124.- Un rostro conocido entre mucha gente

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-¿Estás segura de esto Candy? -le preguntó el Doctor Martín quien se había enterado hace poco de la partida de Candy a Francia.

-por supuesto que sí Doctor Martín, este es mi deber, la gente allá me necesita... además la guerra terminó... solo es curar a los que están heridos...

-Si Candy, pero no está confirmada al cien por ciento que la guerra haya terminado -le comunico el Doctor a Candy, y aquello la hizo dudar.

No esta confirmado... eso quiere decir...

Con la mirada baja Candy sonrió.

-no se preocupe doctor Martín, pienso volver a casa -Candy sonrió, la sonrisa mas tierna que tenía ahora en momentos difíciles.

Candy no se iba a dar por vencida, había tomado una decisión y pretendía cumplir con su deber.

-Doctor Martín, se que se meterá en problemas cuando Albert lea la carta... si usted quiere puede decirle que no sabía nada de mi partida, que no le dije nada a nadie y que quería mantenerlo en secreto... -dijo Candy lentamente.

El Doctor Martín entendió perfectamente la situación.

-claro Candy, no te preocupes... no diré nada.

-hasta luego Doctor Martín...

Candy se despidió del doctor Martín y luego del Doctor Leonard, quien apareció momentos después, el camión llegó con muchos doctores y enfermeras de otros hospitales.

Su viaje había comenzado.

Tras el largo viaje a Francia, Candy recordó a Terry de nuevo, ya que fue en un barco en donde lo conoció por primera vez.

-Señorita ya llegamos, vamos -dijo un Doctor, su nombre es Octavio, tenía sus 53 años, pero era un Doctor excelente, venía de América al igual que ella.

El camión esperaba para llevarlos a su destino, la ciudad de Orleans, en donde ellos tendrán que hospedarse, ya que allí hacía falta enfermeras, porque doctores habían, al Doctor Octavio y a los demás doctores los mandaran a Caen, allí hace falta doctores, era uno de los lugares donde hay muchas cuevas y por las bombas, habían muchos heridos, y los Doctores ayudaban a los que estaban en las cuevas y morían, por eso no hay muchos doctores allá, al informarse Candy se sintió mal por el Doctor Octavio.

En el viaje en camión Candy empezó a conversar con el Doctor Octavio, y supo muchas cosas de él, había perdido a su mujer varios años atrás, por que tenía una enfermedad incurable.

-Tengo una hija que vive en Nueva York, es cantante, pero casi no me comunico con ella... -contó el hombre.

Al escuchar Candy sobre lo de su hija se le paró el corazón, estaba a punto de hablarle al señor sobre Terruce Grandchester, quien es un actor y también esta en Nueva York.

Pero no lo hizo, no quería hablar de el, porque, ¿qué le podría contar? Que eran amigos y que se habían enamorado y al final el se quedo con otra chica... y ¿luego qué? Empezaría a llorar por recordar viejos recuerdos doloroso que ella quería olvidar... y luego el señor se echaría la culpa de abrir viejas heridas... no...

Candy no quería eso así siguió con el tema de su hija.

-¿por qué no se comunica con ella? -preguntó Candy.

El doctor suspiró, Candy pensó que había sido mala idea preguntar y pidió disculpas.

-no... no te preocupes pequeña, es sólo que ella me hecha la culpa de la muerte de su madre... -dijo el Doctor.

Candy se sorprendió.

-¿por qué?

-porque... yo no pude salvar a su madre de aquella enfermedad... era algo imposible... sólo que ella no lo ve así.

-¿y se lo dijo a su hija? ¿que era incurable? -preguntó Candy.

El Doctor asintió tristemente, Candy vio su mirada y supo que ya no debía de hablar del tema.

-no es culpa de usted, y no se preocupe por su hija, algún día se dará cuenta de eso y lo hablara -le dijo Candy dándole muchas fuerzas, las necesarias para hacerle sentir bien.

Candy entendió que no era el momento de pensar en Terry, ya no, ya había entrado en un lugar en donde hay mucha gente que sufre más que ella y que la necesitan.

Cuando llegaron a Orleans, Candy y otras enfermeras bajaron. Los demás se quedaron para ir a Caen.

-Hasta luego Doctor Octavio -se despidió Candy.

-nos vemos pequeña, cuidate.

Y así Candy vio partir a un buen hombre hacía un lugar peligroso.

-¡Una enfermera! -gritó una voz femenina, con un poco de autoridad que Candy conocía perfectamente -¡Necesitamos una enfermera! -gritó y cuando se acercó a las recién llegadas y vio a Candy allí parada se le fue la voz.

Ambas se miraron y dijeron sus nombres.

-¡Candy! -dijo ella.

-¡Flamy! -Dijo Candy.

Candy Candy, Mi Final.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora