DÍA 31: Entrar en calor

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Un par de segundos después, algo impacta contra mi hombro haciendo que se moje toda la manga de mi camiseta y me salpique por el cuello y la cara. Me giro un poco para intentar ver qué ha sido y un nuevo impacto en mi espalda hace que no me queden dudas, los trocitos de globos rotos que caen en el colchón lo dejan claro.

– ¡¡JULIA!! – grito tan alto que Alba se despierta de golpe asustada.

Al notar el respingo de la rubia a mi lado, me giro hacia ella, pero antes de que haga nada, otro impacto, esta vez en mi cabeza, hace que mi pelo se moje por detrás y que mi atención regrese a mis vecinos.

– Que se ha despertado Gonza, ¡prepárate! – oigo a Julia reírse.

Me pongo de pie, lo que es una mala idea porque nada más hacerlo un nuevo globo impacta en la mitad de mi pecho. Sí que están preparados los cabrones.

– ¿Qué pasa?

Alba con la voz aún adormilada se pone de pie a mi lado, pero tiene la suerte de que el globo que iba dirigido a ella golpee en mi hombro y a ella le salpique un poquito nada más. A pesar de eso, da un grito por el susto y se mueve con una agilidad impropia de acabar de levantarse para colocarse detrás de mí y agarrarse a mi cadera, escondiéndose tras mi espalda.

– ¡Alba! – protesto yo cuando veo que pretende usarme de escudo.

Un nuevo globo explota contra mi cadera. Las risas de Julia y Gonzalo, a las que inexplicablemente se unen las de Alba, resuenan por toda la calle.

– ¡Apunta Julia, que la rubia está muy seca! – anima Gonzalo a su novia.

– ¡Nooo! – se queja Alba a la vez que se parte de risa.

Otro globo impacta en mi abdomen, aunque por suerte no me hace daño, y yo miro hacia abajo para ver mi camiseta. Joder, me estoy calando. Levanto de nuevo la vista y me cabreo al ver a la gaditana retorcerse de la risa a mi costa.

– Mira Julia, te voy a... – mi amenaza se ve interrumpida por un globo que venía directo a mi cara.

Gracias a mis reflejos consigo poner la mano delante porque ese seguro que sí me hacía daño, así que se rompe contra mi mano haciendo que no me libre de que me salpique en toda la cara.

Como no voy a conseguir nada aquí de pie, intento moverme para entrar al salón y que dejen de acribillarme, pero me resulta imposible moverme con el agarre de Alba a mi cuerpo, que cada vez es más fuerte.

– ¡Alba, déjame moverme que me estoy empapando! – solo obtengo risas como respuesta.

Unos cuantos globos explotados contra mi cuerpo después, Alba decide que ya es momento de huir y se mete corriendo al salón. Cuando siento que puedo moverme de nuevo con libertad, sigo el mismo camino. Me quedo resguardada donde los globos no pueden alcanzarme y antes de cerrar la puerta de la terraza, grito.

– ¡Esta me la vais a pagar, malditos!

Unas carcajadas pobremente contenidas llaman mi atención a mi espalda, por lo que me doy la vuelta para encontrarme con Alba tapándose la boca con las manos, intentando no reírse pero no consiguiéndolo. Me mira de arriba abajo un par de veces desde el otro lado del salón.

– Nat... – empieza a hablar entre risas – vas a... a empapar el... el suelo. Ten cuidado, no... no te escurras.

– ¿Te parece gracioso? – intento ponerme seria cruzando los brazos, pero se me escapa la sonrisa al verla reír así. Ella niega enérgicamente con la cabeza mientras se muerde el labio conteniéndose. – Pues a mí me parece que sí. Claro, como tú estás tan sequita... – doy un paso hacia ella que le hace entender mis intenciones. – Ven aquí.

CuarentenaWhere stories live. Discover now