Nostalgia de neón

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Las luces parpadean bajo la luna, y el charco sigue creciendo. Las luces borrosas no dejan de brillar, aunque sus ilusiones sean plásticas.

Beso sabor a cigarrillo, tu vieja bufanda me protege del frío. Aquellos sueños difuminados de venir juntos se fueron con el tiempo, pero aquí estoy, y la promesa perdura.

Viajes en auto, manivela deseosa, deseo prohibido y carreteras íntimas. Luces de neón se pronuncian noche tras noche, donde lo oculto reluce y el tímido encuentro sucede.

Alcohol, perfecto inspirador de valor. Libertad empedernida, besos sin sabor más que el de la nostalgia. Neón impetuoso, sediento festín celebrado entre el parque de los designios. Lugar en el que el futuro no existe, y el presente está, y está, y solo existe.

Y la nostalgia se alimenta con las luces de neón. Crece, domina, nutre, desmaya, estaca, apuñala, y el olor a cigarrillo perdura con la colonia del embriagado pasado, y abraza, y cura las profundas heridas del no estar seguro, del qué pasará y del nunca fuimos nada.

El charco sigue creciendo, sin una nube en el cielo, sin corriente alguna. Y la herida se abre poco a poco, y el suspiro deseoso no volvió. Corazón partido, vidrio reventado contra el concreto, líquido despilfarrado con delicadeza junto al vacío, y el charco sigue creciendo.

Soledad afrontada en lutos palpables. Hambre de más, miedo al sustituto, aceptación deliberada. El dejar ir se incrementa, mientras el ego se rompe una vez más, pero no estás para presenciarlo, y la lluvia viene de mí, y el charco sigue creciendo.

Nostalgia de NeónWhere stories live. Discover now