EXTRA III. EL DÍA MÁS ESPERADO

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Ya había ido a la peluquería, su melena lucía impecable, con un coqueto recogido y una fina capa de maquillaje en su rostro de muñeca de porcelana que le daba un toque dulce y distinguido.

Ya en casa se enfundó el vestido con la ayuda de su madre, quien la socorrió atándole el corpiño por la espalda mientras ella respiraba agitada.

—Dios, creo que me va a dar algo... —Murmuró la joven, aireándose con las manos.

—¿Te hago daño, cielo?

—No, no, aprieta más. —Animó la muchacha, sosteniéndose el escote con firmeza—. No quisiera quedarme desnuda a mitad de la ceremonia.

Unos golpes tras la puerta de su habitación hicieron que madre e hija se voltearan. Sin llegar a responder que un sonriente y elegante Luka las sorprendía de lo más despreocupado.

—Ya han llegado los fotógrafos. —Enunció el de mechas azuladas, analizando el semblante alarmado de su amiga—. Y por lo que veo eso no te hace especial ilusión...

—Me va a dar algo...

—Pues si a ti te va a dar algo, imagínate a tu prometido de culo sexy y cara de angelito. —La novia y su mentora miraron al chico con extrañeza y él exhaló profundo—. Vale, mejor dejo las bromas para cuando ya os hayáis dado el sí quiero. —Se aproximó a su amiga y Sabine se hizo a un lado—. Señora Cheng, si le parece, yo ya me encargo de socorrer a la futura señora Agreste.

—¿Seguro? —Titubeó la mujer—. Yo no tengo problema en quedarme...

—No lo dudo, pero sería mejor si bajara con su marido para entretener a los fotógrafos unos cuantos minutos mientras la princesa termina de alistarse.

La mayor emitió una risita, dirigiéndose a la puerta.

—Bien visto, Luka. —Contempló a la apurada joven, sonriéndole con ternura—. Vas a ser una novia preciosa, cielo.

«Mas bien la novia cadáver, ¡Este maldito corpiño no me deja respirar!»

Sin contestar más que con una sonrisa, vio como su madre desaparecía de la estancia y la dejaba a solas a manos de su amigo.

—Menudo vestido te has ido a comprar... —Murmuró él, continuando con la labor de atarle el corpiño por detrás—. Es bonito, sí, pero no parece que sea muy cómodo...

—Es un poco asfixiante a la hora de colocárselo... —Lamentó, viéndose en el espejo que quedaba colgado en la pared con una expresión más afable—. Pero vale la pena...

Él se asomó por encima de su hombro, vislumbrando lo radiante que lucía la joven en ese atuendo de ensueño; un vestido ajustado con escote palabra de honor y con falda tipo sirena que se cernía a la perfección a su silueta.

—¿Quién lo diría? Mi Fresita ya es toda una mujer... —Terminó de atarle las tiras y se posicionó a su lado—. Bueno... Aunque en realidad ya lo eres desde que el rubito te empotró en mi cama y...

—¡Lu-Luka! —Se exaltó sonrojada a más no poder, mirándolo a los ojos con vergüenza y consternación.

—¿Qué? No me quejo de ello. —Se encogió de hombros, soltando una carcajada—. Sólo lamento no haber instalado cámaras en la habitación... —El semblante ceñudo de la fémina le advirtió de no continuar con sus osadas provocaciones, haciéndolo adoptar una actitud más serena—. Está bien, ya me calmo. —Acercó una mano a su rostro, recorriéndolo con una delicada caricia—. Me alegro mucho por ti, Marinette. —Ella lo escuchó atentamente, discerniendo la ternura y el sentimiento en sus palabras—. Y aunque me hubiera gustado que tu futuro esposo fuera amante de las salchichas, envidio más su suerte que no su condición.

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