109

182 17 1
                                    

Padre,

El resto del día fue tranquilo. Puede que el paisaje me hiciera sentir en paz conmigo mismo.

Y aunque extraño, eché de menos a los críos. Hoy era miércoles después de todo. El día en que salía de la parroquia para estar con ellos.

En algún momento terminé en la puerta de mi estudio. La abrí, y con pereza apoyé el hombro en el umbral sin atreverme a entrar todavía.

Olía a manualidades y me traían recuerdos de otros tiempos. Como por ejemplo, cuando renuncié al surf.

Jeremy también surfeaba, mi ex pareja, pero, desde que terminó en silla de ruedas por la paliza que le dieron en aquella disco, yo...dejé de hacerlo por él.

O puede que Jeremy solo haya sido una excusa más para dejar mi hobbies a un lado.

Después de todo, me aburrí del mar. De las olas bajo la plancha, del agua salada en mi saliva. De la arena pegándoseme en la piel.

Puede que me haya aburrido de vivir entonces. No lo sé realmente Padre.

Solo me sentía vacío. Había probado de todo, y Jeremy era más interesante que lo demás.

Supongo me habría quedado con él por el resto de mi vida si no me hubiese dejado por el terapeuta.

Y no te habría conocido entonces Padre.

Tampoco habría conocido el orfanato y a los críos.

No habría cambiado de parecer y seguiría siendo un bastardo insensible.

No vería la vida tal como es.

No habría....conocido a Marissa tampoco.

—¿Te quedarás toda la vida en esta puerta Johnie?— Carla comentó curiosa detrás de mí. Apenas la noté allí.

—Oh, perdona. ¿Necesitas pasar?— Me eché a un lado rápidamente.

—No cariño, solo quería llamarte la atención. — Ella sonrió antes de cruzar los brazos. — ¿Te encuentras bien Johnie? Sabes que siempre estaré aquí para ti.

—Lo sé — respondí. — Pero ya no soy un niño Carla.

—¡No digas tonterías! Para mí siempre serás el hijo que nunca tuve, ahora dame un abrazo y pide perdón por la boludez que acabas de decirme, anda. — Abrió los brazos dándome la bienvenida. Yo acepté su afecto. Era cálida. Nunca creí que echaría tanto de menos su abrazo hasta no recibirlo otra vez después de tanto tiempo.

Ella fue la única mujer que respeté.

Incluso cuando mi padre la despidió cuando yo recién cumplí los dieciocho, en un acto de rebeldía, la llevé conmigo a la villa, y Harry, la permitió quedarse aun cuando yo renuncié a todo para hacerme cura.

No me arrepentía en absoluto haber tomado aquella decisión a los dieciocho. Carla es feliz ahora, y yo mucho más por verla allí, en aquel instante, haciéndome compañía.

Por suerte o por desgracia, yo siempre he sido un hombre afortunado.

Aun cuando no me lo merezco.

Perdóname Padre porque he pecadoΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα