22. Amores imposibles

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Amanda recorrió unos metros hacia el centro de la clase, con el aire solemne que exhibía cuando tenía algo importante que decir

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Amanda recorrió unos metros hacia el centro de la clase, con el aire solemne que exhibía cuando tenía algo importante que decir. Llevaba en la mano el libro de William Shakespeare.

—Guardad lo que tengáis encima de la mesa y preparaos para hacer el examen.

De inmediato, el aula se llenó de murmullos y de voces de protesta.

—No sé por qué os extrañáis tanto —dijo alzando la voz lo suficiente para que la escucharan—. Ya os había avisado que hoy haríais un examen de la obra teatral Romeo y Julieta.

Lentamente, las quejas de los estudiantes se fueron amortiguando y comenzaron a guardar los libros y otros materiales en el cajón que había bajo los pupitres.

—Los que hayan completado la lectura de los dos primeros actos no tendrán problemas para responder a mis preguntas. —Con gesto relajado, alzó la mano y les mostró el libro—. Supongo que todos habéis hecho los deberes, ¿verdad?

Varios chicos se retorcieron en sus asientos, nerviosos, y las sillas chirriaron. Amanda dio un par de pasos hacia un lado para dejar libre el espacio en el que estaba.

—Oscar, sal aquí —ordenó de forma contundente—. Tú serás el primero.

Todas las miradas se fijaron en él. Tras unos segundos, el chico soltó un breve suspiro y se puso de pie, arrastrando la silla hacia atrás. Acostumbrado desde hacía tiempo a generar gran expectación entre sus compañeros, mantuvo su semblante indiferente y caminó lentamente hacia el frente de la clase. A pesar de su aspecto desaliñado, intimidante, había algo en él que resultaba interesante. Otro, con esa misma pinta, habría parecido un camorrero. Oscar, en cambio, conseguía dar el aspecto de rebelde urbano, un poco a lo John Bender: una camisa de cuadros con las mangas cortadas que colgaba por encima de una camiseta blanca, los pantalones metidos por dentro de las botas a la altura de los tobillos, el pelo despeinado, mechas de un castaño claro que le llegaban casi por debajo del cuello. Algunos estudiantes habían intentado copiar su estilo, ese aire descuidado, pero los resultados no eran comparables, probablemente porque su apariencia era una extensión natural de su personalidad.

La marca de su piel © PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora