CAPÍTULO 10: El acantilado (Nuevo)

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Pero... ya no se siente como hace cinco años.

—Quería decirte que... —miro hacia mis pies, hay un nudo en mi garganta que no me deja hablar—. Que...

—No tienes que decir nada, tigger.

Trago saliva. El pecho empieza a sentirse apretado. 

—Quería decirte que lamento no haber llamado ayer —me cuesta pronunciarlo, porque no es precisamente lo que quería decir. 

Levanto la mirada. Su gesto me da una sensación aflictiva. Sonríe lentamente y asiente un par de veces.

—Ya te he disculpado.

Asiento otras dos veces más, tratando de que mi rostro no revele lo mal que empiezo  a sentirme,  y él estira una mano hacia mí.

—Andando, Tigger. El mundo espera por ti.

***

Unos kilómetros en carretera al norte de la zona turística de Procida, hay una playa  que Theo conoce como Ciriaccio. Conocida por sus aguas cristalinas y paradisíacas y por un detalle oculto que Theo hasta ahora no me quiere revelar. 

Admito que no me siento tan segura de este destino y no porque no me sienta a gusto rodeada de toda esa extensa belleza azulina, sino porque lo veo un poco inútil cuando soy como un chimpancé en el agua. No sé nadar. Ni siquiera como la técnica del perrito sobreviviente. 

En cuanto detiene la motocicleta y me quito el casco, me fijo en que esta playa tiene la arena más clara y brillante que pude haber visto en mi vida, además de un fuerte aroma algas de mar y las aguas más azules y en tonos verdosos que vi jamás. Hay dunas adornando la extensión antes del agua y unas cuantas plantillas en sus cimas que son como una pincelada verde en un lienzo casi blanco. Puede que Chloe esté en las Vegas, pero no creo que allí pueda verse magnificencia más bella que esta. 

Me quito las zapatillas para tocar la arena con mis pies y salgo casi corriendo como un perrito enjaulado. En mi cuello, la cámara fotográfica rebota una y otra vez casi golpeándome la barbilla. Me detengo frente al mar y respiro hondo. El aroma a libertad que hacía falta desde hace mucho tiempo. 

"No puedes salir, Liana. Vas a hacerte daño. ¿Lo entiendes, verdad?".

"De acuerdo, mamá"

¿Cómo iban a pedir a una niña de siete años que entienda eso?

Tomo mi cámara y le saco una fotografía a todo en modo panorámico.  Mientras lo hago, siento a Theo colocarse a mi lado. La incomodidad regresa y empieza a disgustarme un poco. Las cosas no deberían ser así entre nosotros. Nuestra relación siempre fue tan fácil como respirar. Él cuidaba de mí y yo le hacía el trabajo imposible. Nada complicado.

—¿Quieres sacarme una foto?

—Vale. 

Le entrego la cámara y me acomodo un poco el cabello. Hay un poco de viento. Debo estar luciendo como un espantapájaros despeluzado. 

—¿Lista?

—Espera a que me arregle un poco. 

—Te ves súper bien, Liana.

La incomodidad otra vez, pero ahora de una manera menos negativa. De hecho, me hace sentir bien.

Cuando te enamores de mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora