II

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A ChanYeol le gusta engañarse pensando que ha comenzado a aceptar que su antiguo capitán no se equivocó al desligarlo del joven tritón rubio. Le gusta ignorar el hueco en su pecho que parece ennegrecer su alma con desolación con cada respiración que toma. Le gusta imaginar que una mañana va a despertar y el príncipe BaekHyun va a ser sólo el Segundo Heredero al trono y no la razón de sus suspiros.

Finge que sigue siendo el mismo Park ChanYeol de siempre. Pretende que no lo lastima pensar en su bonito tritoncito con alguien más, alguien de su alcurnia que lo merezca. Pone una sonrisa ladeada en sus labios cuando sus nuevos compañeros dicen una broma y cierra los ojos cuando se acuesta en su lecho pese a que el sueño siempre parece huirle. Disimula la añoranza que siente cuando ve el doloroso parecido de su nuevo protegido con su hermano menor. Hace su vida como si aún se sintiese suya y no un triste remedo de lo que era.

Y lo hace bien. Finge bien. Nadie parece notar que Park ChanYeol se quedó con el Príncipe BaekHyun y él no es más que una mala imitación que se desgasta por los bordes. Y eso está excelente. Tal vez si logra convencerse de que ese es él, el verdadero, pueda ver a BaekHyun desfilar por el altar a los brazos de otro en un futuro, sin sentir pinchazos en el corazón y lágrimas picando en sus ojos. Un ínfimo consuelo es que tampoco ha tenido mucho tiempo para andar lamentándose por los rincones ni lamiendo sus heridas ya que la nueva asignación no se lo ha permitido.

La vida como escolta del Príncipe Heredero es tan agitada como un mar embravecido en plena tormenta; yendo de viaje diplomático en viaje diplomático, visitando los reinos más lejanos pero sin estar en ellos lo suficiente como para disfrutar de sus encantos. Un mes va a cumplirse desde que ChanYeol ha estado al servicio directo del primogénito real y no ha visto los familiares muros de piedra blanca de su reino ni una vez desde que partieron casi inmediatamente después de su incorporación al escuadrón.

Extraña las risas infantiles de niños, las ofertas gritadas y las conversaciones banales que inundaban el mercado y el alboroto que siempre había en la plaza de entrenamiento; pero lo que más hecha de menos es la musical voz del lindo tritón, su sonrisa traviesa con ese deje de inocencia permanente, sus ojitos achocolatados, su preciosa cola de un azul casi irreal y su resplandeciente cabello rubio. Extraña sentir más allá del aletargamiento casi doloroso que parece ser su fiel compañero.

Así que cuando su actual capitán les informa que volverán a palacio, una chispa marchita y casi olvidada de emoción y ansiedad se prende en su interior, su estómago revoloteando ante el pensamiento de obtener un vistazo por mínimo que sea del dueño de sus sentimientos.

Todos en la caravana que acompaña al heredero en la travesía parecen apresurarse cuando van de regreso, los soladados marchando con renovadas ganas y las pláticas susurradas de los siervos de la comitiva danzando en el ambiente. Todos parecen emocionados por volver al hogar y ChanYeol no es ajeno a la alegría colectiva.

El extenuante viaje a través de las profundidades oceánicas se hace llevadero y el bullicio parece aumentar a medida que se acercan a su reino, el antiguo e imponente castillo todo blanco alzándose sobre la cuidad. Los cuidadanos con celeridad aglomerándose a lo largo del camino principal para dar la bienvenida a su futuro rey, alabanzas y gritos de júbilo acompañándolos hasta el enorme portón que da paso al interior del palacio.

La caravana se dispersa nada más entrar a terrero real y todo es un revuelo de formalidades para recibir al príncipe. Pronto, sólo quedan los miembros asignados especialmente a su protección y su cortejo personal. Cuando el próximo a ser Rey es dejado en sus aposentos y él no es seleccionado para montar guardia, ChanYeol se encuentra deambulando por el pasillo hasta que ve a lo lejos la puerta custodiada de la habitación del segundo heredero.

Forbidden ||ChanBaek||Where stories live. Discover now