Otro leve asentimiento me indica que definitivamente está bien con lo que le he dicho. Sosteniendo con mi dedo índice la campana del estetoscopio me estiro para llegar al pecho de Dalia, latidos sanos son los que comienzo a escuchar, procurando que el único contacto que tenga con ella sea mediante el estetoscopio, trato de no tocarla con mis manos. Su corazón está acelerado, pero dado a la situación en la que está es completamente comprensible. No escucho ningún sonido extraño que indique una patología severa, así que al menos puedo respirar con normalidad.

Soy consiente que el suéter que tengo puesto se desliza un poco a la derecha por mi actual posición. Dejando expuesta una pequeña parte de mi cicatriz hecha por metrallas, continuó con mi labor, deteniendo fijamente mi vista en ella, procuro no cohibirme por la sensación de su mirada sobre mi piel magullada.

Dalia tiene curiosidad. Conozco ese brillo en los ojos y por la dirección en la que observa estoy consciente que está viendo la cicatriz o parte de ella. Esta bien-. Me digo a mi mismo.

"Ahora, necesito que te voltees un poco. Voy a hacer lo mismo pero en tu espalda" pido. Ella lentamente se mueve un poco. "Necesito que bajes un poco tu manta, cariño" Ella lo hace sorprendentemente rápido. "Respira profundo, por favor" pido. "Ahora vótalo" Verificando que todo  este normal, doy luz verde con respecto a sus pulmones, me alejo.

"Lo haz hecho muy bien Dalia" Ian mantiene su voz calmada mientras habla. Como si de un pequeño potro recién nacido se tratase.

"Ahora revisaré tu presión arterial con este dispositivo." Señaló el nuevo dispositivo en mis manos "Se llama tensiómetro, funciona apretando esta bolita de aquí" señaló la pequeña válvula  "Y está parte de aquí se va llenando de aire, vas a sentir que aprieta un poco, pero te prometo que no te hará daño." Explico. "Dejare la campana del estetoscopio contra tu piel, así podré saber cómo está tu presión arterial ¿Si?" Un asentimiento más me indica que me a otorgado permiso para acercarme con el tensiómetro.

En medio de la prueba se tensa, lo que ocasiona que sus resultados salgan un tanto alterados, a pesar de eso todo luce bien.

Dejando la báscula de nuestro baño enfrente a ella, le indico que se levante sobre esta. Ella indecisa y un tanto temblorosa obedece, anotando mentalmente el peso registrado prosigo con mi última revisión.

"Esto es un termómetro. Me indica si tu temperatura corporal está bien" me hallo explicando nuevamente. "Esta parte de aquí va debajo de tu axila. Cuando se escuche un pequeño pitido es que ya a registrado tu temperatura"

"Bien" replico apagando el dispositivo "Ahora Dalia, quiero que me seas sincera ¿está bien?" Espero a que ella responda. "¿Dalia?" Pregunto al notar ausencia de respuesta.

"S..i... si" responde rápidamente, viéndome a los ojos por un segundo para luego quitar la mirada rápidamente.

"Quiero saber si alguna parte de tu cuerpo duele" mi vibrante petición hace que su cara se arrugue, espero en silencio lo que parecen siglos. "Dalia" llamo su atención al darme cuenta que no obtendré respuesta. "¿Alguna parte de tu cuerpo te duele?" volví a preguntar. Esta vez Dalia niega velozmente con la cabeza. Bien. Aun que algo me dice que no es verdad, no llego a insistir. Está muy asustada para ser persistente.

(...)


"No puedes ir a la cama con el estómago vacío" reprocho "Más aún cuando haz devuelto lo que te dio Ian" replico. No a pasado ni un día y ya me escucho como un padre preocupado. Jesús, Maria y José, ¿En que me haz metido, Ian?-. me pregunto a mi mismo. Definitivamente cuando desperté esta mañana no me imaginaba que el día terminaría de esta forma. 

A pesar de mi insistencia en que me explicara lo que había sucedido con Dalia más tarde, cuando ella ya se encontrase durmiendo, Ian no había logrado resistirse, y en la espera de que la jovencita saliera del baño me soltó unas cuantas cosas.

Como el hecho de que había logrado que confiara en él por un plato de comida, y que más tarde se había mareado en el auto y por consecuencia había vomitado.

Ahora que ella, Dalia está con nosotros, la principal misión es cuidarla, en lo que podamos. Lo primordial, hacer que aumente de peso. Treinta y tres con trescientos gramos no es para nada un peso saludable para una adolescente, ni siquiera para una niña de 10 años. Los notorios huesillos de su ante brazo confirmaban mi argumento. Estaba demasiado delgada, desnutrición grave, era todo lo que rondaba por mi cabeza.

"¿Te gusta la manzana?" Me atrevo a preguntar. Ella no habla, aún no al menos. Un leve asentimiento me dice que si. Aceptando su comunicación de mímica, hablo "Bien, te traeré unos pedazos de manzana. Podrás comerlos poco a poco mientras nosotros cenamos."

Caminando a la cocina tomó una de las manzanas del frutero, procurando limpiarla bien comienzo a cortarla. ¿Con piel o sin piel? Me pregunto.

Ante la incertidumbre de cómo le gusta la manzana decido eliminarle la piel de una vez. De esta forma los trozos de esta no serán tan difíciles de tragar para ella, además eliminaría en un gran porcentaje de atragantamiento. Espero que de verdad pueda tomar un bocado.

Ya con la manzana picada, me acerco al refrigerador, tomando un bote de suero con sabor a coco lo llevo a la mesa.

Dalia necesita comer e hidratarse. Un vomito no era mortal para una persona sana, pero ella no lo estaba, no a simple vista. 

Amarte, Dalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora