostumbrándose a tu apariencia.

—Chad... —advirtió Megan, lanzándole una mirada.

Sonreí, porque ella seguía viéndose dulce y tierna apesar de pretender ser exigente.

—¿Y bien? —Chad alternó la mirada con interés—. ¿A dónde iremos?

Megan me miró antes de cruzarse de brazos y volverse a su hermano.

—Tú irás a casa. Mis padres deben estar esperándote.

Chad puso mala cara.

—Yo quiero ir con ustedes. Por favor. No tengo nada con qué entretenerme en casa. Papá me prohibió jugar videojuegos hasta que termine la etapa de exámenes.

—Y sin embargo, estás usando uno a escondidas —dije, señalando el aparato que estaba en la mesa de centro.

—Es provisional. —Lo guardó en su mochila y luego me miró interrogante.

Heridas Ocultas ✅ | editando |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora