Obliviate

El profesor que mintió

Mientras que el resto de maestros estaban sentados a la mesa de profesores del comedor, Circinus Merrythought estaba saliendo de su oficina para reunirse con Dippet, quien le entregaría a las bebés.

Dippet dio los anuncios pertinentes a los alumnos sentados en las bancas del gran comedor, esperando para devorar las deliciosas comidas que posaban sobre las mesas.

Tom, estaba sentado en la banca izquierda de la mesa de Slytherin, buscó con la mirada a su amiga Violett pero no la encontró. Volteó hacia la mesa de Ravenclaw pero tampoco logró distinguir si Alice estaba allí o no. Sentía lástima pues en el fondo, tenía cierto aprecio especial por su amiga Ravenclaw. Era raro que no llegaran al banquete. Quizá se habían quedado estudiando en la biblioteca. Después de todo, sabía que sus amigas amaban los libros y que harían todo para leerlos, incluso faltar a cenar. Estaba extrañado mas no creyó que les hubiera pasado algo malo pues él conocía las grandes habilidades de sus amigas. Habilidades de las cuales a veces se sentía celoso, pero sabía que estando con ellas podría desarrollar el mismo control sobre la magia.

Al terminar el habitual discurso, el director se retiró sin dar mayor explicación a los estudiantes. Recorrió los pasillos de Hogwarts hasta la estatua de grifo que ocultaba la escalera a su oficina. Dio la contraseña a la estatua y las escaleras comenzaron a desplegarse. Subió los escalones y al abrir la puerta encontró al profesor Kettleburn despidiéndose de Alice y Violett, que reposaban sobre su escritorio.

—...que los muggles no apaguen su espíritu. Sigan estudiando a las criaturas, aunque no sean mágicas. Serán las mejores muggles del mundo así como fueron las mejores brujas de Hogwarts.

—Silvanus, no me sorprende que estés aquí pero sabes que tienen que irse. Entiendes el porqué.

—Lo sé, Armando, ¿está seguro que Merrythought podrá cumplir con la misión que le ha asignado? Ya sabe cómo es ese profesor...

—No tengo duda de que lo hará, él fue uno de los que propuso la idea. Después de todo, tiene razón.

—Solo espero que lleguen a casa con bien. Creo que ya me tengo que ir, Armando. Te veré luego, no quiero perderme el banquete de la cena.

El profesor Kettleburn se retiró de la oficina de Dippet. En el momento que abrió la puerta para irse, encontró que el profesor Merrythought estaba esperando para entrar.

—Descuide profesor Silvanus, me aseguraré de que lleguen bien a casa.

—Ojalá que así sea —el tono de Silvanus sonó más como una amenaza, sin embargo solo quería lo mejor para las pequeñas huérfanas curiosas.

Silvanus se retiró y Circinus entró en la oficina. Cerró la puerta y se dirigió a Dippet.

—Estoy listo para llevar a Violett y Alice a sus nuevos hogares. Lejos del mundo mágico.

—Será lo mejor para todos. Incluso para ellas. Ten cuidado de no ser visto por los muggles.

Circinus asintió y se aproximó al escritorio. Contempló a las bebés envueltas delicadamente en las mantas blancas. Cada una de ellas en una cesta entretejida. Tomó en un brazo a Alice, y en el otro a Violett. El profesor iba usando su abrigo negro y su capa, llevaba su varita a la mano para estar preparado en caso de cualquier inconveniente. Ya que al ser maestro de defensa contra las artes oscuras solía enfrentarse a algunas criaturas peligrosas de vez en cuando.

Dippet sacó de su bolsillo un reloj dorado y brillante. Muy extraño pues poseía 12 manecillas. Observó el artefacto como si entendiera lo que mostraba, y efectivamente, él lo hacía.

—Ya es la hora. Ve, Circinus.

El profesor Merrythought se retiró de la oficina de Dippet. Subió a las niñas en el asiento para acompañante de una moto voladora. Atravesó el cielo nocturno alumbrado por la luz leve y tintineante de las estrellas. La luna llena brillaba y se reflejaba en el lago negro mientras se escuchaban los aullidos de los hombres-lobo que merodeaban por el bosque prohibido. La brisa era helada y había un poco de niebla sobre las copas de los árboles que habitaban el aquel bosque lleno de misterios, dejando a la vista un paisaje lleno de deleites y peligros.