Capítulo 20

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Rey despertó luego de haber dormido solamente unas pocas horas. Comenzaba a amanecer y esperaba poder llegar a tiempo a despedir al amor de su vida. Se levantó de la cama y vio la sangre de su pie en la sábana y además su camisón también se había manchado, tomó el vestido blanco que sus damas habían dejado la noche anterior y se lo puso rápidamente, peinó su cabello en unas pequeñas trenzas que acomodó en forma de diadema, dejando lo que quedaba suelto y se dispuso a salir. Los guardias no se opusieron y luego de dar la vuelta en una esquina, comenzó a correr por los pasillos hasta que se topó con Rose y Armitage.

- ¿Y Ben? - preguntó esperanzada.

- Salió hace un par de minutos, creímos que ya se habían despedido - contestó Rose, haciendo una mueca.

- No - susurró - No... - Dio la media vuelta y corrió rumbo a las almenas del castillo, el lugar más alto donde podría ver al menos desde lejos a su amado.

Llegó un poco agitada por todas las escaleras que tuvo que subir, se acercó al borde y vio a lo lejos a Ben cabalgando a trueno, mientras el carruaje donde iban sus pertenencias y el otro donde se suponía debía ir él, avanzaban delante de él. Gritó su nombre lo más fuerte que pudo y luego de tres veces, Ben al fin volteó.

Su cabello se movía debido a la brisa que había aquella mañana, algunos mechones se posaban en rostro y luego volvían a moverse, Ben seguía montando su nuevo caballo, sólo que con precaución ya que miraba hacia atrás para admirar una última vez a su querida Rey.

- Adiós amor mío, en otra vida te encontraré, lo prometo - susurró Ben mientras volteaba su cabeza de nuevo hacia el frente.

Rey cerró los ojos y lágrimas comenzaron a salir, no se inmutó en limpiarlas y se quedó mirando a Ben hasta que entró al camino que daba hacia el pueblo, donde ya no podría verlo. Limpió sus lágrimas mientras bajaba por las grandes escaleras, se dirigió a sus aposentos y se acostó en su cama, durmiendo al fin, aunque con las mejillas rojas y aún húmedas por sus lágrimas.

*

Varios días después, Ben llegó a Alderaan y frente a la entrada del castillo lo recibieron Leia, Han, Luke, Brendol Hux y algunos sirvientes, quienes se encargarían de llevar sus cosas de nuevo a sus aposentos. Bajó del caballo y se trotó para abrazar a su madre, quien lo recibió con los brazos abiertos y una gran sonrisa.

- Te extrañé tanto, mi querido Ben. En la cena debes contarnos como te fue en Naboo, ¿entendido? - lo miró con una ceja levantada y él asintió, intentando sonreír.

Cuando llegó la hora de la cena, se puso nervioso, puesto que tendría que contarles lo sucedido, pero también tendría que mentir y era algo que no le gustaba hacer, menos a su familia, a menos que se tratara de una broma de la cual tenia que fingir no saber nada, como lo hacia desde niño.

- ¿Y bien? - preguntó Leia, sentándose en su asiento de siempre para comer.

- Fue una gran aventura - sonrió, aunque parecía más una mueca y se sentó al lado derecho de la mesa- logré hacer alianzas y una de las más importantes fue con Taris - suspiró con nostalgia - además, hice algunas amistades, una de ellas, con la princesa Palpatine. Ella es tan diferente a su abuelo, ella sólo quería ser libre y el emperador nunca la dejó. - sonrió con tristeza - Es una gran chica. - Susurró eso último.

- Me alegra que te hayas acercado a ella, supongo que en ese momento necesitaba a un amigo y gracias a ti lo tuvo.

- Sí - sonrió - un amigo - susurró y bajó su mirada hacia su plato aún vacío para que no notaran su rostro sonrojado.

En otra vida te encontraréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora