LVIII: Malas Nuevas

Começar do início
                                    

El caballero se detiene a cierta distancia de él. Yuga eleva débilmente la mirada y se percata de que Inasa está usando el peto que tiene el símbolo de Drom sobre el pecho, la estrella blanca de siete picos que representa a las Siete Tribus Fundadoras de Drom. El único que puede usar esa pieza en su armadura, además del Rey, es el Comandante de las Fuerzas Reales.

Así que Yuga ha sido destituido.

Así que así de grave es...

El Señor vuelve a bajar la mirada. Ve a las piernas de Inasa moverse para aproximarse más a él y siente en el sonido de sus pasos su tensión. La nota también en la forma en que mueve los pies. Yuga conoce a Inasa extremadamente bien y puede leer sus emociones en los gestos más minúsculos.

Así es que sabe que Inasa está furioso. Furioso y dolido.

Así de grave es.

—¿Tienes siquiera algo qué decir?

—¿En dónde está Eri?

Inasa calla un momento.

—Encerrado en su habitación. Sólo lo dejamos salir para que le entregue mensajes sellados al Rey. No sabemos qué cosas puedas haberle instruido, pero le hemos amenazado con hacerte daño si le hace cualquier cosa a Su Majestad.

—¿Han amenazado a un niño? ¿Has amenazado a Eri? —es su turno de sentirse furioso y dolido. Pero Inasa responde sin el menor remordimiento.

—Es un niño que ha vivido más que yo y el Rey juntos. Y no me hables de traiciones.

Inasa le ha perdido absolutamente todo el respeto. Es la primera vez que no se dirige a él como 'usted'.

—Inasa —de pronto el enojo se transforma en una suerte de miedo. No sabe lo que hizo, no sabe qué tan grave es, no sabe lo que están planeando hacer con él. ¿Van a matarlo? Las traiciones graves tienen esa clase de castigos. ¿Qué va a pasar con Eri? Eso es lo único que realmente le importa.

Por otro lado, ver a una persona que siempre le admiró tratándole como si le diera asco, por supuesto que cala. Él conoce a Inasa desde que era un chiquillo. Han pasado muchísimas cosas juntos.

—No me acuerdo —murmura tras un rato, esperando que Inasa encuentre en él comprenderle. El otro caballero, ahora Comandante, entorna los ojos.

—¿Cómo que no te acuerdas?

—Lo último que recuerdo es sentirme mal y acostarme a dormir sobre la cama del Caballero de los Pueblos, el amigo de Shouto. Es todo. Y ahora estoy aquí.

Inasa se queda momentáneamente en silencio, estudiándole, como si intentara decidir algo... más su expresión en ningún instante se suaviza.

—¿Siempre fue tu plan?

—¿Qué? ¿Mi plan? ¿Qué plan?

—Inculpar a la Orden del Dragón de estar intentando apoderarse de Drom. Tu padre y tú lo planearon todo.

¡¿Qué?!

Inasa endurece todavía más el gesto.

—Ellos debieron percatarse de sus intenciones. Y por eso enviaron a los otros Señores a detenerles, ¿no? Después, tú me hiciste enviar a casi todas nuestras fuerzas a Marcelle, supuestamente para socorrerlos, pero tan sólo estabas dejándonos vulnerables para que pudieras atacarnos.

Yuga se queda completamente mudo. Sus ojos se abren con tal terror que tiemblan, el corazón se le acelera y la boca se le seca.

—¿Yo... ataqué...? —un murmullo débil y lastimero abandona sus labios.

Mi Señor de los DragonesOnde as histórias ganham vida. Descobre agora