Complicado

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Una mención importantísima para @KiKaLioncourt ya que ella leyó y me dio sus consejos.

Complicado

El primer amor de la juventud es el más apasionado y pervive en el recuerdo para toda la vida. También, si fracasa, es la desilusión más profunda. Así lo había sentido Charles cuando debió decirle a Erik que tomarían caminos diferentes porque había visto en su amante a un monstruo que no podía reconocer. Estaba sobre la arena de la playa de Cuba, herido en la espalda por una bala mal esquivada, en brazos del mutante del que estaba enamorado, y tuvo que responder con dolor:

─Lo siento, amigo mío, pero no deseamos lo mismo.

Erik, que acababa de proponerle continuar juntos por la causa que ambos anhelaban: un mundo posible para los mutantes, se embargó de tristeza, lo miró a los ojos y comprendió que había llegado el momento de despedirse. Lo abandonó, sí, lo abandonó en la playa esperando a que los jóvenes que habían quedado a su lado y Moira MacTaggert lo socorrieran. Muchas veces más tarde se lamentó el haberlo dejado herido, y muchas veces se consoló pensando que no era mucho lo que habría podido haber hecho por él. Trataba de quitarse la culpa afirmando que Moira era quien le había disparado primero, que los oficiales habían apuntado sus armas hacia ellos primero, que Shaw lo había torturado y le había quitado a su madre primero, que el género humano lo había convertido en un fugitivo sediento de venganza primero, que el mundo entero había estado contra él desde que lo llevaron a los campos, que todos tenían la culpa, todos menos él, todos menos Erik Lehnsherr, todos menos Magneto.

Para ahogar su pena se obsesionó con lo que lo llenaba de energía además de Charles y, se podría decir, que a su manera de esperanza: la defensa de la causa mutante. Se abocó a ella y con los acólitos que había recogido de la playa, se trasladó al Ártico y levantó una fortaleza de hielo allí. Los mutantes que lo acompañaron le eran fieles: Azazel era una persona acostumbrada a recibir órdenes, Janos se mantenía callado y obediente, Emma era una persona atenta si se sentía respetada y Raven, bueno, Raven tenía su carácter y, en muchas ocasiones, Erik recordó a Charles a través de sus actitudes. Raven, o Mystique como prefirió que se la comenzara a llamar, nunca aceptaba lo que Magneto proponía con un sí desde el inicio, sino que estudiaba el plan, le buscaba las vueltas y siempre dejaba asentada su opinión. Si había que oponerse, lo hacía, y si había que discutir, discutía.

A Erik se le escapaba una sonrisa nostálgica al escucharla porque rememoraba los encuentros, a veces acalorados, que había tenido con su examante cuando disputaban una partida de ajedrez. Raven defendía la supremacía mutante pero Charles le había inculcado el aprecio hacia los homo sapiens, como llamaban a las personas sin poderes.

Una noche que se encontraron en uno de los pasillos de la construcción helada, Erik sintió el impulso de besarla y llevarla a su dormitorio pero desistió porque se dio cuenta de que no era a ella sino a Charles a quien deseaba poseer.

Raven lo notó y, con picardía, usó su mutación para tomar la apariencia de su hermano: se le presentó de camisa celeste con el botón del cuello desprendido, traje gris de tres piezas, mocasines y esa mirada azul que encandilaba a quien se perdiese en ella.

Erik parpadeó, se ruborizó y desvió la mirada. Raven, convertida en Charles, se le acercó traviesa y como era más baja que él, alzó la cabeza y con su pelo le rozó la nariz. Magneto notó que tenía el mismo perfume que usaba su hermano.

─Esto es lo que buscas, ¿cierto, Erik? ─ lo desafió con la voz del telépata ─. Eres un cobarde por no esforzarte más en conseguirlo.

Magneto le apretó el brazo y la miró a los ojos con una mezcla de furia y deseo. Después la soltó. Ella recuperó su apariencia cerúlea y se alejó. Erik se encerró en su dormitorio y abrió la ventana. Un frío que congelaba los huesos se coló por allí. Observó hacia afuera la noche diáfana pero helada mientras refrenaba las ganas de volar hacia al sur, hacia Estados Unidos, hacia Nueva York, hacia Westchester y caer rendido en los brazos de la persona que amaba. Raven tenía razón: era un cobarde.

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