Capítulo 8-Ella.

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Inés se amarraba la bata a la cintura con manos torpes, estaba nerviosa, trataba de procesar lo que estaba pasando en ese preciso momento, Victoriano la miraba con el corazón latiendo muy fuerte, odiaba que Inés a las primera interpusiera era barrera odiosa que los alejaba.

—Inés, ve al baño y quédate ahí hasta que yo te diga, todo va a estar bien.—Ya estaba vestido, sin embargo lucia un tanto desarreglado, intentó acercarse a ella pero Inés se negó levantando las manos temblorosa.—Mi amor.

—No, arregla esto Victoriano, Constanza no me puede ver aquí contigo.

Sin decir algo más caminó en silencio hasta el baño, tenía tantas cosas en la cabeza que no lograba pensar con claridad.

Victoriano suspiró sin entender que sucedía con ella, quizás era el susto de verse descubiertos por la menor de sus hijas, ¿Que más daba? Él la amaba con toda su alma, pero al parecer Inés no lo quería de la misma manera. Trató de calmarse un poco, camino hasta la puerta y la abrió.

—¿Porque tardaste tanto?.—La joven ingresó a la habitación sin esperar la aprobación de su papá.—Pensé que no me abrirías ¿Con quién hablabas? Escuche voces.—Se cruzaba de brazos mientras que con la mirada inspeccionaba toda la habitación.

«Tampoco pensaba hacerlo.» dijo esa vocecita en su cabeza.

—¿Desde cuándo tengo que darle explicaciones a mis hijas eh?.—Cerraba la puerta rogando de que no hubiese algun detalle que los delatara.—Ya es tarde Constanza.

—Eres mi papá y me preocupo por ti, así que te aguantas.—Se encogió de hombros y le sonrió.—Te extraño papá, es que últimamente estás tan ocupado que tú ausencia es notoria, hace mucho no compartimos juntos, yo te necesito.—Estiraba los labios como una trompita, su expresión se tornaba triste, era increíble como el tiempo pasaba tan rápido, ya había creído pero aún se negaba a dejar su puesto como hija menor, la consentida.—¿Tú no me extrañas?

El corazón de Victoriano se arrugó de ternura, su pequeña había creído, era una mujer hecha y derecha, no obstante siempre sería la pequeña de la casa, uno de sus tesoros más preciados.

—Ven acá.—Abria los brazos para que ella se refugiará en ellos, cosa que no dudo ni en segundo en hacerlo.—Claro que te extraño hija.—Besaba su cabeza.—Tú y tus hermanas son lo más valioso que tengo, todo lo que hago lo hago por verlas felices, que no les falte nada.

Constanza se aferraba a él mientras cerraba los ojos.

—Es que si nos hace falta algo papá y es tú presencia, se que todo esto lo haces por nosotros, pero trabajas mucho.—Levantaba la mirada.—La nana también te extraña.

Victoriano sonrió recordado que Inés estaba en el baño, seguramente muriendo de los nervios.

—¿Te lo ha dicho?.

La joven negó con la cabeza.

—No, pero no es necesario que lo diga cuando sus ojos lo gritan.—Sonrió aún más.—yo me doy cuenta de todo.

—Bueno, mi vida no es por correrte pero ya es tarde, recién acabo de llegar y de verdad que tuve un día pesado, necesito descansar.—Le acariciaba las mejillas.—Pero prometo que mañana vendré a comer con ustedes ¿Si?.

Constanza entrecerró los ojos con suspicacia.

—Conste eh, te quiero papá, que descanse.—Lo abrazaba por última vez.—Ire a ver a la nana.—Caminaba hacia la puerta.

—¡No!.—La joven si giró hacia el completamente extrañda.—Digo...ya es tarde hija, cuando llegué pasé por su habitación y estaba cansada, déjala descansar ya mañana será otro día.—Mintió.

El Hubiera 💜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora