Capítulo 1

28.1K 1K 37
                                    

¡Apúrese señora!

Tenía unas tremendas ganas de gritarle eso pero me contuve.

Hace media hora decidí venir al Banco para consultar mi cuenta bancaria, pero la jodida viejita que está a cinco personas de mí está tardando un siglo.

Cabe decir que también quiero ir al baño, pero hay como unas veinte personas más detrás de mí, que si me salgo de la fila, tendré que empezar de nuevo y prefiero matarme a que esperar toda esa jodida fila.

Observo otra vez a la señora y veo que ya no está.

Sí Dios, por fin.

Sonrío, pero mi sonrisa se borra al ver como un viejito de ochenta años avanza peor que un caracol al cajero.  

Suspiro frustrada y me masajeo los nudillos para tranquilizarme.

Luego de estar otros cinco minutos más parada de brazos cruzadas, el anciano empieza a discutir con el hombre del otro lado del cajero. Observo la hora y ya es tarde.

A la mierda, mañana regreso.

Salgo disparada al baño de mujeres que estaba a unos metros y noto que no hay nadie.

Cuando termino, agarro la cuerda para tirar la cadena, pero estaba atascada. Empiezo a tironearla con más fuerza logrando romperla.

Diablos.

Dejo la cuerda ahí nomás y salgo del cubículo. Camino al lavabo y empiezo a lavarme las manos cuando empiezo escuchar gritos afuera.

Frunzo el ceño y tomo una toalla de papel para secarme las manos. Camino hacia la puerta y me encorvo para observar por el orificio de la puerta, pero no se veía nada por lo que la abro para que solo se vea mi ojo y un poco de mi cuerpo.

Abro los ojos.

Hay dos hombres con pasamontañas apuntando a las personas con un arma, veo a varias personas muertas, entre ellas, un señor que estaba detrás de mí en la fila.

Por lo que alcanzo a ver, le dispararon en medio de las cejas.

Oh Dios mío.

Necesito llamar a la policía.

Marco el número del 911.

-911 ¿Cuál es su emergencia? –Habló la voz de una mujer.

-Dos personas están robando un Banco. –Murmuré bajo procurando que no me escucharan. –Y han disparado a varias personas. –

-Por favor dígame donde se encuentra y descríbame a las personas. –

-Yo estoy encerrada en el baño, y las personas tienen unos pasamontañas pero sé que son hombres. –

-Nombre del Banco ¿Por favor? –

-Eh... –Demonios. No me acuerdo. –No lo recuerdo, pero es el que está enfrente de la tienda de antigüedades Jorindes o algo así. –

-De acuerdo, sé... –

-¿Hola? –Pregunté cuando dejó de hablar. –¿Sigue ahí? –Miré el celular.

"Sin señal"

Mierda.

Guardé el celular en el bolsillo trasero y seguí observando. Uno de los hombres del pasamontañas empezó a gritarles un grupo de mujeres si habían visto una chica y luego le mostró una foto, parece. Las mujeres negaron y el hombre empezó a preguntarles a todos lo mismo.

Cuando pensé que estaba a salvo encerrada en el baño, sonó mi celular.

Mierda. Mierda. Mierda.

Con las manos sudadas, tomé mi celular torpemente, mientras todas las personas dirigieron sus miradas hacia el baño.

Cerré rápidamente la puerta y la trabe, retrocedí y giré mi cabeza hacia la derecha donde me encontré con mi rostro lleno de pánico en el espejo.

-¿Hola? –

-Lo siento, se había cortado la señal. Una patrulla va en camino. –

-Gracias a D... –Un golpe en la puerta hizo que callara.

-¿Qué fue eso? –

-Creo que están tratando de abrir la puerta. –Susurré asustada dudando de que me haya escuchado.

-Escúchame. Encuentra un lugar para esconderte o encuentra una salida. –

Con la mirada empecé a recorrer todo el baño.

La ventana.

-Hay una ventana. –Comencé caminando hacia ella. –Creo que podré caber por ahí. Necesito cortar. –Colgué y guardé el celular en el bolsillo mientras la puerta seguía intentando ser abierta.

Subí al lavabo, coloqué el cesto de basura y lo di vuelta. Tratando de no romperlo, me subí. Estiré la mano y abrí la ventana.

Un disparo del otro lado de la puerta hizo que colocara la pierna derecha en la ventana y la izquierda, dejando de mi cintura para abajo hacia afuera y la otra mitad hacia adentro.

Observé como pude hacia abajo.

Bien, no es tan alto.

Cuando la puerta se abrió de golpe, pegué un pequeño grito y me lancé. Caí de rodillas y luego rodé por la parte trasera del estacionamiento.

Observé como en las partes de las rodillas se había roto, dejando ver unos raspones, que ardían como el fuego.

Me levanté y alcé la cabeza hacia la ventana, viendo como se asomaba el pasamontañas del hombre mientras gruñía.

Las sirenas de la policía ya empezaron a escucharse.

-¡Si te encuentro yo seré el que te asesine! –Temblando como una hoja de papel, caminé como pude hasta mi auto.

Que suerte que lo estacioné aquí atrás.

Le quité el seguro y me subí al asiento, cerré la puerta y coloqué la llave para encenderlo, pero no lo hacía.

Giré mi cabeza hacia atrás, fijándome si esos tipos no estaban ahí, pero por la oscuridad no veía una mierda.

Intento encender el auto pero no me obedece.

-Enciende pedazo de chatarra. –Golpeo el volante e intento otra vez.

Okey Lola.

Inhala, exhala.

Giro la llave y está vez si enciende. Festejo internamente y sonrió como si ganara la lotería.

Oh sí Berta, de esto hablaba.

Besé el volante y llevé el pie al acelerador, moví los cambios a primera, aceleré y me fui de ahí.

Cuando llego a mi casa, estaciono enfrente. Saco el seguro, salgo del auto, lo cierro y corro a la puerta.

Coloco la llave de entrada en la puerta y giro el pomo lentamente, cuando termino de abrirla, entro y cierro.

Camino a las escaleras sin hacer el menor ruido posible, cuando escucho voces en la sala.

Maldita yo y mi curiosidad.

Me acero sigilosamente a la sala.

-¿Qué estás haciendo? –La voz de mi hermano mellizo, Connor, detrás de mí hizo que quedara de piedra.    

-¿Escuchaste eso? –La voz de mi padre cerca hizo que me girara hacia mi hermano, su cara estaba llena de pánico.

-Corre. Corre. Corre. –Susurré haciéndole señas. Se giró y subió las escaleras rápidamente y yo igual hasta llegar al baño.

Cuidadosamente me saqué los pantalones y observé mis rodillas. Tomé el alcohol y algodón.

Desinfecté las heridas y me coloqué unas banditas.

Sin que nadie me viera, ya que seguía sin pantalones, entré a mi habitación y me puse el piyama.

Entré a la cama y me acurruqué. 

Mucha acción por hoy. 

Los hijos de la Mafia (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora