6. El cerco

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Año 2006. Antes.

Se congeló el tiempo. Dejé de escuchar a la profesora. Los murmullos de los compañeros de clase se convirtieron en silencios. Me olvidé que estaba en clase o en algún lugar. ¿Cómo podía ser que sintiera que se detenía el tiempo? Intenté dar con algún momento en que me hubiera pasado algo parecido, pero no me venía a la mente ninguno.

El único ruido que se oía era el de los pájaros cantando en los troncos de los árboles, aunque sus voces sonaban tan bajas que apenas las reconocía. Parecía que solo había sucedido en el interior, o quizás fueran percepciones erróneas y no prestara atención a mi entorno que continuaba todo normal; con lo que pasó anoche o antes de llegar a clase era posible.

La mirada de Ángel atravesaba mi barrera física sin ninguna dificultad, haciendo que pudiera leer mi alma en cuestión de segundos. Sus ojos me expresaban una curiosa tranquilidad, pese a que la primera vez que se me apareció fue anoche, y antes no lo conocía de nada. Me daban miedo los fantasmas, pero su energía hacía que quisiera ir con él y estar a su lado.

Tenía la idea de que Ángel era un misterio, ese halo lo acompañaba allá adonde iba. También, la noche en que se manifestó y me comentó que alguien le había dicho que me tenía que proteger; la misma en que me advirtió de que La gente de la sombra me buscaba para algo que él mismo desconocía. Hasta entonces, el tema relacionado con el mundo paranormal y la muerte no me llamaba la atención, incluso intentaba esquivar el tema si alguna vez surgía, me ponía los pelos en punta. Y desde anoche, era capaz de ver fantasmas. Lo que desconocía era cómo podía pasarme eso, debía haber un motivo, ¿no?

Lo cierto era que había desaparecido de la noche a la mañana, y desde que me había levantado, llegué a pensar que era a causa de un mal sueño. Cuando me miraba en el espejo, me dio la sensación de haberlo visto y el extraño caso de que alguien me seguía en las sombras. Eso, sin tener en cuenta la coincidencia que antes de subir las escaleras, un chico de aura negra y ropa oscura había preguntado por mi nombre. No sabía si el chico en cuestión pertenecería a La gente de la sombra, pero mi nombre corría de boca en boca como la pólvora.

—¿Cómo es que no estabas? —pregunté a Ángel indignada y asustada.

Se limitó a observarme con esa tranquilidad que lo empezaba a caracterizar.

Algo me empujó hacia él, como si existiera un hilo invisible o una conexión que nos unía en un mismo destino. El resto de la clase, como si de estatuas se tratasen, ignoraban el halo mágico y misterioso que se había formado a partir de que el tiempo se parase, y la aparición del fantasma que trataba de esconderse en los pequeños rincones de oscuridad que había en la clase.

—Tenía que hablar con alguien —respondió con voz calmada.

¿Con quién debía haber ido a hablar? Quería saber. ¿Sería sobre La Gente de la Sombra? Mi mente empezó a divagar, enviándome al mundo de la imaginación.

—Lea, estamos en clase —me advirtió la profesora.

—Perdón

Ese ambiente enigmático que se había creado entre Ángel y yo desapareció como por arte de magia. Unas palabras que cortan como cuchillos, destrozaron el espejo de fantasía que viví durante unos segundos y lo transformaron en una dura realidad.

Tenía la atención de todos mis compañeros. La mayoría me miraba de forma silenciosa; unos pocos cuchicheaban a mis espaldas para que la profesora no se diera cuenta. Entre otros, divisé al grupo de Mikaela, quienes podía escuchar parte de la conversación:

—No solo es rara de narices —empezó una de las que eran prácticamente iguales.

—Habla sola —le siguió otra. La mano le tapaba media boca.

Los ojos de Lea #PGP2023✅Where stories live. Discover now