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—¿Soy yo al único que le preocupa que este niño suba a esa moto drogado o borracho? —preguntó Hoseok en voz alta, a todos y a nadie en general.

Ji-ho miró al pelinegro, que ahora estaba echado en el sofá, durmiendo profundamente. Él masticó el palillo en su boca mientras meditaba la respuesta, deteniéndose solo unos momentos para dejar de contar el fajo de billetes en sus manos. Han Bin bebió de su cerveza, no seguro de qué contestar.

—¿Por qué debería preocuparte? —murmuró Ji-ho—. Algunos tenemos que comer mierda para poder vivir nuestra vida, y él no aprecia la suya. No es mi problema.

—No lo sé —respondió Han Bin, alzándose de hombros—. A veces siento que es un estúpido, otras veces lo comprendo. Todos tenemos nuestros propios demonios. No actúes como si no los tuvieras —Él codeó a Ji-ho, y el rubio tiró el fajo de billetes a la mesa con la rabia.

—Fantástico, me hiciste perder la cuenta, hijo de puta —gruñó fastidiado—. Claro que tengo mi mierda con la cual lidiar, así como tú, así como Hoseok. ¿Pero no me dirán que no han pensado ni una sola vez en lo bueno que debe ser estar en sus zapatos?

Hoseok sonrió con cierta lástima. Por supuesto que sí. Ser el hijo del sheriff no podía ser tan malo como Taehyung lo hacía ver; tener dos hermanitos, aunque fuesen gemelos, no podía ser la cosa más harta del mundo. O más bien, tener una familia, una de verdad, no podía ser el infierno. ¿Pero cómo podía saberlo Hoseok? Era el hijo de una prostituta del pueblo, fue criado en el viejo y sucio patio del burdel, escondido como si fuera una abominación, y cuando tuvo la edad suficiente para trabajar, fue echado a patadas. Nunca supo quién era su padre y posiblemente nunca lo sabría, porque algunos años después se enteró de que su madre había muerto desangrada cuando la dueña del burdel la obligó a practicarse un aborto en una clínica clandestina de la ciudad.

—Insisto —Han Bin volvió a hablar—. Todos huimos de algo. Muchachos, aprendí a no subestimar el dolor de nadie. O tal vez aprendí a reprimir el mío en lo más profundo, y a convencerme de que no era importante, y a darle más atención al dolor de los demás. No lo sé. Ya no sé ni lo que dije.

—Y yo aprendí a que tengo que lidiar por mi cuenta con el mío —replicó Ji-ho, reuniendo el dinero para empezar a contar otra vez—. No necesito lidiar con el de nadie más.

Hoseok volvió a mirar a Taehyung, durmiendo como un bebé a pesar de la conversación. Sí, tal vez nadie necesitaba eso.



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♡ - Lunes, 08 de marzo de 2010



—Buenas noches, señor Min —Jungkook saludó con cortesía. La puerta del local se cerró detrás de él y el pálido hombre le dio un asentimiento como respuesta, pues estaba demasiado ocupado leyendo algo en unas carpetas.

—Al fin llegas. Pensé que nunca podría irme a casa —Jennie resopló desde su lugar en la caja, cansada, y no tuvo miramientos para bostezar y desperezarse aun cuando su jefe la observaba con expresión escéptica.

—¿No te estoy dando muchas libertades? —Él la miró con los ojos entrecerrados, a pesar de que la chica sonrió con inocencia. Ah, cuán desagradecidos eran los jóvenes.

The village - KookVWhere stories live. Discover now