21. Ayuda

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Año 2018. Ahora.

Ángel.

Me quedé mirando como se iba por las escaleras, la que quizás, había sido en todo este tiempo, la única amiga que he tenido desde que estaba muerto, quitando a Elisabeth.

Estaba orgulloso de ser su guardián espiritual, aunque hacía unos años, le hubiera fallado por infravalorar a La Gente de la Sombra. Me podía haber tocado a alguien egocéntrico, posesivo y que no aceptara lo que pasaba, cosa que sería normal; todo lo contrario, Lea había sufrido abuso psicológico por parte de la organización, y continuaba preparada para cualquier cosa que pudiera suceder. Sería reservada y sabía que sentiría miedo, pero siempre se mostraba fuerte con una sonrisa. Al principio, tenía miedo de los fantasmas y no creía en ellos; a su edad me hubiera pasado lo mismo.

Aún podía recordar cómo nos conocimos: En ese rincón de su habitación, tan inocente y miedosa. Fue una sorpresa, ver la curiosidad de sus ojos por descubrir cosas nuevas. A lo largo de los años, había ido mejorando con sus poderes y sabía defenderse.

La persona que me preocupaba ahora era Brian. Hacía tan solo unos instantes, su vida había cambiado por completo, ahora podía verme a mí, y bueno, lo que era su amiga; parecía que lo llevaba bien. No podía estar seguro, tal vez era una máscara a cómo se sentía realmente.

No entendía porque La Gente de la Sombra había hecho una emboscada y se mostraron, así, delante de un Nuvima, como lo era Brian. Para lo que había vivido con ellos, esa acción había sido desorganizado y un error. Buscaban desesperados la nota, pero ¿Por qué querían una simple frase? Al menos, que quién la escribió quisiera esconder algo.

La escalera desapareció, sin más, borrando todo rastro a su paso. Tampoco había ninguna señal de Brian, debía haberse ido sin que me diera cuenta de ello.

—Debe algo para que pueda avanzar. Tengo que conseguir reunirme con los demás —hablé para mí mismo buscando entre los muebles de la habitación.

Algo se movió entre la oscuridad, la vela no alcanzaba a disiparlo. Las veces que había sucedido eso, se trataba de ellos. ¿Y si no estuvieran tan lejos como nos pensábamos?

Si pasaba cualquier cosa podríamos contar con Christopher y nos ayudaría a huir o a escondernos en algún lugar. Se había ganado mi confianza después de demostrar la verdad de sus palabras en La Fábrica, cuando habían secuestrado a Lea.

La sala de archivos parecía encogerse al encontrarme solo. Los retratos que había en las paredes observaban todos mis movimientos. Uno de ellos, recordaba haberlo visto antes cuando habíamos entrado en mi casa. Ya habían pasado algunos años desde que me encantaba actuar con los cuadros y sabía el número de cuántos eran.

Oí un ruido. Se oyeron unas risas que provenían de diferentes voces. Había algún grupo de fantasmas por alguna parte, pero no los encontraba por mucho que diera vueltas. Aquí era un blanco fácil para la organización, aunque tratara de ganar tiempo con los hechizos.

—¿Por qué les ayudas? —una sombra de color negro claro me susurró al oído.

Un grupo de fantasmas formados de auras negras, grises y alguno blanco se concentraban a pocos metros por detrás de mí. Los dos primeros me observaban con algo de interés y desconfianza.

—¿No está claro? ¡Es mi deber! —los miré con atención y les sonreí—. Estoy encantado de hacerlo —afirmé con la cabeza. Ellos se rieron.

—Los vivos solo causan problemas —afirmó una chica de aura negra claro de cabello negro y ojos marrones con un vestido liso sencillo.

Medité mis futuras palabras para tratar de cambiarlos de parecer. Sabía que eran los más difíciles de convencer, y de eso se encargaban los blancos, en sus ojos, podía ver el dolor que los había consumido.

Los retratos comenzaban a adquirir una extraña sonrisa diabólica que hacía que el miedo quisiera salir en forma de gritos. Tal vez, fuera imaginaciones mías por la presión que sentía sobre mis hombros.

Desde que se me asignó a quien tenía que proteger y ayudar, pensé que salvaría la vida de alguna manera a la persona. En mi caso, cada vez estaba más seguro que fue Lea quien me salvó de caer en la oscuridad y acabar como los fantasmas que se encontraban detrás de mí. Si no lo hubiera hecho, o, me hubiera tratado mal, tal vez, ahora habría caído en las garras de La Gente de la Sombra; Lo más seguro es que así fuera. Le debía mi vida. ¡Qué ironía!

—¿No lo veis? ¿En serio? —Sonreí con sarcasmo—. ¿Queréis acaso acabar atrapados por ellos? —proseguí gritando cabreado. Ellos se miraron entre ellos y negaron asustados. Lea y otra gente puede ayudar a que todo esto acabe se sorprendieron al oír esas palabras.

Los fantasmas presentes de la sala hicieron una redonda para hablar de lo que había dicho. Hubo un silencio que me pareció eterno. Mientras hablaban, tenía la sensación de que la sala se estaba haciendo más pequeña de lo que ya estaba.

—Chicos, tiene razón —coincidió una chica de cabello rubio y ojos azules de más o menos mi edad con un aura blanca. Me resultaba muy familiar.

—Si tan importante es para ti y lo bien que nos haría a nosotros —habló un chico de aura gris—. Entonces, te ayudaremos —prosiguió sonriendo a la vez que me daba la mano. La estreché sonriendo.

—Gracias —la miré a los ojos.

—Por cualquier cosa, estamos aquí. Al fin y al cabo, estamos en el mismo lado, ¿no? sonrió. Asentí. ¿Cómo estás, Ángel? —se despidió.

—Bien. No te relacionaba, Elisabeth —sonreí.

Se desvanecieron todos juntos, aunque los seguía sintiendo cerca. En fin, no había que darle más vueltas. Me alegraba que después de tanto tiempo nos volviéramos a encontrar y que hubiéramos podido convencer a esos fantasmas.

Podía sentir la mirada de los retratos posadas sobre mí. En cualquier momento, cobrarían vida y se abalanzarían sobre mí sin piedad con sed de venganza y sangre. Lea, Brian y yo teníamos que salir de aquí cuánto antes, pero para eso debíamos reunirnos.

Me preguntaba donde estarían Lea y Brian ahora mismo. ¿Estarían en peligro? Me preocupaba sobre todo Brian, ya que, si aparecía La Gente de la Sombra no se podría defender y eso me hacía sentir miedo. Deseaba que estuvieran bien.

Todo estaba en orden. El libro volvía a estar igual que los demás. Los muebles seguían en su lugar. ¿Las estanterías que había en ambos lados eran más grandes o me lo parecía a mí? Creía que estaba deformando mi realidad. Me acordé que antes registramos todo. ¿Por dónde podría buscar?

Miré la sala en general. Había algo que no me cuadraba. Me daba la impresión de que debía ser algo que tuviera que ver con las paredes. Me acerqué y seguí toda la estancia con una mano pegada a la pared para comprobar una cosa. Descubrí que había un pequeño trozo de pared que sobresalía y lo toqué.

De repente, algo se movió. Me recordé de las escaleras y pensé que se habría abierto algo. No recordaba que hubiera tantos secretos en mi casa, pero quizás nunca le puse atención. Me asusté al sentir las vibraciones que empezaron de mis pies hasta llegar a la cabeza.

Me giré dando una vuelta para ver si descubría de dónde venía el ruido. Al fin, lo encontré. Estaba más cerca de lo que esperaba. Delante de mí, justo al lado del ladrillo que presioné de la pared, dejó ver, tras de sí, un estrecho pasillo a oscuras; agradecí tener en mi mano una vela para poder guiarme.

Tragué saliva.

Con miedo, me dirigí a la puerta y la atravesé. El pasillo parecía ser bastante largo. ¿Dónde me conduciría? Solo había una opción: Seguir adelante.

En ese mismo instante, oí un ruido seguido de un porrazo. Me asusté y me giré. La pared se había cerrado y me había quedado a solas con la oscuridad acompañado de una pequeña vela.

Los ojos de Lea #PGP2023✅Where stories live. Discover now