Capítulo 5-Infraganti.

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-¿Porque no respondías papá?.-Le cuestionó extrañada cuando le abrió la puerta, ingresó al interior pero para su sorpresa no estaba solo.-¿Nana?.

Inés se removió incomoda. <<Seguramente tienes cara de que casi te hacen el amor, que vergüenza Inés>>. Se reprendía internamente.

-Hola mi niña, bueno, yo los dejo, con su permiso don Víctoriano.-Ni si quiera lo miro, quería que se la tragara la tierra, quién lo diría, a esas alturas de la vida fantaseando cosas indebidas con el patrón.

-Inés.-La detuvo con firmeza, ella paro frente a la puerta pero no se giró.-ya después terminaremos de hablar tú y yo.

Inés se mordió el labio inferior, el descaro iba a terminar por acabar con Víctoriano, lo menos que habían hecho era hablar y le rogaba a todos los santos para que Diana no se diera cuenta de ello, aún sentía la adrenalina del momento bajo su ropa, donde el sol no llegaba.

-Como usted diga.

No esperó nada más y se marchó del lugar lo más rápido que pudo, el corazón se le quería salir del pecho.

-¿Paso algo con la nana?.-Cuestinó extrañada, admiraba todo a su alrededor, había algo que no le cuadraba.-¿Interrumpí algo importante?.

Diana lo observaba tratando de descifrar cualquier cosa, Inés se había marchado un tanto...rara.

Victoriano carraspeó apretando los dientes ¿Que si había interrumpido algo? Hasta le parecía un insulto en cierto modo, sentía que se ahogaba, la frustración entre sus pantalones le gritaba el descontento en el que se encontraba. Tomó la carpeta del escritorio casi que a mala gana y se puso el sombrero. Estaba enojado por su deseo insatisfecho, pero su hija no tenía porque pagar los platos rotos, aunque claro, en cierta forma ella era la culpable.

-Todo está perfectamente bien, solo le hablaba de algunos pequeños cambios, ya sabes...con eso de que no vendré a comer como antes...-Le señalaba la puerta para que saliera.-¿tienes todo listo?.

Diana asintió no muy segura, tal vez eran cosas suyas.

-Ajá.-Salia del despacho seguida de Victoriano.-pues fíjate que yo no estoy de acuerdo papá, yo puedo ayudarte, no entiendo porque quieres cargar con todo tú solo, no me parece justo cuando me tienes a mi.-Le reprochó cruzandose de brazos.

Victoriano suspiró con frustración y se detuvo frente a ella.

-Hija, tú al igual que lo demás tienen un montón de trabajo encima.-Ella quiso protestar pero él se lo impidió.-no Diana, ya bastante tienen todos, además que con la ayuda de la nueva inversionista no estaré tan saturado.

-Yo no estoy de acuerdo papá, pero se que tampoco lograré que cambies de parecer.-Suspiró desganada.-¿Sabes que te amo verdad?.-Se acercaba y se abrazaba a él.-estoy orgullosa de ti, de todo lo que haces para vermos bien, pero sobretodo por siempre estar para nosotras a pesar de que algunas veces no tengas ni tiempo para ti.-Exhalaba con fuerza sobre el pecho de su padre.

Victoriano se permitió sonreír, el corazón se le apretujaba de sobre manera, aspiro su cabello con fuerza y no pudo estar más orgulloso de su hija mayor, Diana más que nadie sabía por todo los sacrificios por los que había tenido que pasar, simplemente para que ellas, estuviesen bien, darles la vida que el no había podido tener cuando joven, ellas eran ese motor que irrumpía ruidosamente en su corazón.

-Ustedes son mi todo hija, mis Amazonas, lo que mas amo en este mundo, todo lo que hago, lo hago por ustedes, que no te quepa la menor duda.-Besó su frente y su hija le regaló una de las más bonitas sonrisas.-¿Nos vamos?.

Diana asintió mientras se separaba de su padre.

-Se nos hace tarde.

-Ya es tarde.-Le aseguró.

Camino a la empresa Diana no paro de hablar de infinidades de temas, él la miraba felíz, tan llena de vida y entusiasmada que no pudo evitar sentir nostalgia, sus hijas crecían muy rápido y era difícil de aceptar, más cuando sabía que en algún momento se marcharian de la hacienda, tenían que volar y realizar sus respectivas vidas, pero odiaba el simple hecho, de que iba a quedarse solo en un lugar tan grande. No le gustaba la idea.

Por otro lado, Inés trató de enfocarse en sus cosas, tuvo que recurrir a una odiosa ducha después de salir del despacho, ese maldito fuego la estaba quemando por dentro, y no había poder humano que le sacara lo vivido de la mente, odiaba a Victoriano por eso, porque había terminado de encender lo que tanto había luchado por mantener dormido.

La hora de la comida se llegó y muy a su pesar sabía que ese día Victoriano no asistiría para comer con sus hijas, le pesaba no poder verlo y más cuando los minutos se hacían cada vez más largos, y lo peor de todo es que ni siquiera sabía su horario de regreso, seguramente era muy entrada la noche. Se la paso aquí y allá, revisando que todo estuviese en orden, pero sin poder sacarse su nombre de la cabeza.

Ya entrada la noche se paseaba por la habitación un tanto ansiosa, ya eran las 9:30, era lo que marcaba el reloj y Víctoriano no llegaba, ¿Porque se preocupaba tanto por él si solo era la nana de sus hijas?.

-Te vas a volver loca Inés, tú solo eres una empleada más en este lugar.-Se lamento con amargura, se dejó caer sobre la cama y en un impulso se levanto nuevamente.-Pero lo amas...es tú triste realidad.

Se armó de valor mientras se miraba al espejo, quizás él ya había regresado y ella no se había dado cuenta.

Salió de su habitación con la esperanza de poder encontrarlo pero...¿Y luego que? No sabía con que fin lo buscaría, pero mientras lo descubría iría por él, tenía una ansiedad que la estaba carcimiéndo por dentro, solo por verlo.

Freno en seco frente a la habitación de Victoriano, tuvo que contar hasta díez más de dos veces, ¿Que le diría si le habría? Ya le parecía una estupidez, ya no era una jovencita. Suspiró profundamente y tocó la puerta un par de veces, pero nadie respondió, abrió la misma y se encontró con que todo estaba en su respectivo lugar, Victoriano no había regresado.

Camino desilucionada por la habitación admirando cada detalle, ¿Que se sentiría ser la mujer de Victoriano? En todos lo sentidos. Se miró con tristeza en el espejo y se abrazo a sí misma, quizás si no hubiese Sido tan cobarde años atrás, todo sería diferente. Observó la cama por algunos minutos, esa en la que dormía su adorado tormento todas las noches, ¿Pensaría en ella tanto como ella en él? No entendía que estaba haciendo en ese lugar, pero el corazón se le comenzaba a llenar de amargura, sonrió para si misma y se dejó caer sobre el colchón, todo estaba olía a él, todo tenía su sello. Era como si Miles de recuerdos la invadieran de repente.

-¿Inés?.-Cerraba la puerta más que sorprendido, la recorría con la morada son poder creerlo.-¿Que haces aquí?.

Inés quiso morirse en ese preciso momento, todo su cuerpo se congelo, la había atrapado infraganti tirada en una cama que no le pertenecía.

-Porque a mí...-Susurro casi inaudible.




<<Existen perfumes, que dejan aroma a recuerdos.>>









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