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CHLOE MEYER

Todo el fin de semana desaparecido, algo extraño pasaba, no tiene familia aquí. ¿Cuál otra razón había para salir? Eso no solo me preocupo a mí, sino a todos en el grupo.

Una llamada recibida me alertó el doble, sin importarme que estuviera a punto de entrar a clases. Un policía informándome desde su celular, lo primero que pensé es que estaría preso. Pero si estaría preso, no había la necesidad de llamarme después de días.

Este carro me parecía irritable este carro, es una maldita tortuga ante mis ojos, no tenía la velocidad que quería.

— ¿¡Puedes conducir más rápido!? —le grité a Nyle desde los asientos traseros.

—Para empezar, no tengo idea de los mecanismos de este auto. Solíamos ser mi vieja camioneta y yo. —me respondió a la defensiva.

Solté un suspiro cansado jugando con los mechones de mi cabello. No podía disminuir la inquietud que teníamos. ¿Qué haría Alonso en una cochera vieja?

Al llegar ni siquiera esperé que Nyle apague el motor del carro, pase por encima de Lennox, saliendo del auto, una cantidad indescriptible de policías habitaban afuera. No entendía porque pero es inevitable pensar en lo peor.

Una cinta amarilla me interrumpió el paso. Iba a romper dicha cinta pero un policía me detuvo entre sus brazos. Mi vista se vuelve cabizbaja. No, no, no.

Un bulto al tamaño exacto de un cuerpo cubierto por una tela blanca, sangre seca a su alrededor con una manchas también en la tela. No quería pensar que es mi Alonso.

—¡Déjeme pasar! —grité tan fuerte como mi garganta me lo permitió.

Sin importarle que me pasaba, el policía no se retiraba. Mi desesperación aumentaba, mi dolor crecía al ver esas manchas. No iba a soportar que venga un forense a ver todo esto. Le di una fuerte patada en sus partes bajas. Crucé las cintas, destape su rostro.

No podía parar mis lágrimas, era una broma, es un sueño del que quiero despertar. ¿Cómo reacciono? Tengo a mi novio, a mi compañero de vida, el padre de mi futuro hijo tirado en el suelo con el rostro intacto y sin vida, una herida en su pecho, sangre llenando su camiseta blanca.

Tome su mano fría, tan fría como un cubo de hielo, un escalofrío me hizo reaccionar.

—Mi amor... Alonso, escúchame, no me dejes. Te necesito por favor. ¿Qué paso?

De fondo escuchaba a los chicos reclamar unas cosas con los demás oficiales. Mi mundo estaba muerto, mi mundo es él, ahora él ya no está.

Unos brazos me alejaron de él, me resistí ante todos, no quería alejarme de él, he estado un fin de semana sin él, no aguantaría estar una vida sin él.

—¡NO! ¡Déjame estar con él! Déjame abrazarlo. —le grité a la persona que me interrumpía.

—Chloe cálmate por favor. Te hará mal estar así. —escuché a Audrey.

Eso me hiso sentir peor. Tengo el cuerpo de mi único amor a unos metros de mí. Me solté con brusquedad de sus brazos. Dando pasos acelerados en busca del mayor.

— ¿Quién lo hiso? ¡Quien le haría algo así! Donde están las cámaras de seguridad. Necesito una explicación, por favor. —A medida que hablaba mis palabras se debilitaban.

Golpee al hombre con mis puños a raíz de que no me daba una razón, nadie aquí me lo daría. Parecía no afectarle, mientras yo me moría internamente.

Caí al sentir mis piernas sin ninguna fuerza, no tenía fuerzas. Caí de rodillas al piso y a unos metros estaba su cuerpo, el cuerpo del que siempre será el primero y el último. No me importaba hacer un escándalo acá, gritaría todo lo que sea, lloraré hasta que no tenga ninguna lágrima.

Hechos para ser uno soloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora