1. Suelo extranjero

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Los minutos pasaban tan rápido como los kilómetros, acercándola a un pasado que desconocía

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Los minutos pasaban tan rápido como los kilómetros, acercándola a un pasado que desconocía. Un pasado que se había quedado en nada, tragado por la tierra, desaparecido. Su corazón se aceleró al mismo ritmo que su curiosidad y su impaciencia al saber que estaba cerca, muy cerca de su destino.

Levantó la persiana de la pequeña ventana ovalada que había junto a ella y miró la imagen de la ciudad que se extendía a sus pies. El sol resplandecía en las lejanas aguas del Mediterráneo. Nunca lo había visto brillar de esa manera en París. De hecho, esa madrugada la lluvia la había sorprendido en la estación de autobuses de Porte Maillot, y después de apresurarse a dejar su equipaje en el maletero, había tenido que correr a refugiarse en el autobús que la iba a llevar al Aeropuerto Charles de Gaulle.

Consciente de lo poco que conocía su país, Vera tenía por costumbre decir que era francesa. Muy pocos sabían que había nacido en Barcelona. Su procedencia no tenía ningún peso, ya que los recuerdos de los primeros años de su vida se habían desvanecido de su mente, y había perdido todos los lazos emocionales con su tierra natal. Los fragmentos de su infancia en España estaban envueltos en un misterio difuso y distante.

Después de abrocharse el cinturón de seguridad, siguió mirando hacia fuera. Un estremecimiento recorrió su cuerpo mientras el avión descendía para aterrizar. No era temor a volar. A ella nunca le había dado miedo subir a un avión. Era otra clase de angustia. La desolación de pisar suelo extraño y respirar aire desconocido. La tristeza de haber dejado atrás el que había sido su hogar durante tanto tiempo.

El avión aterrizó puntualmente en el Aeropuerto Barcelona-El Prat. Vera se unió a la fila de pasajeros y recogió su equipaje de la cinta transportadora. Con esfuerzo, colocó la pesada maleta y el bolso de mano en un carrito de metal y se dirigió hacia la salida de la terminal.

Las puertas se abrieron de forma automática, mostrándole el exterior. Dio un paso dubitativo hacia delante, pisando el primer metro cuadrado de suelo extranjero. Después de avanzar unos pocos metros, se detuvo a observar lo que le rodeaba y se dio cuenta de lo imponente que era estar sola en una ciudad desconocida. La magnitud del lugar la desafió, pero pensó en el motivo que la había llevado hasta allí y rápidamente recuperó su entereza.

La marca de su piel © PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora