—Necesitamos un plan —advertí a Christopher.

—¿Se te ha ocurrido algo? —levantó una ceja.

—No —suspiré.

No podíamos bajar tal cuál sin la base de nada. Desconocíamos de lo que eran capaces de hacer si nos descubrían y debíamos ser precavidos. No podíamos tentar a la suerte ahora con lo que nos había costado llegar hasta aquí. Teníamos que pensar en algo que nos hiciera exponer lo menos posible y largarnos de aquí, pero por cómo estaban aglomerados sabía que sería difícil.

—¿Qué sabes hacer? —Christopher se giró con sigilo de cara a mí.

—¿Cómo dices? —junté las cejas.

—Cada tipo de fantasma tiene unas habilidades, ¿Qué es lo que sabes hacer tú que pueda ayudarla? —se acercó aún más.

—Puedo lanzar hechizos para ganar tiempo y con mi aura protegerme de los ataques y de que no me vean durante unos segundos —le comenté poco a poco—. ¿Y tú?

—Soy capaz de desaparecer y aparecer en otra parte del espacio cercano al lugar donde me manifesté la primera vez.

—¿Tenemos un plan? —le sonreí entusiasmado.

—Tenemos un plan —me repitió Christopher. Cruzamos una mirada.

—No bajes hasta que la veas liberada —le lancé un último vistazo antes de bajar de la rejilla con cuidado.

—Descuida —oí la voz de Christopher lejos.

Caí sobre rodillas y me centré en todo momento donde se encontraban los diferentes miembros de La Gente de la Sombra que rodeaban a Lea. Tenía que dar con algo que despistara algunos, sobre todo al hombre de fuertes brazos que sujetaba la silla en la parte de atrás; con él me sería imposible abrir las anillas sin que me vieran.

Me metí detrás de un bloque de muebles que quedaban cerca de donde estaba la rejilla. Me daría tiempo a pensar sin poner en peligro que se dieran cuenta de mi presencia.

Busqué por todas partes para ver qué es lo que sería mejor utilizar desviar la atención a otra parte, y me diera tiempo a abrir las anillas antes de que mi aura dejara de darme su protección. Si eran inteligentes, llamarían a otra persona si el origen de los ruidos quedaba lejos. Así, que tenía que encontrar algo cerca para que uno de ellos se fuera de su posición. La gran muralla de celdas podría servir como distracción, con mi mano hice que se abrieran y las cosas que había en su interior se cayeran.

—¿Qué ha sido eso? —entrecerró los ojos la mujer pelirroja.

—Las celdas se han abierto —informó el hombre de fuertes brazos—. ¿Quiere que haga algo, Señora? —apretó más la silla. Si Lea no estuviera inconsciente y gritando, juraría que habría sollozado.

—Si, por favor. —sonrió y se recolocó las gafas—. Tenemos visita —echó una ojeada en todos los rincones. Tragué saliva.

El hombre de fuertes brazos se aproximó a la celda y empezó a poner bien las cosas que se habían caído en el interior. La mujer pelirroja y el niño también estaban atentos a lo que hacía el hombre. La anciana me recordaba a un radar, inspeccionando toda la habitación una y otra vez con la vista.

El aura que adquiría forma de caparazón, envolvió todo mi cuerpo. Me aproximé hacia la silla donde estaba sentada. El sudor se acumuló en mi frente; pasé entre tres de los miembros de La Gente de la Sombra. La anciana que le habían nombrado Nana buscaba con la mirada cualquier cosa que saliera de lo normal, y, por un momento, nuestros ojos se encontraron. Mi corazón dio un vuelco y agradecí que mi aura me mantuviera oculto.

Los ojos de Lea #PGP2023✅Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu